RELATO DE LA MUERTE DEL PICADOR ANTONIO HERNÁNDEZ
El 27 de marzo de 2017 recibí un amable correo electrónico del historiador taurino y amigo Don Rafael Gómez Lozano donde me adjunta una nota editorial del cronista "Puyazos" titulada "Hombres y Cosas del Pasado" publicado en la revista "Toros y Deportes" del 6 de octubre de 1925, donde cita:
Han transcurrido muchos años y ante los ojos atónitos del simpático viejecito, las transformaciones del tiempo que ha traído entre otras cosas y otras costumbres, se han sucedido sin interrupción desde su época.
Ya la ciudad de México no es aquella que él conoció, con sus calandrias de lujo, sus farolones en las esquinas, sus mujeres arrastrando adustos vestidos sobre los embanquetados y los varones con sus levitas cruzadas y sus sorbetes.
Ya la calle de Plateros no lleva ese nombre ni tiene ese aspecto soñador de antaño; ahora el olor a gasolina marea y descompone, y hay tanta profusión de luz, que a veces el transeúnte se deslumbra. Las caras bonitas pasan dentro de los "Buicks", los "Mercedes" o los "Lincolns", y si aún reparten sus sonrisas como antes, se necesita tener una vista de águila para poder advertirlas.
Todo está tan cambiado que el viejecito se asombra cuando hace sus comparaciones y recuerda sus días de juventud.
Antes, cuando él era torero, la cosa era distinta fuera y dentro de la plaza. Había una, la del Huizachal, donde obtuvo grandes triunfos. En esa plaza la gente se agolpaba en las puertas y como todos querían entrar primero para no perderse detalle alguno, había golpes y solía haber cuchilladas.
¡Ah! ¡Y qué toros aquellos y qué toreros los de entonces!
Los picadores picaban en caballos de siete cuartas, gordos y de buena clase, y había algunos que picaban con varas de carrizo. Y hasta se cuenta, como una leyenda romántica, que había uno de nombre Piedad, que era tan valiente y tenía tanta fuerza, que picaba pie a tierra. Picaban a pie, a caballo, en pelo o con silla, y usaban unas puyas no tan grandes como las de hoy.
Y para esos picadores la forma de consumar la suerte era siempre la clásica: ahormaban a fuerza de repetir la suerte, la cabeza de la fiera y entregaban ésta al matador, en condiciones de que la pudiera "capear".
Por otra parte, los revisteros de entonces, solían escribir al final de sus reseñas: "Muertos habidos en esta corrida:
Caballos….. 14
Toros………. 6
Toreros……. 1
Total de animales muertos. 21
¡Ah! ¡Qué tiempos aquellos, qué hermosos tiempos, tiempos románticos, sencillos e ingenuos, que no han de volver…!
EN DONDE SE TRATA DE DON ANGEL ADAME, QUE MATABA RECIBIENDO, DE RODILLAS:
Una mañana, "Verduguillo" me invitó, Se trataba de un almuerzo campestre que debíamos tomar en Jamaica, lugar pintoresco cercano a la capital. A él lo habían invitado también, pero con tanta insistencia y tanto cariño, que no podía dejar de concurrir. Yo acepté el convite y fuimos a Jamaica, a una casita limpia y llena de flores. Un viejecito fuerte aún no obstante los inviernos que carga en la alforja de su vida, vino a recibirnos ceremonioso y contento. -Pasen, pasen ustedes. Mucho gusto señor "Verduguillo"… Algunas otras personas invitadas también, cambiaron con nosotros el saludo, después de las presentaciones de rigor. Pero volvamos a nuestro viejecito. Se llama Angel Adame y en sus años mozos fue torero, un torero valiente que cautivó a las muchedumbres con sus arrestos temerarios y un jinete estupendo. Tomamos un poco de coñac. Después vinieron las sencillas viandas y el pulquito de apio, sabroso y mareador, y a los postres, la plática de don Angel Adame, una plática amena, espontánea y con esa diafanidad del lenguaje campirano. -"Yo tuve la desgracia de quedar huérfano siendo muy niño -comienza diciéndonos-. Pero la providencia, que no desampara nunca, hizo que fuera yo protegido por Juan Corona, famoso picador en su tiempo, quien me tomó tanto cariño que para él no era yo un huérfano sino un hijo. A la casa iban diariamente muchos toreros, se platicaba de toros y en repetidas veces mi protector me llevó a las encerronas. Poco a poco fui encariñándome con la afición, que todavía