BERNARDO GAVIÑO RUEDA (1812 - 1886)
Ilustre matador de toros que nació en Puerto Real (Cádiz) el 20 de agosto de 1812. Era pariente, aunque lejano, del Maestro Juan León “Leoncillo”, de quien recibió las primeras lecciones en el Matadero de Sevilla. Luego trabajó a las órdenes del matador de toros Bartolomé Ximénez y del novillero Francisco Benítez Sayol, estoqueando toros en varias ocasiones.
En 1835, el gaditano Bernardo Gaviño fue convencido por el matador mexicano Manolo Bravo para que probase fortuna en la fiesta taurina de su patria. Bravo le consiguió un contrato para torear en México a través del cónsul de éste país en La Habana, donde residía el matador. A partir de ese momento, Gaviño se convirtió en el eje de la fiesta en México. Se le concedió el título de director de lidias y maestro de toreros. El gaditano puso orden en las corridas, dictó enseñanzas y mantuvo la tradición española en los festejos de a pie. Lo único que Gaviño no impuso en los ruedos mexicanos fue la suerte del volapié, inclinándose más por la facilidad del que allí se estilaba y que llegó a conocerse equivocadamente como "estocada a la española", de tal forma que toreros españoles que intervinieron posteriormente en festejos en tierras mexicanas fueron fuertemente abucheados cuando mataban al volapié, por creerse el público que era una suerte mal ejecutada.
Cortesía de
http://www.puertorealloro.es/web/index.php?option=com_content&view=article&id=1465:puerto-real-conmemora-en-2012-el-bicentenario-de-bernardo-gavino&catid=47:sociedad&Itemid=118
Posteriormente, llegó Bernardo Gaviño a Puebla, donde vivió con su cuadrilla y daba temporadas de treinta o cuarenta corridas por año. Era tanta la afición que se empezó a construir la Plaza de El Paseo Nuevo. Mientras tanto, los festejos se dieron en el palenque de Los Gallos, en 1840. Esta plaza fue construida de piedra y madera con capacidad para ocho mil espectadores, fue inaugurada el 11 de abril de 1841 por el propio Gaviño, quien en este mismo escenario dio la alternativa a Ponciano Díaz, el 13 de abril de 1879, siendo la primera que se otorgó en nuestro país. La plaza de El Paseo Viejo de Puebla, México, ubicada en San Francisco, era de madera como las de ese tiempo, aunque duró únicamente tres años. Tuvo la particularidad de ser inaugurada el 28 de marzo de 1880 también por Bernardo Gaviño, con el toro "Garlopo" de Santín, que recibió nueve varas, mató seis caballos, y por haber sido tan bravo, lo disecaron de cuerpo entero. Infortunadamente fue cogido en la Plaza de Toros de Texcoco por un toro de nombre “Chicharrón”, de la Ganadería de Ayala, el 31 de enero de 1886 a la edad record de 73 o 74 años de edad, siendo causas del trágico percance entre otras, la pérdida de facultades físicas por la edad, y un instante de descuido o de mala percepción que puede tener el mejor de los toreros ante las reacciones imprevistas de una bestia enfurecida. Al dar un pase de pecho, fue cogido por la espalda, suspendido y engatillado, recibiendo una herida en la proximidad del ano, hacia la derecha, en la región anatómica llamada por los facultativos hueco isquio rectal. Murió a consecuencia de la infección de una herida en el recto, a las 9:30 de la noche del día 11 de febrero siguiente en su casa en Callejón de Tablajeros en México D.F. donde residía, no habiéndose dejado ver ni curar la herida en la desguarnecida enfermería de la Plaza de Toros de Texcoco, atendiéndose más tarde y durante días por propia mano, con admirable bizarría, en la intimidad de su hogar, lo cual resultó carente para contener la infección que le sobrevino. El afable Maestro se doctoró en Montevideo Uruguay de manos de Manuel Domínguez Campos “Desperdicios”, y hasta estos días se evoca su nombre con afecto agradecido en tierras mexicanas. (Fuente: Compilación de varias crónicas)
Cortesía de
http://www.puertorealweb.es/spip/spip.php?article261
Grabado que se publicó en el libro de Domingo Ibarra: Historia del toreo en México (…). México, Imprenta de J. Reyes Velasco. 1887. 128 p. Retrs. y grabs.
