EUGENIO RAFAEL SÁNCHEZ ARTEAGA XXXX - 1980
Eran las 9:00 de la noche de ese primero de abril de 1980, martes Santo, como solía hacerlo todos los martes después que jugaba el sorteo de la Lotería de Córdoba, Eugenio Rafael Sánchez Arteaga salía en su vehículo con rumbo a Lorica. Nadie se imaginó que una hora más tarde, un toro de lidia le quitaría la vida antes de llegar a su destino.
La noche estaba tranquila, algunos nubarrones grisáce os acompañaban las titilantes estrellas en lo más alto del firmamento. Sus fulgurantes y brillantes luces caían con tristeza sobre la ciudad desértica, muy poca gente se veían transitar por las calles; uno que otros vehículos se observan detenidos en los pocos semáforos existentes en la ciudad como presagio de una aciaga noche.
Los habitantes del Caribe Colombiano se preparaban para vivir la Semana Mayor como se acostumbra celebrarla en esta sección del país, con comidas de toda clase: arroz con frijol, hicoteas, ensaladas de zanahoria con remolacha, mote de queso, mote de palmito picado y dulces típicos, entre ellos, conservas o calandraca, mongo-mongo, dulce de papayas y muchas otras delicias. Todo esto enmarcado en la fe católica, en el respeto y en una arraigada devoción religiosa. Es una tradición, que se ha diluido en el trasegar de la modernidad, pero que aún persiste en nuestros pueblos.
En el recorrido de Montería a Cereté, el vehículo del Gerente de la Lotería de Córdoba Eugenio Sánchez Arteaga era seguido por el carro del diputado Óscar Luis Lakah, quien vive en Ciénega de Oro, y por lo general, siempre salían juntos de la edificación para hacerse compañía en el camino hasta la intercepción de Cereté que bifurca la carretera que conducen a Lorica y Ciénaga de Oro. Estando en este lugar, el funcionario de la Lotería de Córdoba, le indicó al chófer Efraín Sánchez que se estacionara a un lado de la carretera para despedirse del diputado. Así mismo lo hizo Óscar Luis Lakah, quien se bajó del carro e invitó a su amigo a que lo acompañará a Ciénega de Oro a su residencia donde se celebraba una fiesta. Uno de los miembros de su familia estaba de cumpleaños, pero Eugenio no aceptó tal invitación con la excusa de sentirse cansado.
-Te agradezco mucho la invitación, Óscar. Hoy tuve varias reuniones. Estoy muy cansado- le dijo Eugenio.
-¡Vamos, hombre! ¡Pasamos un rato agradable!- insistió Óscar Luis Lakah.
-¡No insista! ¡Estoy muy cansado!- respondió Eugenio Sánchez Arteaga con una leve sonrisa de picardía en sus labios.
Óscar Luis Lakah, en vista de la negativa por parte del funcionario, no tuvo más opción que despedirse de su amigo con una palmada en la espalda, subió muy resignado a su carro y se marchó para su tierra. Igualmente lo hizo el dirigente político Eugenio Sánchez Arteaga, pero con la variante que este le había quitado el vehículo al chófer y se puso al frente del volante.
Eugenio Sánchez Arteaga, es hijo del parlamentario Eugenio Sánchez Cárdenas, un comerciante de esta localidad quien tiene un almacén de respuesta de Jeep Willys con el nombre Sánchez C. Hnos, y también fundó la emisora Radio Progreso de Córdoba, RPC, de Lorica que se convirtió en el órgano divulgativo y de información masiva en la región. Era el correo de los habitantes de la campiña Bajo Sinuana y del Caribe Colombiano en la época de los 60s y 70s.
Orlando Gómez del Villar es el locutor estrella de la emisora Radio Progreso de Córdoba de Lorica con su programa "RPC Complace", que tiene una amplia sintonía en toda la costa. Recuerdo que este locutor decía: "Se le informa a Pedro Fecundo Morelo en San Bernardo del Viento para que ponga dos bestias en la entrada del pueblo el día 4 de octubre que viene Antonia Pérez de la ciudad de Cartagena", era la forma de comunicarse en esa época, no había correo, no había Wassap, no había Internet, no había nada de esos adelantos tecnológicos. Este prestigioso locutor también lideró otros programas radiales como La Hora de la Alegría, Sabatinas bailables, Radio periódico Vanguardia, Sabatinas de la casa de la Novia y Mundo Deportivo, Hay que mencionar que por esa poderosa emisora pasaron afamados locutores como Luis Alberto Payares Villa, conocido cariñosamente como "el Pupi", Edwin Tuiran Ruiz, Campo Elías Teherán Díx, el mismo Juan Gossain.
Indiscutiblemente, Eugenio Sánchez Cárdenas fue el líder más influyente en esa época. Fundó el movimiento político Integración Liberal y fue Congresista por muchos periodos. Presentó muchos proyectos de trascendental importancia para el Departamento de Córdoba, de los cuales le aprobaron la Ley del Bicentenario, una ley que favorecía a las poblaciones de Montería, Sahagún y Lorica.
