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El jueves 23 de diciembre de 2016 recibí una amable carta del historiador Rafael Gómez Lozano, quien me allega un recorte del diario en la Red "La Prensa" del 16 de diciembre de 2016, donde publica el editorialista Luis Francisco Macías una investigación hemerográfica en su sección "Archivos Secretos de Policía", sobre la misteriosa muerte en la casa de la artista Ana Luisa Peluffo de un periodista y ex-novillero que se hacía llamar en lo artístico "Rafael Romero Sánchez" cuyo verdadero nombre era Arturo Cal Sánchez.- Hace 51 años, Ana Luisa Peluffo brillaba como toda una estrella del cine, teatro y televisión. Su imagen era apreciada en todos los medios donde se publicitaba su belleza. Sin embargo, en aquella época surgió una noticia que la hizo pasar del mundo de la farándula y glamour a la nota policial.
En LA PRENSA se leía que “Todo un velo de misterio cubrió el deceso del periodista y exnovillero Rafael Romero Sánchez, quien perdió la vida en el interior de la residencia de la actriz Ana Luisa Peluffo, en Cuernavaca. Este hecho tuvo lugar el domingo 27 de junio de 1965”.
La versión de la policía en aquella ciudad hacía aparecer el caso como un crimen.
Jorge Herrera, enviado especial de este diario, redactaba que el periodista fue asesinado en la residencia de la estrella de cine a consecuencia de los golpes que recibió en la cabeza y estómago, según informaron los médicos legistas al concluir la necropsia de ley. Sin embargo, Jorge Luis Navarro, gerente del periódico donde trabajó Rafael Romero Sánchez, afirmó que éste murió a consecuencia de un accidente.
Personas interesadas en ocultar los hechos habían solicitado la dispensa de la autopsia, argumentando que Rafael había perecido ahogado en la alberca de la fastuosa residencia de Ana Luisa Peluffo, agregó un investigador.
El Servicio Secreto de esta capital solicitó oficialmente la colaboración de la Policía Judicial del Distrito, a efecto de realizar varias aprehensiones para esclarecer los hechos.
Se supo que en la residencia de la Avenida Palmira, estuvieron el domingo 27 Ana Luisa, sus padres, así como un grupo de norteamericanos, así como los periodistas David Ruiz Cabañas, Jorge Luis Navarro y Cuauhtémoc Muñoz, además del infortunado diarista.
Rafael estaba casado con Gloria Ávila Richardi, hija del extinto general Maximino Ávila Camacho. Estaban separados desde hacía varios meses, según informó la policía.
El periodista, cuyo verdadero nombre era Arturo Cal Sánchez, contaba con 29 años al morir. Inició su carrera a la edad de 18 años, después de haber probado suerte como novillero. Era hijo de don Eduardo Cal Camiño y María Sánchez Mier de Cal.
LA PRENSA, al entrevistar a varios agentes secretos comisionados en la investigación, fue informada de las “maniobras que se realizaron la misma noche del domingo para que la muerte de Romero Sánchez fuese clasificada como accidental”.
Rafael Romero Sánchez, quien perdió la vida en el interior de la residencia de la actriz Ana Luisa Peluffo, en Cuernavaca.
Ana Luisa Peluffo
La actriz de cine Ana Luisa Peluffo se vio envuelta en un escándalo por la muerte del periodista y ex-novillero Rafael Romero Sánchez, en su residencia de Cuernavaca, misma que se aprecia en la gráfica superior.
ANA LUISA NEGÓ GOLPIZA AL EX-NOVILLERO
David Ruiz Cabañas, compañero de labores de Rafael en una publicación dominical, declaró que alrededor de las 3 de la tarde del domingo 27 de junio llegaron él, Rafael, Jorge Luis Navarro y Cuauhtémoc Muñoz, a la residencia de Ana Luisa Peluffo.
Explicó Ruiz Cabañas que la visita a la estrella de cine fue netamente en plan comercial. Manifestó que la mayor parte del tiempo en la residencia de la queretana la pasaron en el jardín, Estuvieron conversando con Ana Luisa, con su padre, Manuel Tránsito Peluffo, y con la señora Ana María Paz de Peluffo -madre de la artista-, así como con otras personas.
Cabañas declaró también que en un momento dado se dio cuenta de que Rafael se apartaba del grupo e iba hacia uno de los extremos de la residencia, precisamente hacia el sitio donde estaba la alberca.
