Los toros dan y quitan

ÁNGEL PASTOR GÓMEZ "ÁNGEL PASTOR " (1850 - 1900)

No hubo torero que disfrutara de más simpatías que él en la plaza de Madrid, a lo que contribuyó mucho su exquisito trato y su cultura. Fue un notable músico. Nació en Ocaña (Toledo) el 15 de junio de 1850 y se crió en Aranjuez, donde sus padres tenían establecida una fonda. Quisieron estos darle una carrera, pero él salió con la tecla de que quería ser torero, y perteneció a la cuadrilla de Cayetano Sanz --de quien copió su elegancia-- y luego a la de Frascuelo, que le prestó apoyo hasta ponerle en pie de tomar la alternativa. Le concedió ésta Lagartijo el 22 de octubre de 1876, con el toro Madroño, del marqués del Saltillo, y completaron el cartel Frascuelo y Chicorro. Agreguemos que este acto se celebró en Madrid. Fue muy fino en el manejo del capote y la muleta; pero se eternizaba pinchando. La última vez que toreó fue en Lisboa, el 3 de septiembre de 1893, y falleció el 7 de abril de 1900, a consecuencia de una lesión --descuidada o mal cuidada-- que sufrió en 1897 al volcar un cochecito en que daba un paseo. Por los humanitarios servicios que prestó en una catástrofe ferroviaria ocurrida en Quintanilleja (Burgos) el año 1891, le fue concedida la Cruz de Beneficencia. Y ya digo: fue un torero artista que igual manejaba la capa y la muleta que interpretaba en el piano una melodía de Schubert.

DOMINGO DEL CAMPO ALCARAZ "DOMINGUÍN" (1873 - 1900)

Foto cortesía del Site Taurino de Dale Pierce Who´s Who

Matador nacido en Madrid el 12 de junio de 1873;  se inicia en la vida como aprendiz de cerrajería, y luego hizo un aprendiz de torero participando por amor al arte en todas las capeas organizadas en torno a Madrid. Logró figurar por algún tiempo como banderillero en la cuadrilla de Cándido Martínez  “el Manchego”. El 17 de diciembre de 1893 participa como novillero en Madrid,  tomando la alternativa hasta el 28 de octubre de 1898 en la misma ciudad de manos de “Torerito” y teniendo como testigos a “Lagartijillo” y Emilio Torres “Bombita” para  enfrentar a  toros de la ganadería de Ibarra.

 

Al poco tiempo de su alternativa (cerca de dos años), un 7 de octubre de 1900 en la recién inaugurada Plaza estilo árabe de las Arenas de Barcelona, preparándose para un quite, recibió una tremenda cornada de  “Desertor” o “Receptor”,  número 133 negro meano y primero de la tarde, algo delantero de cuerna y con ella un poco apretada,  de la dehesa de don Eduardo Miura.  Al arrancarse para tomar una vara de Cipriano Moreno, se salió suelto, y en la huida cogió a “Dominguín”, infiriéndole una terrible cornada en la región inguinal izquierda de diecisiete centímetros de profundidad; pasó que no tuvo tiempo de reaccionar ante la cogida, le suspendió en el aire unos segundos arrojándole en la arena. Fue una cornada tremenda con rotura de la vena safena y la arteria iliaca. A las diez menos doce minutos quedó como adormecido. Había muerto. Al picador José Bayard “Badila” en estado preagónico, alcanzó a decirle convencido de su muerte: "Señor José, déme un beso de despedida". Después, al final del borde de la vida y recordando a su madre exclamó: ¡Pobre madre mía!,  muriendo, tras cinco largas horas de lucha, de dolor, y de dura agonía, tenía 27 años. Ese día, José García Rodríguez,  “Algabeño”, con quien compartía cartel,  supo sobreponerse a la impresión, y llevó brillantísimamente la lidia de la corrida, y estoqueó, superándose los toros restantes, lo cual deberá siempre contarse entre las efemérides del toreo más señaladas, por lo trágico del suceso y por la serenidad y comportamiento magistral del “Algabeño”.