El célebre historiador, don Juan José de Bonifaz Ybarra, refiere de este personaje de la Fiesta, que << desde su juventud actuó en diversas repúblicas hispanoamericanas el gaditano, de Puerto Real, Bernardo Gaviño Rueda, quien no solo alternó con espadas españoles de alternativa por aquellos pagos, sino que fue empresario taurino y maestro de jóvenes figuras mexicanas. En la localidad azteca de Texcoco interviene en un festejo celebrado el 31 de enero de 1886 – cuando el espada ya había cumplido los 73 años de edad -, siendo empitonado en la zona rectal por una res de la vacada de Ayala. Trasladado al Distrito Federal, en el que residía, acabó sus días el 11 de febrero del mismo año. La falta de las debidas facultades físicas fue la causa directa del lamentable suceso. "
Cortesía de
M. en H. José Francisco Coello Ugalde
Director del Centro de Estudios Taurinos de México, A.C. Junio de 2009
El 31 de enero de 2012, con motivo de la cornada mortal que recibió Bernardo Gaviño y Rueda, en la Plaza de Toros de Texcoco, estado de México, por el toro de nombre "Chicharrón", de la Ganadería de Ayala, publicó el Dr. José Francisco Coello Ugalde, una recopilación del suceso que copio a continuación:
PLAZA DE TOROS DE TEXCOCO, EDO. DE MÉXICO. 31 de enero. Toros de Ayala. Bernardo Gaviño, Francisco Gómez “Chiclanero” y José de la Luz Gavidia. El gaditano fue herido por el tercer toro CHICHARRÓN de nombre. El periódico EL SIGLO XIX reporta la noticia de la siguiente manera: El Capitán Bernardo Gaviño fue herido por el tercer toro y parece que de gravedad; igualmente lo fue un torero en el momento de clavar unas banderillas, quien probablemente perderá el brazo que le hizo pedazos el animal; y por último, una mujer cuyo nombre se desconoce, quien recibió una ligera cornada también en el momento de banderillar. El toro “Chicharrón” fue despachado “a la difuntería por el intrépido torero Carlos Sánchez”. Bernardo murió a las nueve y media de la noche del jueves 11 de febrero. (1) (1) Jorge Gaviño Ambríz: “Semblanza de un torero en el siglo XIX” (Trabajo Académico Recepcional en la Academia Mexicana de Geografía e Historia), (pp.353-375), p. 365-367.
LA VOZ DE MÉXICO, D.F., del 7 de febrero de 1886, p. 1 con algunas imprecisiones informaba que: Bernardo Gaviño, el célebre torero conocido en toda la república, fue gravemente herido por un toro en la corrida que el domingo último se dio en Texcoco. Algunos días después falleció. Hacía medio siglo que Gaviño ejercía el peligroso oficio de primer espada en nuestro país. Por su mano ha dado muerte en casi todas las plazas de las capitales de la república a cerca de cuatro mil toros, y aunque herido varias veces, nunca lo fue tan gravemente como ahora. Fue maestro de multitud de toreros mexicanos, pues cuando vino de España ya era buen banderillero. A muchos picadores y chulillos les ha salvado la vida en el largo periodo de años que ha sido capitán de cuadrilla. Multitud de hazañas tauromáquicas se cuentan de él. Recordaremos una, porque fue acompañada de circunstancias especiales. El suceso pasó en la época de la presidencia de D. Anastasio Bustamante.se trataba de una lucha entre un toro de Atenco y un tigre traído aquí por un francés. En la plaza de toros de San Pablo debía tener lugar tan terrible espectáculo, el cual aunque sin razón se caracterizó por una especie de rivalidad nacional. El patriotismo popular se puso acaloradamente del lado de nuestro toro; el dueño del tigre representaría probablemente el patriotismo bengalí, a nombre del tigre. La excitación en la capital era grande y la plaza de San Pablo se llenó totalmente de espectadores. En el centro del redondel se había