Nadie le dio importancia a tal suceso, pero dijo Cabañas que él vio cuando Romero Sánchez se arrojaba al agua.
Después manifestó que en virtud de que no volvieron a ver a Romero Sánchez empezaron a buscarlo, dirigiéndose hacia la alberca y lo rescataron, aplicándole respiración artificial y que para ello también llamaron al doctor Francisco Vázquez, quien les indicó que deberían llevarlo a la Cruz Roja.
Cuando los médicos de esa institución examinaron a Romero Sánchez, hicieron notar que cualquier esfuerzo era inútil porque el hombre había expirado.
La policía local informó que quienes estaban en la residencia de la Peluffo trataron de ocultar los hechos y de evitar que se conociera la verdad.
Al jefe del Servicio Secreto, Francisco Galindo, le informaron los médicos legistas que Rafael Romero había fallecido a consecuencia de varios golpes que recibió en el cuerpo y que descartaban la posibilidad de una asfixia por sumersión, ya que era notoria la ausencia de agua en los pulmones.
Entre las lesiones que fueron observadas se contaban: una fractura en la región parietal, además de una herida de seis centímetros de profundidad en la misma región; estallamiento del hígado y de otras vísceras.
Esas lesiones, en concepto de los médicos legistas, fueron causadas con un objeto semejante a una varilla corrugada o bien se las ocasionaron propinándole patadas.
Pese al hermetismo de la policía morelense, se logró conocer una de las versiones que tenía sobre los hechos ocurridos en la residencia de Ana Luisa Peluffo.
Conocido por la policía el carácter un tanto irritable de Romero Sánchez, sobre todo cuando se había tomado unas copas, pensaban los investigadores que posiblemente tuvo un altercado con uno o varios de los asistentes a la reunión. Rafael pudo haberse enfrentado a uno o más de aquellos invitados; perdió el combate y al quedar inconsciente, o tal vez muerto, lo arrojaron a la alberca con la idea de que pareciera que se hubiese ahogado.
La misma estrella del cine y sus padres consideraron una infamia de parte de la policía de Cuernavaca, el afirmar que Rafael Romero Sánchez fue golpeado hasta morir cuando estaba de visita en la casa de la artista.
LA PRENSA entrevistó a la familia Peluffo en su domicilio de esta capital, y fue el señor Manuel Tránsito Peluffo quien se encargó de hablar sobre lo ocurrido la tarde del domingo.
Hizo el siguiente relato:
La tarde del domingo se encontraba él, con su esposa Ana María Paz de Peluffo, su hija Ana Luisa, y otras personas
.
Después llegaron hasta la residencia Rafael Romero Sánchez, Jorge Luis Navarro, Cuauhtémoc Muñoz y un señor de apellido Ancona. La visita era con el único objeto de saludar a Ana Luisa, ya que era madrina de la publicación donde laboraban los antes citados. Luego notó que Romero Sánchez ya había tomado algunas copas.
Después de una hora de estar conversando, Romero Sánchez se apartó del grupo y fue hasta el cuarto de huéspedes; entró al cuarto de baño y de ahí tomó un traje para nadar. Durante unos minutos nadó y se reincorporó al grupo, comentando que “el agua estaba muy calientita”.
El señor Peluffo dijo que vio cuando Rafael volvía a arrojarse al agua y en esa ocasión lo hacía en la parte honda de la alberca. El grupo prosiguió en su plática, pero él, Manuel Tránsito, al voltear hacia la alberca, vio que Rafael apenas si sacaba la cabeza y que parecía no poder nadar. Alcanzó a llegar hasta la mitad de la alberca y ahí volvió a sumergirse.
“Me quité la camisa, el pantalón y los zapatos -dijo nuestro entrevistado- y me tiré al agua para ayudar a Rafael. Lo encontré sobre el piso, en la parte más profunda, y lo arrastré unos metros, pero me faltó el aire y tuve que salir sin rescatarlo”.
Luego añadió:
“Cuando salí a la superficie grité para que otros me ayudaran. Fue entonces cuando el señor Jorge Luis Navarro se quitó su saco y se tiró al agua; fue Navarro el que, finalmente, logró sacar a Rafael”.
Acto seguido, prosiguió Peluffo, entre varios empezaron a aplicarle los primeros auxilios.
Mientras tanto, Ana Luisa llamaba desesperada a los bomberos y a la Cruz Roja.
Para esto ya había intervenido un doctor particular y le aplicaron una inyección.