 

El erudito taurino, don Juan José de Bonifaz Ybarra, refiere de este lidiador que <<más que una promesa , era ya una realidad de buen torero, aparte de su valentía y pundonor reconocidos, el madrileño  Domingo del Campo, el primero que utilizó en los carteles el apodo de “Dominguín” . Llevaba actuando como espada de alternativa menos de dos años cuando le anunciaron el 7 de octubre de 1900 en la plaza de Las Arenas, de Barcelona, para dar cuenta, en unión de José García (el Algabeño) de un encierro de la vacada de Miura. El lidiado en primer lugar, el morito “Receptor”, le derribó al salir suelto de una vara y, una vez el espada en el suelo, le infirió una profunda cornada en la zona inguinal izquierda por la que dejaría de existir a las diez de la noche del mismo día. " 

TOMÁS PARRONDO "MANCHAO" (1857 - 1900)

Foto cortesía del Site Taurino de Dale Pierce Who´s Who

Matador de toros madrileño que nació el 21 de septiembre de 1857. Fue un torero muy capaz que incluso hizo temporada en  México a fines de 1890 y justo en esas tierras perdió la razón.  Él empezó a presentar  claros signos de desquiciamiento en sus últimas corridas de toros, donde se le vio desorientado y carente de razón y  tomando excesivos riesgos que ponían en peligro su vida. De ahí volvió a Madrid idiotizado y casi impedido del habla por la enfermedad, y muy aturdido se le ve presenciar las corridas de toros  en Madrid, pedir tabaco torpemente, y mirarlo todo con los ojos inexpresivos y turbio, donde falleció de la mente ido hacia el año de 1900. Muchos escritores sostienen que este extraño comportamiento corresponde a una persona que pudo haber sufrido de un tumor cerebral por lesiones mal atendidas en el desarrollo de su arriesgado oficio, como pudo ser el causado por una fuerte cogida y traumatismos que sufrió de un novillo en Madrid y  que le causó incluso envejecimiento prematuro. En 1892 llegó a Cali procedente del Perú la primera cuadrilla de toreros de verdad: Tomás Porrondo "Manchao" (matador) y los banderilleros Manuel Vera "Mazzantinito" y Wenceslao Carrillo "Minuto". Se constituyó sociedad bajo la denominación Empresa Circo de Toros, liderada por Ulpiano Lloreda; se abre la Plaza de Armas el 25 de septiembre, siendo esta fecha la primera en que veían hombre luciendo coleta los caleños. Estos se emocionaron hasta el delirio con su labor. Acostumbrados a las encerronas populares de las plazas de la Constitución --hoy de Caycedo-- y San Nicolás, resultaba sorprendente la lidia ordenada y los trajes de luces implantados por "Manchao" y los suyos. Se vieron toda clase de suertes: salto de la garrocha, banderillas a porta gayola y lances al alimón. Tomás Parrondo se doctoró el 24 de septiembre de 1889 en la Plaza de Barcelona  siendo su padrino “El Gallo”. (Fuente: Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega) 


Cartel. Pag. 20 “Colombia Tierra de Toros” Alberto Lopera, Espasa Calpe, Madrid 1989.

Don Jorge Arturo Díaz Reyes escribió esta bella editorial en su homenaje que a continuación transcribo: PASION Y MUERTE DEL “MANCHAO”.- Sucio, desastrado, con la mirada extraviada rondaba las tascas próximas a la plaza de toros, la vieja, la de la carretera de Aragón. Balbuceando, pedía tabaco, una moneda, un chato de vino. Así, había vuelto de América. Ni sombra del bizarro torero, cuyo retrato aun miraba soberbio desde aquel único y amarillento cartel. Ya nadie le llamaba matador. Unos decían que un toro le había deshecho el cerebro. Otros, que una enfermedad tropical, y hasta hubo quien salió con el cuento del maleficio despechado.

Pensaban que no pensaba, porque tartajeaba incoherente. Sin embargo, revivía imágenes, palabras, escenas, que llenaban, caóticas, la soledad de su memoria. No era viejo, cuarenta y tres años, pero lo parecía. En primavera, cuando todo renace, él, abandonado en su cuchitril, agonizó sin saberlo, perdido en estos desvaríos…

Llovía, como llueve, cuando llueve, por el cañón del Dágua. Bajo los encerados, cinco jinetes y su recua de mulas, avanzaban, con frágil equilibrio, entre la selva vertical que desgajaba cascadas, y el abismo, en cuyo fondo rugía el río amarillento y recrecido. El antiguo dorador, empapado, disfrutaba contrastando esos desafueros naturales con los monótonos días de su primer oficio, cuando las horas ensimismadas se iban ornando, para la virtud o el pecado, retablos de iglesias y molduras de alcobas, en la civilizada Madrid. Era todo tan plano, tan previsible, tan poco heroico, que no lo soportó. El estruendo del aguacero, la creciente, y el chapalear de cascos, hacía imposible la conversación. Dejándose llevar de la cabalgadura y los recuerdos se abstraía, como ahora, del viaje.