levantado una gran jaula formada de fuertes maderos. Esta jaula comunicaba al toril por medio de un estrecho pasillo por el cual, a su debido tiempo, saldría el toro para encontrarse con su formidable enemigo, que ya esperaba dentro de la jaula. Salió por fin el toro y saltando se plantó ante el tigre. Este se encogió mostrando los blancos y afilados colmillos y preparándose a embestir al valiente toro de Atenco. Antes que el tigre hubiese saltado sobre su presa, le arremetió furiosamente la res y se trabó un combate a muerte entre las dos fieras. Separadas para tomar aliento, volvió el toro un instante después a arrojarse sobre el tigre, hasta que jadeantes y chorreando sangre, de nuevo se separaron los combatientes. Ambos estaban heridos, pero el tigre lo estaba mortalmente. En este momento el público prorrumpió en gritos y vivas y aplausos por el toro, pidiendo que fuese sacado de la jaula y no se prolongase más tiempo la lucha salvando la vida al bicho. La dificultad para sacarlo era casi invencible. Por su propia voluntad no quería salir y en vano se le llamaba por fuera de la jaula y por medio de capas para atraerlo a la salida. Bernardo Gaviño entonces se metió por el toril, atravesó resueltamente el pasillo penetró en la jaula y agitando su capa sin cuidarse del tigre, se atrajo la atención del toro, que se precipitó tras de él por el pasillo y entró al toril. El estupor del público al ver tan temeraria tentativa coronada de éxito, duró un instante, y se resolvió en seguida por una tempestad de vivas, y de aplausos, frenéticos por Gaviño. A poco más, lo saca en triunfo al público y lo pasea por las calles. También combatió Gaviño con bestias humanas. Una vez, hace muchos años, fue asaltado entre Durango y Chihuahua por algunos indios bárbaros, a los cuales hizo frente y se defendió, recibiendo varias heridas, hasta que los indios, creyéndole muerto, huyeron y lo dejaron maltrecho en el sitio, pero con vida. Matar toros en una plaza a los ochenta y dos años de edad (sic), seguramente solo le ha sido dado a Bernardo Gaviño, quien, con evidencia, era el decano de todos los toreros de España y las Américas. Murió en el peligro. Dios le haya perdonado.
El último domingo de enero de 1886, en la Plaza de Texcoco, el empresario Enrique Moreno presentó como primer espada a Bernardo Gaviño de 73 años.
La gente de la ciudad de México acudió a esa diversión, a pesar de lo incómodo, inexacto y mal servicio de los trenes del ferrocarril, -narra el periódico El Siglo XIX- la plaza de toros de la histórica Texcoco estaba henchida de numerosa concurrencia. El empresario Sr. Lic. Enrique Moreno ofrecía presentar como primer espada a Bernardo Gaviño, ese viejo torero que hizo la delicia de nuestros abuelos.
La función comenzó a las cuatro y media: el primer toro fue prieto, bien encornado y de regular alzada.
Entró perfectamente a la capa, aguantó varios puyazos y fue bien banderillado.
Bernardo tomó la espada y la muleta para darle muerte; pero el bicho no le quiso entrar y después de una estocada mal dada hubo necesidad de lazarlo para que el cachetero lo matara.
El segundo toro fue josco del mismo juego y condiciones que el anterior.
Al tocarse banderillas se presentó una mujer, y empuñándose un par, se dirigió a la autoridad, varias voces gritaban que no se le permitiera banderillar y otras que sí.
La intrépida mujer se dirigió al toro y después de citarlo varias veces pudo clavarle el par sufriendo un ligero agarrón en la pretina de las enaguas de donde al salir el asta del toro le causó un rozón en un brazo.
Este toro fue bien matado por Carlos (Sánchez); el segundo espada. Vino el tercero toro negro, ligero y bien encornado.