Finalmente fue trasladado a la Cruz Roja.
Navarro acompañó a los ambulantes y regresó a la residencia hasta las 22:00 horas, indicando que Rafael había fallecido.
Dijo que le habían comunicado que murió a consecuencia de una congestión alcohólica.
El señor Peluffo afirmó que no hubo ninguna riña en la residencia y que Rafael seguramente sufrió un accidente al estar nadando, por el estado en que se encontraba.
Por su parte, Jorge Luis Navarro afirmó que ellos aplicaron los auxilios necesarios a Rafael Romero, sin tener conocimientos médicos, por lo cual pudieron causarle las lesiones de que se habló al realizarle la necropsia.
Navarro aseguró que un médico legista le explicó que cuando un individuo se lanza al agua y además de conmocionarse se golpea, el agua “no se le va a los pulmones, sino al estómago”, y de ahí que se afirmara que Rafael no falleció de asfixia por sumersión, basados los médicos en el hecho de no haber encontrado agua en los pulmones del periodista.
El comunicador y ex-novillero (parado al centro) en una reunión de amigos, poco antes de la tragedia en la residencia de Ana Luisa Peluffo.
Rafael Romero se ahogó accidentalmente, aseguraba y repetía el señor Navarro, cuya afirmación tenía el aval de otro testigo de los hechos, el de Cuauhtémoc Muñoz, también periodista.
Luego Jorge Luis Navarro conoció la versión dada por la policía de Morelos, en el sentido de que al realizar la autopsia en el cuerpo de Rafael se le localizó un desgarre en los intestinos, amén de escoriaciones en todo el cuerpo. Extrañado, dijo al respecto:
“Yo personalmente, y varios de los presentes, sometimos el cuerpo de Rafael a una presión continua en nuestro afán de extraerle el agua que había ingerido. Lo movimos una y otra vez y es posible que se las haya causado contra el suelo”.
Sin embargo, dadas las influencias interpuestas por muchos personajes, así como la veloz huida de quienes estuvieron en la residencia de Ana Luisa Peluffo y el desorden que había en el jardín de esa casa, fueron circunstancias en que la policía morelense fundó sus sospechas de que el periodista Rafael Romero no murió accidentalmente.
Además, declaró el licenciado Benjamín Gaxiola Cota, que los bomberos y el personal de la Cruz Roja fueron llamados hora y media después de que Romero Sánchez había caído a la alberca.
Esa misma noche empezó la movilización para que el suceso no trascendiera a la opinión pública y para que la muerte del periodista y ex-novillero fuera considerada como accidental. Varias personas insistieron en que se dispensara la autopsia, afirmó Gaxiola Cota, quien era uno de los agentes del ministerio público comisionados para realizar la averiguación.
Mientras el doctor Gilbón Maitret examinaba el cuerpo de Romero Sánchez, practicando una segunda necropsia, Gaxiola Cota fue interrogado por los reporteros.
Declaró el funcionario morelense que el asunto “era muy delicado”. Al inquirírsele por qué no se interrogó a los que se encontraban en la residencia, incluyendo a la familia Peluffo, Gaxiola tuvo esta respuesta:
“Después de que murió el periodista, fue un arrancadero de coches. Aquello parecía un rally como si dieran el banderazo de salida. Nadie se quedó, ni los Peluffo. En el jardín había muchas mesas, sillas, botellas y vasos.
La mayor parte de las sillas y mesas estaban derribadas y en completo desorden; muchos vasos estaban rotos y había botellas regadas por todo el jardín”.
Respecto a la intervención de los bomberos y del médico de la Cruz Roja, solicitados por Ana Luisa Peluffo, después de que se habían hecho intentos para salvar a Romero Sánchez, Gaxiola Cota declaró:
“El llamado a la Cruz Roja fue aproximadamente a las nueve de la noche, poco antes se solicitó el servicio de los bomberos. Los hechos habían ocurrido a las 19:30 horas; tardaron mucho tiempo en hacer esos llamados.
Escenificando dramáticamente, el padre de Ana Luisa Peluffo explicaba que la muerte de Rafael
Romero Sánchez se debió a un accidente, ya que el periodista se metió a nadar en estado de ebriedad. La escena fue captada en la Policía Judicial del Distrito.
GRAVES TORPEZAS EN PESQUISAS
Por otra parte, se presentaron ante la dirección de la Policía Judicial del Distrito, específicamente ante el señor Melchor Cárdenas, Manuel Tránsito Peluffo, David Ruiz Cabañas y Cuauhtémoc Muñoz.