Feliz, había cambiado su sedentario trabajo, por la vida incierta del novillero errante. Contra los ruegos de quienes le querían, durante más de diez años peregrinó tras la fama por ciudades hostiles y aldeas despiadadas, jugándose el pellejo a cambio de monedas, un poco de comida, o a veces de pedradas. Enfrentando públicos y animales de toda catadura, vio matar, vio morir, sufrió cogidas y cornadas graves. No pocas veces la muerte le perdonó la vida. Sintió el desprecio, la lisonja, el insulto, el aplauso, la volubilidad. Ahora, con la ilusión intacta, se internaba de nuevo en este país, de montañas descomunales, donde, desde la guerra colonial no entraban españoles, no conocían la corrida, ni criaban ganado de lidia, sino toros tigreros.

Muchas cosas raras había visto. Pero jamás un diluvio como este, lo peor, es que no se puede fumar – masculló, mientras giraba la cabeza para tratar de comprobar, a través de la cortina de agua, que “Minuto”, el banderillero, aun le seguía. Curtido, a fuerza de aguantar, insistir y aguantar, había logrado que aficionados y empresarios se fijaran en él. Hasta sesenta novilladas llegó a torear en una temporada: Dos arriesgados triunfos en “La Maestranza” convencieron a Don Fernando “El Gallo” de darle alternativa. Se la dio en Barcelona, pero no más le dio. Su padrino, y las otras figuras: “Frascuelo” “Lagartijo” “El Espartero” “Guerrita” “Mazzantini”… no cedían ni compartían sus puestos, la verdad es que con ellos bastaba.

Sin lugar en los carteles, ni en la vida, siguió la ruta de los que no tenían ruta; América, y, al único lugar de América donde podía ir, por esos años, un matador desocupado. A Méjico. Fue, se arrimó, y por fin recibió la paga del torero: dinero rápido, fugaz admiración y sexo fácil. Todo iba bien, pero un motín dio pretexto a Porfirio Díaz para prohibir las corridas durante cuatro años. Eso lo aventuró más al sur; Perú y Colombia. Había que torear. Lo hizo en Acho, de allí, de Lima, venían, él y su cuadrilla. Enterados de una plaza nueva y unas fiestas pueblerinas, se habían embarcado hasta una pantanosa bahía, y ahora remontaban la cordillera. Anocheció, escampó, acamparon, comieron, descansaron. Echado boca arriba, fumando, miró las estrellas, preguntándose sí serían las mismas que brillaban en España, así, se durmió el veintidós de septiembre de 1892, el año en que “Guerrita”, celoso, porque habían aplaudido más al “Espartero”, juró no volver a Madrid.

Había nacido con un enorme lunar en la cara, por eso le llamaban “Manchao”. Aunque era quisquilloso, el apodo no le ofendía --El apodo es cosas del oficio, pensaba, cada torero tiene el suyo, y entre más feo, más mérito en hacerlo respetar. La plaza nueva, era solo un armazón de tablas y gruesas cañas (guaduas). Construida junto a un río, en ella, toreó cuatro soleadas y calurosas tardes. Fueron las primeras cuatro corridas modernas, que presenció ese pueblo de 18.000 almas, casas de adobe y techos de paja. Como en México y Perú, en las gradas había gente de diversos colores, aunque más negros aquí. Entusiasmados y borrachos, casi todos aplaudían, menos un bravucón, que divertido con sus maneras, su estrafalario traje y sus medias raras, quiso lucirse ridiculizándolo. Los notables, debieron esforzarse después para impedirles un duelo a tiros…

Con estas visiones deliraba “El Manchao” tirado en el camastro, donde la muerte, tan complaciente con él en su época torera, volvió a buscarlo y ya no le quiso perdonar. Había feria en Sevilla. Era lunes, veinticinco de abril de 1900. El año en que “Lagartijo” murió inmortal en Córdoba. El mismo año en que “Desertor” de Miura, mató a Domingo “Dominguín” en Barcelona. Con el tiempo, una mínima biografía, un retrato y su nombre, junto a los de otros matadores muertos, ocuparían lugar alfabético, en algún diccionario taurino y en una enciclopedia: “Torero de brillo: valiente y seguro con el estoque, gallardo y hábil con los palos y el capote. Mereció más la popularidad y menos la mala suerte de su vida”. En Cali, aquel caserío lejano, ahora ciudad, donde toreó en la plaza nueva de guadua, junto al río, han levantado una monumental de concreto, siguen dando ceremoniosas corridas y le tienen por precursor. Nunca debió imaginar, que la perseguida gloria le llegaría tan tarde y tan poca.