Desde que salió del toril reveló su ley y viveza. Perseguía con feroz encarnizamiento al bulto y se disparaba furioso contra el encuentro de los caballos de los picadores y persistía en la garrocha hasta tocar los ijares, no dejando con vida a ninguno de los flacos resistentes que salieron a la plaza.
Se tocó a banderillas y al ponerle el primer par persigue al banderillero, lo alcanza cerca del burladero, pega la embestida y le quiebra un brazo que le agarra contra la pared de la plaza donde el cuerno deja una profunda huella.
La compañía continúa banderillando al bicho con gran temor.
Bernardo decía satisfecho: este toro sí es de los buenos. Toma la espada y la muleta, lo cita muy cerca de la valla y el toro le da una cogida causándole una herida profunda y peligrosa.
Se mandó lazar a la fiera pero el público insistió en que la matara Carlos, hubo que ceder, tomó la espada y le dio muerte con una estocada en que le dejó puesta el arma.
Gaviño “todavía caminó por su propio pie hasta el cuartucho de adobe improvisado para enfermería, dejando un reguero de sangre pálida. La herida cerca del ano era profunda, incurable… sobre el camastro el pobre Gaviño respiraba dificultosamente después de la curación bárbara, en un cuarto mal oliente, un montón de heno en el rincón, unos frascos y unas vendas… sobre la silla de tule, los treinta pesos que cobró por actuar en esa tarde gris y polvorienta”.
Qué contraste, cuando en una función extraordinaria, ofrecida por el Presidente de la República General Santa Anna al Príncipe Nassau, entró en la arena de la Plaza una elegante carretela abierta, tirada por frisones, y en cuyos asientos posteriores iban dos preciosas niñas vestidas de azul y blanco. La carretela, a todo correr de los caballos, dio una vuelta por el circo y se detuvo cerca del lugar en que se hallaba el primer espada Bernardo Gaviño. Las niñas descendieron del carruaje y se acercaron a éste para ofrecerle una hermosa corona cuajada de monedas de oro, en los momentos en que los atronadores aplausos y los vivas de la multitud espectadora se mezclaban con los alegres acordes de la música. Bernardo subió al carruaje con las niñas e hizo su paseo triunfal en aquella plaza, durante la cual no cesó el palmoteo y el entusiasmo del público. Día de un triunfo espléndido para aquel que millares de veces expuso su vida luchando con el toro”.
Pero ahora ello parecía un sueño, o una pesadilla, pues todo había terminado. Después de varios días de agonía trajeron a Gaviño de Texcoco a México. El periódico “El Siglo XIX” del día 8 de febrero publica el estado de gravedad y las condiciones miserables en que se encontraba: “El decano de los toreros en México, el octogenario Bernardo Gaviño, sabido es que no ha muerto, pero sí se halla grave y casi al borde de la tumba. Algunos amigos que hemos estado en su casa a informarnos de su salud, nos conmovimos profundamente por la miseria horrorosa en que se encuentra. La pieza en que está es baja, oscura, húmeda, casi es un sótano El Dr. Vicente Morales lo asiste con ese empeño y solicitud que todos le conocemos y más los exagera, tratándose de heridos en lides tauromáquicas. Dados los sentimientos humanitarios que ha mostrado el buen viejo con propios y con extraños en iguales circunstancias las que hoy lo agobian, así como el deseo de algunos de sus buenos amigos para favorecerle, ahora que carece de los indispensables elementos para su curación, no hemos vacilado en promover una suscripción que pudiera acaso servirle de mucho en estos momentos.
“Es un deber de humanidad el que invocamos, así de sus paisanos los españoles, como de sus amigos del país. Los donativos se reciben en la peluquería de la calle de los Rebeldes, junto al baño”.
El día 11 de febrero a las 9:30 de la noche en el Callejón de Tarasquillo número 5 1/2 bajos, falleció de gangrena del recto el célebre torero Bernardo Gaviño a los 73 años de edad, durante su carrera dio muerte a 2950 bichos.