Eugenio Sánchez Cárdenas se casó con Sara Julia Arteaga Cabría en la parroquia de Lorica en 1940, de cuya unión matrimonial nacieron Eugenio Rafael, Ana de Jesús, hoy radicada en Canadá, quien ganó para Córdoba, el reinado Nacional del Petróleo en Barrancabermeja, y Fredy Antonio, hoy jubilado por el Congreso de la República.
Eran las 9:45 minutos. El espeso y oscuro manto de la noche es salpicado por las tenues y titilantes luces de algunas luciérnagas que cruzan por ese lugar, el lúgubre croar de las ranas se escucha muy triste. El vehículo se desliza envuelto en el denso polvo de la carretera destapada en medio del duro silencio de la noche. De pronto, al llegar a una curva de la vía, los ocupantes divisaron a la distancia un carro varado en la salida de Cereté.
-¡Mire, doctor!- ¡Hay un vehículo varado, ¿quién será su conductor? preguntó.
-¡Miremos, a ver si es un conocido!- dijo Eugenito, al mismo tiempo que detuvo su vehículo al lado del otro.
-¡Ombe, si es Wiston Puche, mi amigo!- exclamó Eugenio Sánchez.
Wiston Puche, era un viejo amigo y copartidario que nació en el barrio Remolino en Lorica, pero por cosas del destino se fue a vivir a San Antero y desde esa población le hacía campaña política a su padre Eugenio Sánchez Cardenas. Esa noche venía de Montería y estaba ahí varado en medio de la oscuridad, tratando de reparar las farolas del carro.
-¿Qué te pasó, Winston?-preguntó el gerente. al mismo tiempo que se bajaba de su vehículo. Igualmente lo hizo su conductor Efraín Sánchez, quien llevaba consigo una lámpara de mano.
-¿Pero tienes el radiador partido? ¿Qué te pasó?- preguntó un poco intrigado Eugenio. Wiston con un tono de preocupación trata de explicarle lo que le sucedió unos minutos atrás.
-Encontré un toro de lidia atravesado en la carretera, frené y el animal comenzó a embestir al carro y me rompió las farolas y el radiador, yo arranqué duro y lo atropellé. Ahí está tirado, creo que está muerto.
-¡Hagamos algo, Winston! ¡Arranca, dale con cuidado, yo te voy alumbrando en el camino- le dijo Eugenio.
-Si, claro-respondió el amigo con una sonrisa en sus labios.
Wiston se subió a su carro y lo puso en marcha.
-¡Espera, Winston!, gritó Eugenio.
-¿Que va hacer, doctor?- preguntó Wiston desde el interior de su carro.
-¡Voy a poner unas ramas encima del toro como señal de prevención y así evitar que alguien se accidente!-respondió.
Eugenio se dirigió a la cerca del potrero aledaño y partió algunas ramas de matarratón; pero, el astado que permanecía tirado en el suelo, al escuchar el crujir de las ramas, se paró y corrió como una fiera endiablada sobre la humanidad del gerente, quien no tuvo tiempo de defenderse. El animal le propinó una cornada mortal en el estómago y lo lanzó por los aires al otro lado de la cerca de alambre de púa.
Wiston y Efraín, al darse cuenta de lo que había sucedido, de inmediato, se bajaron de los vehículos y sin medir el peligro que revestía el astado, corrieron angustiados hacia el lugar donde cayó el dirigente político. Pero el animal, después de cornear a su víctima, huyó de inmediato sin importarle la presencia de los demás.
Wiston y Efraín, valiéndose de una linterna de mano, cruzaron los alambres de púa y llegaron al lugar donde yacía el cuerpo de Eugenio Sánchez bañado en un mar de sangre y retorciéndose de dolor. El pitón izquierdo del astado le había desgarrado el diafragma.
-¡Efraín, Wiston, ayúdenme!- Este toro me acaba de matar.
Wiston y Efraín como pudieron cargaron a Eugenio Sánchez Arteaga y lo subieron en su propio vehículo. Una inmensa mancha roja empapaba su camisa blanca. Sus labios y su rostro pálido tenía un rictus de dolor, poco a poco cerraba sus grandes ojos y musitaba:
-¡Llévenme al hospital! ¡No me dejen morir!- decía. Avisen a mi familia.
-¡No doctor, usted no se va a morir!- le aseguraba su chófer para animarlo, mientras que Wiston trataba de cubrir su herida con su mano
No sé cómo se enteraron, pero al llegar al hospital San Vicente de Paul ya la gente se agolpaba en la entrada.
-¡Una camilla, una camilla!-gritaba Efraín
Las enfermeras y los médicos de turno salieron de inmediato auxiliar al herido
Las horas siguientes fueron de angustia, dolor, confusión y tristeza. Un equipo médico dirigido por el Dr. Adalberto Mimi Torralvo, trataron de operarlo, pero la cornada le había destrozado el diafragma y el hígado en varias partes y perdía mucha sangre, por eso determinaron trasladarlo a Cartagena, debido a que esté centro hospitalario no contaba con los equipos necesarios para lo que necesitaba el herido.