Fuentes:
Revista “Al Ruedo”, Cali, diciembre 1999
http://deltoroalinfinito.blogspot.mx/2013/12/pasion-y-muerte-del-manchao-por-jorge.html


Cortesía de don José Antonio Román Romero

De él cita don José Antonio Román Romero: Banderillero atrevido y matador de toros sin alternativa por incuria suya. Nació en Madrid en 21 de Septiembre de 1857. Sus padres, bien acomodados, le hicieron estudiar segunda enseñanza y luego le dedicaron al oficio de pintor y dorador. Su aprendizaje como torero le hizo en la plaza de los Campos Elíseos de Madrid y en otras de los pueblos de la provincia, hasta el año de 1878 que se presentó en la principal, formando parte de las cuadrillas de Felipe García, Antonio Pérez y Gabriel López. Simpático y modesto, muchos aficionados que fundaban en él sus esperanzas, las perdieron al marchar este a America , allí hace años estaba colocado por los aficionados inteligentes al frente de los matadores sin alternativa, que pudo tomar mucho antes, seguir trabajando en España, conquistarse un puesto en el toreo, ya que valía mucho sabiendo y ejecutando. Se abandonó, no oyó consejos, volvió sin entusiasmos y retraído lo que produjo su fracaso .Volvió a Madrid idiotizado y casi impedido del habla por la enfermedad, y muy aturdido se le ve presenciar las corridas de toros en Madrid, pedir tabaco torpemente, y mirarlo todo con los ojos inexpresivos y turbio, donde falleció de la mente ido hacia el año de 1900. Muchos escritores sostienen que este extraño comportamiento corresponde a una persona que pudo haber sufrido de un tumor cerebral por lesiones mal atendidas en el desarrollo de su arriesgado oficio. Había nacido con un enorme lunar en la cara, por eso le llamaban "Manchao". Aunque era quisquilloso, el apodo no le ofendía --El apodo es cosa del oficio--, pensaba, cada torero tiene el suyo, y cuanto más feo, más mérito en hacerlo respetar.

EDWARD MORGAN (XXXX - 1900)

Solo para efectos ilustrativos

Estación del Tren  en Bound Brook, N.J., USA

http://www.somersetbusinesspartnership.com/visit/somerset_historic_sites.html

El 16 de julio de 1900, William Arnold de 8 años de Nueva York y Edward Morgan, hijo de Samuel Morgan, de Zion, una zona rural cercana a la población de  Bound Brook, N.J., USA,  fueron atacados por un toro, donde Edward Morgan resultó muerto, y su primo Arnold (quien había venido a pasar el verano con su tío) resultó gravemente herido. Al parecer,  ambos jugaban en la finca cuando fueron a acariciar al toro, quien era ordinariamente amable, pero de improviso el animal desconoció al visitante y empezó a agredirlo, por lo que fue socorrido valerosamente por Edward,  ayudándose con un palo, por lo que la bestia lo atacó, lanzándolo por los aires, para después pisotearlo y cornearlo en el suelo repetidas veces hasta dejarlo sangrante. La tragedia no se detuvo hasta que un trabajador de la granja vio sus apuros y con dificultades logró apartar al toro, al resultar también herido. Edward fue llevado a su casa, donde murió, mientras que William permanecía en estado grave, presuntamente, por daños internos.

Fuente:

The New York Times del 17 de julio de 1900

http://query.nytimes.com/mem/archive-free/pdf?res=FA0D1FF73D5B11738DDDAE0994DF405B808CF1D3

CURRO MORA (XXXX - 1900)

Solo para efectos ilustrativos
Obra del ilustre pintor Ricardo Villegas
Cordero (Sevilla - 1849-1896)

Refieren en el portal taurino en Internet: "Mediaveronica.com" que un 3 de febrero de 1990 fallece en San Sebastián de los Reyes (Madrid), en accidente de automóvil, el novillero cartagenero Curro Mora. Era sobrino del matador de toros José Ortega Cano.