Peluffo ratificó todo lo declarado a LA PRENSA, en el sentido de que la muerte de Rafael fue accidental y que él, Manuel Tránsito, fue quien primero se dio cuenta de que el periodista no salía a flote en la alberca.
Con muchos movimientos, para hacer su declaración más gráfica que oral, hablando reiteradamente de que no hubo riña alguna en la residencia de Ana Luisa, Tránsito Peluffo manifestó que Rafael Romero estaba ebrio y empezó a nadar; luego hizo bromas y finalmente se arrojó con fuerza a la alberca. Dijo que “no hay nada que ocultar”.
El doctor Gilbón Maitret, por su parte, indicó que “sabemos que se cayó y que se golpeó. No podemos decir si fue voluntariamente o no; me inclino a creer en lo accidental por las versiones que hay”.
Lo que precisó Gilbón Maitret fue que no hubo estallamiento de vísceras y que las escoriaciones observadas probablemente fueron producto de la misma caída dentro de la alberca o en las maniobras realizadas para sacar el cuerpo de ese lugar. En nueva entrevista manifestó:
“Si esto fue accidental, sólo puede ser que se haya caído o que alguien, jugando, sin querer causarle mal alguno o la muerte, lo haya aventado a la alberca. Respecto a que haya intención delictiva, no hay nada ostensible”.
Expresó Gilbón Maitret que lo importante en el caso era investigar si “se echó al agua o lo echaron; si fue golpeado antes de entrar al agua y saber la magnitud de ese golpe, pues pudo haber sufrido nada más una conmoción o bien pudo ser mortal”.
Opinó que la fractura en la cabeza se la pudo causar al golpearse contra una parte plana y ésta pudo ser el piso de la alberca.
Dijo el criminalista que “aun golpeándose una persona al caer a una alberca, le entra agua a los pulmones; si únicamente le entró agua al estómago, entonces no murió ahogado”. Luego señaló que si a Rafael lo hubiesen arrojado a la alberca cuando ya hubiese fallecido, “no se habrían encontrado escoriaciones”.
Añadió que se pudo producir un paro respiratorio tras recibir el golpe; permaneció en estado de inconsciencia y aunque ya no respiraba, el corazón seguía trabajando.
Mientras tanto, el señor Eduardo Cal, padre del infortunado periodista, señaló lo siguiente:
“Yo no puedo asegurar nada. Sólo la justicia divina castigará a quien me quitó a mi hijo; la justicia humana se amolda por el que tiene dinero. Yo no lo tengo ni tengo”. Don Eduardo añadió que después de enterarse de todo, consideró que difícilmente se esclarecerá el caso. “Pero no voy -dijo- a lanzar cargos ni mucho menos voy a poner investigadores, porque no dispongo de dinero para hacerlo”.
El viernes 2 de julio de 1965 el licenciado José Banjamín Gaxiola Cota nos informó que fue cesado de su cargo como agente del ministerio público adscrito a la Jefatura de Policía en Cuernavaca, por haber declarado lo que él consideraba la verdad en relación con la muerte del periodista Rafael Romero Sánchez.
Gaxiola Cota dijo a los reporteros que sostenía que no se trataba de un accidente sino de un crimen lo ocurrido el domingo 27 de junio de ese año en la residencia de Ana Luisa Peluffo.
Con esto, el caso tomó un sesgo especial. También en Cuernavaca se supo que el doctor Ignacio Petriz Ortiz, jefe de los servicios médicos legales, recibiría el cese fulminante porque dictaminó -después de practicar la primera necropsia- que Romero Sánchez fue asesinado a golpes y no ahogado.
Ana Luisa Peluffo y su familia reiteraban el 2 de julio en la Procuraduría de Justicia que la muerte del periodista fue producto de un accidente. Durante una hora la artista dio explicaciones sobre lo sucedido y reiteró que lamentaba mucho la muerte de Rafael Romero Sánchez, a quien era la segunda ocasión que veía.
Quedó precisado que fue el doctor Francisco Magdaleno Vega quien atendió a Romero Sánchez. Ana Luisa afirmó que personalmente fue a la residencia del médico, a 150 metros de la famosa “casa de los cuatro nueves”, donde el misterio se apoderó de la verdad en este caso trágico ocurrido en 1965.
Fuentes:
Escrito por LA PRENSA
Consulta hemerográfica:
Luis Francisco Macías
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