>
Retrato del picador "El Coriano" (1897)
Ignacio Zuloaga y Zabaleta, 1870-1945 (España)
Academia Carrara, Bergamo (Italia).
Refiere el cronista don Joaquín Monfil, que este picador y gran jinete, nació en Osuna (Sevilla) en 1806, siendo muy querido y respetado por los públicos, especialmente por el madrileño. De niño vivió en Coria del Río con sus padres, de ahí el mote, que confundió a la mayoría de sus coetáneos. En sus inicios, se llegaría a anunciar con el apellido Lerma (en vez de Ledesma), según dicen, por tener alguna cuenta pendiente con la justicia. Con esto, y con su cambio de origen parece que consiguió despistarla. Desde muy joven picó en los festejos de Coria y sus alrededores. Estuvo en las cuadrillas de los más importantes espadas de esa época, tales como: Julián Casas “El Salamanquino”, Francisco Arjona “Curro Cúchares”, Cayetano Sanz y Antonio Sánchez “El Tato”. Desde su presentación en el coso de la puerta de Alcalá en 1844, como picador reserva de Juan Martín “El Pelón”, mantuvo una dura competencia con éste y con los afamados varilargueros de entonces, como por ejemplo: José Trigo y Juan Gallardo “El Bravo”, ganándoles muchas veces la partida, y gozando del fervor popular, por su simpatía y las otras muchas dotes que poseía, como su fuerza y buena monta. Cuenta el famoso historiador D. José Sánchez de Neira, uno de sus más grandes admiradores, que muchas veces, con el consentimiento de los espadas, echó pie a tierra y con la mona y el incómodo traje de picar, con la falta de movimientos que ello implicaba, toreó con el capote a muchos toros, haciendo las delicias de los espectadores, especialmente cuando ejecutaba verónicas y navarras, mejor incluso que muchos espadas de los de a pie. Esto le granjeó simpatías y enorme popularidad en Madrid, especialmente cuando paseaba por la calle, vestido con un impecable traje corto oscuro, chaleco bordado, camisa de “chorreras” y tocado con su inseparable sombrero calañés. El 15 de agosto de 1866 se celebró en Zaragoza una corrida, con “Curro Cúchares”, su hijo Francisco Arjona “Currito” y Pablo Herráiz como espadas para estoquear toros de de don Cándido López. El lidiado en cuarto lugar, de nombre “Molinero”, tomó un puyazo de “El Coriano”, pero éste sacó el pie derecho del estribo y el toro al derrotarle le atravesó con el cuerno la bota y el pie, derribándole del caballo. No se le dio excesiva importancia a la cogida y fue trasladado a Madrid para ser curado en el Hospital General. Pero “Cúchares”, deseando acelerar su cura, le sacó del centro, y le llevó a su casa y contrató a los mejores y más afamados médicos. Era un verano calurosísimo, y la falta de higiene era general, así la atmósfera era a veces irrespirable, por lo que pronto le aparecieron fiebres por infección, y tras varias complicaciones, apareció una septicemia generalizada, que acabó con la vida de este esforzado y valiente lidiador el 18 de septiembre de 1866, tras un mes transcurrido desde la cogida. Su entierro fue un acto de duelo popular. Para ayudar a su viuda e hijos, “Cúchares” organizó en la plaza de la Puerta de Alcalá, una corrida extraordinaria el 31 de octubre, en la que se estrenaron toros colmenareños del Cura de la Morena, y lidiaron sin cobrar pecunia todos los actuantes. Los picadores fueron: José Marqueti y Francisco Oliver y como reservas Manuel Sacanelles, Domingo Granda “El Francés”, Juan Trigo y Luis Torrijos. Banderilleó con lucimiento Juan Sánchez “Noteveas”, pareando también Matías Muñiz, Pedro Fernández “Valdemoro”, Francisco Sánchez Arjona, Mateo Cabrera “Velías”, Vicente Méndez “El Pescadero”, Victoriano Alcón “El Cabo” y Esteban Argüelles “Armilla”. Los espadas fueron “Cúchares”, “Currito” y de sobresaliente Salvador Sánchez “Frascuelo”, que hizo así su debut de matador en Madrid, estoqueando los toros tercero y sexto, aunque sin la brillantez que le daría enorme fama posteriormente. A pesar de todo se lució en quites y en un extraordinario par al cambio al segundo de la tarde, al que citó sentado en una silla. Aunque la afición capitalina le profesaba un gran cariño a “El Coriano” hubo una floja entrada. Es el eterno olvido que a veces los públicos tienen a los que fueron sus héroes. Aunque no hubiese llegado nunca a ser un picador con tanta fama como pudieron tener otros de su época, fue uno de los mejores y más populares varilargueros de la afición de Madrid a mediados del siglo XIX. Un “Coriano” que no era tal, sino Ursaonense, y que manejaba el capote tan bien como la vara de detener. (Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega)