FRANCISCO APARICI PASCUAL "FABRILO II " (1868 - 1900)

Foto cortesía del Site Taurino de Dale Pierce Who´s Who

Matador de novillos y banderillero, nacido en Ruzafa (Valencia) el 17 de junio de 1868, falleció por asta de toro el 30 de abril de 1900, a los 32 años de edad, en la Plaza de Toros de Valencia. Era hermano que fue de Julio Aparici (Fabrilo).Se inició como becerrista en la plaza de Valencia los años 1887 y 1888. Hay que recordar que en aquellos años se celebraban becerradas en sitios determinados en las calles valencianas de Sahagún y Ruzafa. El 27 de enero de 1887 se estrenó como novillero, y el 30 de septiembre de 1888 se presentó como tal en la plaza de Yecla (Murcia). En sus primeros tiempos se apodaba “Zeme”, “Alegrito” y “Fabrilo II”.

Su hermano Julio le dio un puesto de banderillero en su cuadrilla, ya que como matador no tenía mucho éxito, pese a su notable valentía. Él fue quien hizo el primer quite al funesto toro, llamado “Lengüeto", dando lugar a que las asistencias se llevaran a la enfermería el cuerpo ensangrentado de su hermano Julio, que le arrebató la vida.

Al mes justo de la muerte de su hermano, se presentó Francisco como estoqueador en la Plaza de Toros de Valencia, alternando con Francisco Piñero (Gavira) y Antonio Olmedo (Valentín). Al hacer el paseo fue ovacionado, y el segundo “Fabrilo” demostró aquella tarde del 27 de junio de1897, un gran pundonor y un valor a toda prueba. Salió en hombros de la plaza con sus compañeros. El 8 de enero de 1899 se presenta Francisco Aparici Pascual en la Plaza de Toros de Madrid, alternando con Antonio Olmedo (Valentín), confirmando “Fabrilo II” su fama de valiente, matando sus dos novillos, “Currito” y “Manolito”, de don Ildefonso Gómez, de una estocada superior al primero y de media lagartijera al segundo, después de una faena laboriosa.

Once años después, también un día, el 30 de abril de 1900 (El erudito Juan José de Bonifaz Ybarra la ubica hacia el 30 de abril de 1899), se organizó en Valencia una novillada para los dos espadas valencianos “Finito” y Francisco Aparici “Fabrilo II”; el ganado era de don Felipe de Pablo Romero. Francisco estuvo tan desgraciado al estoquear al primero y segundo de la tarde, que escuchó tres avisos, y cuando iban a salir los cabestros cayó el toro de media estocada. Salió el cuarto, de nombre “Corucho”, negro, grande y astifino. Fue mal picado y peor banderilleado, desarrolló el peor de los sentidos: el de un mala lidia, y al final del último tercio se defendió pegado a las tablas. Al entrar a matar fue enganchado y la sangre comenzó a brotar en abundancia. La profunda cornada en el muslo derecho le interesó la arteria femoral por lo que fue llevado a la enfermería, lugar donde expiró, durante las primeras horas de la madrugada del siguiente día. Vestía ese día de su desgracia, el mismo traje grana y oro, que llevaba su hermano Julio cuando resultó herido de muerte. Dos hermanos, este novillero y el primer finado matador, fallecieron tras llevar el mismo traje…ambos reposan ahora en el Cementerio de Valencia. (Crónica del historiador Juan José Zaldívar Ortega)


Cortesía de D. José Antonio Román Romero

Refiere Don José Antonio Román Romero en su Blog taurino en Internet "De Hombres, Toros y Caballos", que, Francisco Aparici Pascual “Fabrilo” nacio en Ruzafa (Valencia) el 17 de junio de 1868,era hermano del desventurado matador de toros Julio Aparici Pascual, que también se anunció en los carteles bajo este apodo taurino. Tuvo la mala fortuna de pasar a la historia por haber muerto dos años después que su hermano, del que fue banderillero, con el mismo traje y el mismo día, un 30 de abril, pero de 1899. Se lidiaron novillos defectuosos de D. Felipe de Pablo Romero: para Carlos Guasch "Finito” y Paco Fabrilo. Los toros fueron duros de patas, bravos y con mucho empuje y cabeza. Se distinguieron por lo bravos los lidiados en tercero y quinto lugar. Este último fue de los que acreditan una ganadería; tomó un buen número de puyazos y dejó para el arrastre cinco caballos. Entre todos, 12.