A mis oídos llegaban comentarios de distintas índole, por eso decidí trasladarme al Hospital San Vicente de Paul para conocer de primera mano sobre lo que estaba pasando con mi líder político. Al llegar al hospital, encontré a Don Eugenio Sánchez Cárdenas, el padre de Eugenio Arteaga, realizando los contactos para conseguir un helicóptero y trasladar a su hijo a Cartagena, el cual se consiguió, pero todo fue inútil porque no cabía acostado y sentado se desangraba, por tal motivo decidieron trasladarlo en una improvisada camioneta.
Nunca he podido olvidar este suceso por dos cosas: primero por la fila larga de voluntarios para donar su sangre que necesitaba el líder político, todos querían contribuir en salvarle la vida. Segundo, al pensar que ese líder político que hoy se debatía entre la vida y la muerte, hace dos días había hablado con él en su oficina en Montería. Estaba a punto de conseguirme un cargo para trabajar con la CVS.
Recuerdo que mi papá le había solicitado un empleo, me encontraba sin empleo. Él le dijo a mi padre que me esperaba al día siguiente en su oficina en Montería. Había terminado mi bachillerato en el Instituto Técnico Agrícola, ITA, Lorica en el año 1978, obtuve el título de Bachiller Técnico Agropecuario, el mejor bachiller de ese año, pero no había logrado trabajar.
Llevaba casi un año en la casa de mis padres con la moral por el suelo, pero Eugenio Sánchez Arteaga me había ilusionado al decirle a mi padre que sí me ayudaría. Al llegar a su oficina toqué la puerta y él mismo abrió y me reconoció.
-¿Tú eres el hijo del señor Miguel?- preguntó al mismo momento que me invitó a seguir.
-¡Sì, soy yo!-respondí con una voz tímida.
-¡Vamos a llenar esta hoja de vida! ¡Dame tus datos!-
De la gaveta de su escritorio sacó una hoja de vida Minerva y comenzó a llenar el documento con los datos que le suministraba y cuando terminó dijo:
-¡Vamos, yo mismo le voy a llevar la hoja de vida a Jaime Torralvo para que trabaje en la CVS!- afirmó, al mismo tiempo que se dirigió a la oficina del Director de la Oficina de la CVS que quedaba en la misma edificación.
-¡Jaime, este joven es hijo de un dirigente político nuestro, necesito que lo pongas a trabajar lo más pronto posible!-
-¡Bueno, listo que venga la próxima semana!- dijo el doctor Jaime Torralvo Suárez, director de la CVS!
-¡Listo!- me dijo Eugenio Sánchez Arteaga, al momento que salió de la oficina de Jaime Torralvo Suárez y, después que se despidió de mí, se dirigió a su propia oficina. Salí muy feliz e ilusionado, por fin, comenzaría a trabajar en una entidad de prestigio.
Cuando mi mente aún cabalgaba entre esos retazos de mis recuerdos, llegó la infausta noticia de que Eugenio Sánchez Arteaga había fallecido antes de llegar a Cereté. Un manto de tristeza, llanto y dolor se cierne sobre un pueblo y una región que aún llora a su líder político.
El miércoles Santo que por lo general es un día de movimiento en el comercio, este brilló por la poca concurrencia de la gente. El mercado se encontraba totalmente vacío y el Jueves Santos fue peor, amaneció sumergido en un mar de tristeza, de dolor y de llanto, no podían aceptar la muerte de su líder. Un duro silencio se escuchaba en toda la ciudad. Las comidas típicas de la Semana Mayor y los tradicionales dulces quedaron en las ollas de barro y peltres. Nadie tenía ánimos de meterse en la cocina para preparar esos manjares. Todos estaban pendientes al sepelio de Eugenio Sánchez Arteaga que sería en las horas de la mañana en el Cementerio Central de la ciudad.
A la hora del sepelio había gente por todas partes, en las calles, en los balcones, todos salieron a despedir a su líder con pañuelos blancos. Jamás había visto un sepelio tan multitudinario en Lorica. Las escenas que se vivieron en el cementerio fueron desgarradoras, todos querían cargar el ataúd, todos lloraban y se abrazaban desconsolados.
La ironía de la vida, una persona que nunca fue aficionado a las fiestas en corralejas, debido a que siempre dejaba luto, tristeza y dolor y que por ese motivo, cuando fue Alcalde, las prohibió, muere a causa de la cornada de un toro de lidia del hacendado Lawandio Barguil Rubio, toro que se salió de su potrero y deambulaba esa noche por la carretera y le arrebató una ilusión a un pueblo, a toda una región ávida de progreso y desarrollo.
Fuente:
Redacción El Meridiano
Por: Roy Martínez Seña*
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