Fue inhumado en el Panteón Civil, en una fosa de tercera clase, ocupando la Nº 1763, línea 23, sepulcro 2.
Al cumplirse un mes del fallecimiento del ilustre torero, el Sr. Ponciano Díaz, su banderillero de confianza, su discípulo más querido le organiza una corrida de toros en la plaza El Huisachal, en beneficio de la familia del finado señor Gaviño, que se encontraba sin recursos de ninguna clase, la corrida se celebró el día 25 de abril presentándose la cuadrilla de Ponciano Díaz y la ganadería de las mejores razas.
El recuerdo del matador estaba latente, “al sur de la capital, por el rumbo de los canales de Jamaica se levantó con tablones y estacas una placita que llevaba el nombre de “Bernardo Gaviño”.
En el Canal de la Viga, muy cerca a aquel sitio, se encontraba la Quinta Corona, en donde su propietario tenía una especie de museo en el cual se exhibían multitud de curiosidades especialmente taurómacas y entre ellas la que llamaba mucho la atención de la concurrencia, era el traje azul y negro que llevaba el afamado torero hispano Bernardo Gaviño, al ser embestido por el toro en la plaza de Texcoco.
Por su parte, Julio Bonilla “Recortes” anotó al respecto del percance lo siguiente: “En tercer lugar salió un toro negro zaino, meleno, bien encornado y de pocas libras perteneciente a la ganadería de Ayala. El toro resultó bravo, tomó ocho puyazos, mató dos caballos, pasando a banderillas con mucho poder y ligereza de patas. El viejo Gaviño estaba contentísimo y hacía elogios de la nerviosidad del burel. “Tocaron a matar, y el diestro de Puerto Real, que vestía terno negro, con adornos de seda negra, armó la muleta y se dispuso a estoquear a aquel toro (…), se fue hacia la res, presentando la muleta, que el toro tomó bien, pero al tomar el pase se revolvió, y como el caduco torero no tenía ya el vigor necesario para afirmarse en las piernas, fue cogido por la espalda, suspendido y engatillado (…) en la región anatómicamente llamada por los facultativos hueco isquio rectal”.
Además:
El arte de la lidia, año II, Nº 9, del 28 de febrero de 1886.
PARTE FACULTATIVO de las heridas que recibió Bernardo Gaviño en Texcoco, la tarde del Domingo 31 de enero de 1886 por un toro de la ganadería de Ayala, que ocasionaron su muerte: Bernardo Gaviño tiene una herida de bordes irregulares contusos, de cuatro centímetros de extensión situada en la margen derecha del ano hasta la parte posterior, que interesa en algunos puntos la piel y el tejido celular y en otras la mucosa y dicho tejido. En la parte posterior de la herida penetra en la fosa isquio-rectal a una altura de10 centímetros, perforando el recto en una obertura superior de y centímetro y ½ de diámetro. Tiene en la parte anterior e izquierda de la margen del ano otra herida de bordes irregulares de 2 centímetros ½ de extensión que interesa la piel y la mucosa hasta el tejido celular. Al nivel de los trocánteres, sobre todo en el izquierdo, grandes equímosis como de 20 centímetros de diámetro.
La primera curación se la hizo en Texcoco el Dr. Osorio, y el día 1º de Febrero y 1, los Doctores Osorio, Icaza y Casasola.
El día 2 al medio día tuvo un calosfrío intenso, principios de la infección que causó su muerte; desde ese momento calentura y síntomas graves, sed inextinguible, y delirio constante con asuntos de toros y en momentos de lidia; hipo casi desde ese día y parálisis de la vejiga; fetidez notable del pus de la herida que era sanguinolento y abundante. En el momento de la herida hemorragia abundante que le produjo varias lipotimias. Su muerte ocurrió a las 9.30 de la noche del día 11 de febrero estando tranquilo, muy frío y con la respiración muy frecuente y estertorosa.
Se le curaba dos veces al día, con curación antiséptica y muy cuidadosa.
Fuente:
https://ahtm.wordpress.com/2012/01/31/efemerides-taurinas-decimononicas-12/