Fabrilo preparándose para salir aquel fatídico día
Cortesía de D. José Antonio Román Romero

Como director de lidia, Fabrilo encontró a su primer toro completamente descompuesto y desarmando, y lo pasó de muleta como pudo, dadas las pésimas condiciones del animal. Varias veces intentó entrar a matar, y otras tantas fue desarmado. Aburrido, jadeante y con dos avisos, le determinó a entrar a la media vuelta, cosa que debió haber hecho la segunda vez que entró a malar. El público le silbó, y el diestro, que por pundonor entró a matar dándole la cara al toro, se retiró al estribo maldiciendo quizás la imbecilidad de los que le silbaran. Su segundo, qué por no variar también tenía su trozo de puya en el cuerpo, llegó como es natural manso a la muerte, sin que durante la lidia semejara a sus hermanos en bravura. El toro tomó querencia en la puerta de los chiqueros, y Paco intentó con medios pases sacarle o separarle de los mismos sufriendo un acosón en uno de ellos. Entró a matar con mucha vergüenza, y señaló un pinchazo. Nuevo trasteo, y nuevo acosón y desarme. Entró de nuevo a matar, estando el toro contra querencia y un tanto humillado, y dejó una buena estocada siendo enganchado y sufriendo terrible cornada en la cara anterior del muslo derecho, de la cual manaba abundantísima sangre. A pesar de sus esfuerzos, fue retirado a la enfermería, dejando como huella de su paso un reguero de sangre. La conmoción que sufrió el público, fue terrible. Cuando el toro dobló, las cuadrillas entraron a enterarse de la gravedad da la herida, conociéndose en sus rostros ésta, cuando volvieron de nuevo a la plaza: era mortal de necesidad. Los facultativos le apreciaron una herida de seis centímetros de extensión por quince de profundidad situada en la cara anterior del muslo derecho, en la unión del tercio medio con el superior, dirigida hacia arriba y atrás, interesando la piel, tejido celular, aponeurosis y músculo sartorio, y contusión del paquete vásculo nervioso. El público no abandonaba la plaza, en espera de consoladoras noticias, que por desgracia no llegaban nunca; al contrario, de momento en momento eran éstas más graves. En vista de su gravedad, le fueron administrados los Santos Sacramentos, Pocos momentos después, entró en reacción y habló breves frases; cayendo en seguida en un fuerte colapso.


Después de expirar en la enfermería de la plaza
Cortesía de D. José Antonio Román Romero

A las ocho de la noche prestó declaración ante el Juez Sr. Alcalde, haciendo algunas manifestaciones respecto a sus bienes, si, como esperaba, la herida era de muerte. La escena que se desarrolló entre los presentes fue desgarradora. A las nueve menos cuarto se le practicó la primera cura, observándose que la herida comenzaba en el vértice del triángulo Scarpa, subiendo oblicuamente ocho centímetros, rasgando la vena femoral tres dedos por debajo de la ingle, y se dirigía hacia dentro hasta la fosa oval subpuviana. El trayecto oblicuo de la herida desde el orificio de entrada hasta el punto en que rasgó la vena, impidió en los primeros momentos la libre salida de la sangre, coagulándose ésta en el canal.


"Corucho" novillo de Pablo Romero que causo la muerte de Paco Fabrilo
Cortesía de D. José Antonio Román Romero

La cura fue practicada hábilmente por el Dr. Lloret en 52 minutos. Velando al herido, estuvieron muchos amigos del diestro, los Dres. Lloret y Martí Soriano, el practicante Sr. Ruiz, el hermano de Fabrilo, los banderilleros de su cuadrilla y los picadores Fajardo, Chano, Paje y Curró Melena. En las inmediaciones de la plaza hubo toda la noche grandes grupos que iban a interesarse por el curso que siguiera la herida del querido espada. , Los telegramas que se recibieron pidiendo noticias de su estado fueron numerosos.


Chaquetilla del fatídico traje, expuesta en el museo taurino de Valencia.
Cortesía de D. José Antonio Román Romero

La noche la pasó intranquila, lo mismo que la mañana del siguiente día. A las dos y quince minutos del siguiente a su cogida, entregaba su alma a Dios el infortunado Paco, viéndose en su última hora rodeado de su familia y de sus amigos más queridos. Una hora después, era conducido el cadáver al domicilio de la familia en una camilla, escoltada por cuatro guardias municipales de a caballo. La muchedumbre que seguía tan fúnebre comitiva, era grandiosa. El traje que lucía la tarde de su cogida este desgraciado diestro, era grana y oro, el mismo que llevaba su hermano Julio el día que recibió la cornada que le ocasionó la muerte.