Los toros dan y quitan

DIEGO DE LOS RÍOS (XXXX - 1570)

Don Diego de los Ríos y Guzmán

Retrato anónimo de cuerpo entero del que fue segundo conde de Fernán Núñez, gobernador de Sanlúcar y defensor de las costas andaluzas ante los ataques ingleses, datado en el siglo XVII.

Cortesía del Sitio Web: http://www.eldiadecordoba.es

El erudito taurino español, don Juan José de Bonifaz Ybarra, en su obra “Víctimas de la Fiesta” (Capitulo 7 - Hombres de campo y plaza, espontáneos y aficionados - Página 187) refiere,  que, << Diego de los Ríos fue un aristócrata que construyera a su cargo una plaza de toros en Córdoba durante el último tercio del siglo XVI- la que no llegó a inaugurarse- , quien falleció por aquellos años como resultado de una cornada. >>

La pintura en restauración, por “La Asociación Cultural Los Ríos” que pertenece a los fondos del Palacio Ducal de Fernán Núñez de la localidad de la Campiña Sur, pudiera ser la del lidiador a que hace referencia don Juan José de Bonifaz Ybarra, supuesto que habría de confirmarse,  y que agregaría un valor taurino,  a este ya de por si, tesoro de la historia española. 

Refiere el erudito taurino, don Juan José Zaldívar Ortega, en su obra: "Víctimas del Toreo" apartado de "Picadores", que << La primera noticia que tenemos de una víctima por asta de toro se produce al parecer dicho año de 1570, en la persona del aristócrata cordobés don Diego de los Ríos, quien construyera a su cargo una Plaza de Toros en la ciudad de Córdoba, que estaba previsto nominarse de la «Corredera», que no llegó a inaugurarse. >>

Don Diego de los Ríos, era conocido en Córdoba por Don Diegazo, a causa de ser muy alto. Dice la tradición, que en el último tercio del siglo XVI dispuso la ciudad hacer unas funciones de toros, encargando su dirección a D. Diego, quien escogió el Campo Santo de los Mártires para celebrar aquéllas; preparose el terreno, y gran número de carpinteros empezaron a formar los andamios, cuando una tarde pasó aquél a presenciar los trabajos, probando a la vez los caballos que habían de presentarse en la lidia. Súpolo Ambrosio de Morales, acogido ya en el Hospital de San Sebastián y enseguida se le acercó a dicho caballero rogándole desistiese de la idea de dar semejante espectáculo en el lugar donde habían sido sacrificados muchos de los mártires de Córdoba; recibida la queja con desdén, siguió la prueba de caballos, y una vez terminada invitó Don Diegazo a sus amigos a que lo acompañasen al el Matadero, con el fin de ver el ganado. Llegaron a tiempo que un toro, negro y muy bravo, derribaba a uno de los hombres encargados de la custodia de las reses, y queriendo D. Diego evitar una desgracia se lanzó sobre el toro con su caballo, dándole un gran golpe de palo en el testuz, lo que lejos de intimidarle arremetió el bicho al caballero, dándole una cornada por cerca del tobillo derecho, rasgándole hasta cerca de la mitad del muslo. Con tan grave herida recogieron a Don Diego de los Ríos, lo llevaron a su casa, llamaron al doctor Calderón, uno de los médicos de más fama que en aquel tiempo había en Córdoba, quien dijo a la familia que la herida era mortal de necesidad y no había esperanza de salvación; diagnóstico que se cumplió a los dos días. La tradición guarda silencio en lo referente a si la corrida llegó a verificarse o si ésta fue suspendida con motivo de la desgracia ocurrida al caballero encargado de la organización de la fiesta. (Ysidro G. Quintana)

Fuente:
https://www.larramendi.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=1033611