Por su parte el erudito taurino, don Juan José de Bonifaz Ybarra, refiere de esta víctima de la fiesta, que << el piquero de tronío, Manuel Ledesma Muñoz (Coriano), que figurara en las cuadrillas de Cayetano Sanz, Julián Casas (el Salamanquino), Francisco Arjona (Cúchares) y Antonio Sánchez (el Tato), hallaría su fin el 18 de septiembre de 1866, como secuela de la cornada recibida el anterior 15 de agosto en la plaza de Zaragoza. El toro “Molinero” de la vacada de Cándido López, le atravesó el pie derecho, sin que los facultativos, zaragozanos, primero, y madrileños, después, pudieran evitar su muerte. "
Abundando en la singladura taurina de este personaje de la Fiesta, el erudito Juan José Zaldívar Ortega consigna en otro de sus libros, llamado: "Víctimas del Toreo"- Apartado de Picadores (Páginas 78 a la 80) que Manuel María Ledesma y Muñoz (el Coriano), picador de toros, nacido en Osuna (Sevilla) el (15-10-1806), falleció el (18-10- 1866), a los 60 años de edad, a consecuencia de la cornada sufrida en el pie la tarde del día 15 de agosto anterior. En aquella corrida alternaron Francisco Arjona (Cúchares), llevando de medias espadas a su hijo Francisco Arjona Reyes (Currito) y Pablo Herráiz, en Zaragoza, estoqueando seis toros de la ganadería de don Cándido López -su antigüedad es del (03-07-1861)-, de Egea de los Caballeros. El lidiado en cuarto lugar, de nombre Molinero, de pelaje retinto, tomó un puyazo de Manuel María Ledesma (el Coriano), al que desestribó, sacándole el pie derecho del estribo; al derrotar, el toro le tiró un derrote hacia la montura, le atravesó el pie (*) de una cornada, saliendo la punta del pitón por el empeine, derribándolo del caballo. En grave estado fue traslado de inmediato a Madrid, donde fue atendido en el Hospital General, siendo visitadísimo por los aficionados, demostrándose una vez más su general simpatía. No adelantaba en su curación, y suponiendo su amigo Cúchares obedecía a falta de cuidados y con deseos de adelantar el proceso de curación, lo sacó del establecimiento sanitario y solicitó el auxilio de uno de los mejores facultativos. La medida tomada dio en principios excelentes resultados; pero se le presentaron a poco unas fiebres tan intensas que no pudieron ser dominadas, y el piquero sucumbió a las cinco de la tarde del (18-10-1866). Cúchares costeó todos los gastos de la enfermedad y entierro en la Sacramental de San Luis, organizando una corrida a beneficio de la viuda e hijos del infortunado piquero. Dicha corrida tuvo lugar el (31-10-1866), lidiándose reses de Díaz y la Morena, que estoquearon Cúchares, su hijo Currito y Salvador Sánchez (Frascuelo), estos últimos aún sin alternativa. Todos los lidiadores que actuaron lo hicieron desinteresadamente en obsequio a los beneficiados, acto simpático y digno de encomio, muy frecuente en aquellos tiempos, tratándose de beneficios y obras caritativas. Picaron la corrida Francisco Olivez, Domingo Granada (El Francés); Luis Torrijos, José Marqueti y Juan Trigo. Los banderilleros fueron: Matías Muñiz, Victoriano Alcón (el Cabo), Ángel Fernández (Valdemoro), Julián Sánchez Arjona, Juan Sánchez (Noteveas), Velias, El Pescadero y Armilla. Este fue el triste final en el arte de un alegre varilarguero, a quien los madrileños aficionados de su tiempo apreciaron y distinguieron más que a muchos nacidos en la capital, lo que ocurrió por poseer el diestro ese «ángel» que tanto favorece a los hombres, miembras y miembros.
Manuel María Ledesma y Muñoz
(El Coriano).