tengo, y prosigue: Andando el tiempo ingresé a la cuadrilla de Bernardo Gaviño en calidad de banderillero, y mi debut lo hice en la plaza de Tlalnepantla. Gaviño fue un segundo padre para mí -agrega el viejecito, en cuyas pupilas pasa una ráfaga de alegría-. Después toreé en la plaza del Huizachal, por aquel entonces de las más importantes, y como a veces me ponía yo medroso, don Bernardo se colocaba tras de mí a la hora en que citaba para banderillear, y me empujaba al toro. Don Angel habla con claridad, pausadamente, haciendo reminiscencia de fechas y de nombres. Nos cuenta de sus triunfos sin omitir detalle, nos presenta de cuerpo entero a don Bernardo Gaviño, a Ponciano Díaz, a Valentín Zavala. Nosotros lo escuchamos con atención, casi con respeto. -Después nos dice con cierta satisfacción-, me hice matador y era mi especialidad consumar la suerte de recibir, rodilla en tierra. -Tal era mi afición, tan grande así -prosigue- que a mi peculio construí una placita aquí en Jamaica, formando mi cuadrilla con Abraham Parra y Andrés Fontela. En mi placita obtuve muchos triunfos y llegué a tener un partido grande, por lo que el empresario de la Plaza de Colón me contrató y alterné allí con Valentín Zavala. Mi última corrida la toreé en Pachuca alternando con "El Niño" y fueron los banderilleros Pedro Cadena, Carlos Sánchez, Emeterio Garnica y Pancho Hernández. Como picadores, Piedad García y Salomé Reyes. Es tal la satisfacción que se nota en el arrugado semblante del viejecito, al pronunciar estos nombres de gente menuda célebre en su época, que creemos que está pensando que vive aún en el año 82. ¡Si a veces no vinieran los recuerdos a nuestra memoria, no sabríamos hacer distinción de los tiempos y viviríamos una vida insípida!
LA ANÉCDOTA DE DON ANGEL ADAME, LAS TRIPAS DE SU PICADOR EN LOS CUERNOS DE UN TORO, MUCHO PANICO Y AL FINAL… UNA ESTOCADA HASTA LA BOLA:
-Cierta vez fuimos a torear a Tulancingo y entre mi cuadrilla llevaba yo a un picador de nombre Antonio Hernández, que siempre salía borracho a la plaza. Ya en distintas veces le había yo reñido, pero podía más el aguardiente que mi autoridad…
Antonio tenía por costumbre que cuando el toro lo desmontaba haciéndole morder el polvo con caballo y todo, repetía la suerte en pelo. Esa tarde lo vi tan borracho y al toro con tanto poder, que me acerqué y le advertí del peligro. Y lo que yo presentía sucedió. El toro empujó con tanto coraje que derribó al picador. Se levantó éste, quitó la montura, se quedó en pelo y desafió otra vez al toro. El toro, que era muy bravo y de mucha codicia, le acometió otra vez y otra vez lo derribó, pero ya en el suelo picador y caballo, no hizo por éste, sino que acometió al pobre Antonio y le dio tan formidable cornada, que del ruedo fue llevado a la enfermería bien muerto.
-Yo recibí una impresión brutal y no me pude dar cuenta de todos los detalles. Me retiré a la "valla" y allí permanecí hasta que tocaron a muerte. Y fui al toro, le di los tres pases que se estilaban entonces y cuando ya estaba cuadrado eché la mano hacia adelante para dar la estocada, pero en los momentos en que iba a arrancarme sobre él, advertí que en sus cuernos llevaba las tripas ensangrentadas del infeliz Antonio.
No sé lo que sentí -agrega don Angel-. Mis piernas se aflojaron, mi vista se ofuscó y por momentos creí que me desplomaría frente a la jeta del toro, pero… afortunadamente no sufrí el desmayo; me repuse y pude matar al asesino de una certera estocada hasta la bola.
Parece que todavía oigo la ovación -nos dice con orgullo-.
…
Habíamos estado muy contentos. Las atenciones con que se nos distinguió habían hecho crecer nuestra simpatía por el viejecito ex-torero. Nos despedimos para tomar nuestro tranvía. El viejecito, desde la puerta de su casa, nos saludaba con el sombrero en mano. Ya en el tren, con muy buen humor, íbamos comentando los siguientes versos para el picador Juan Corona, el protector de don Angel Adame. Esos versos, que en su época se cantaron con una música popular, los encontramos escritos en un viejo papel, con letras defectuosas de imprenta y dicen:
"El valiente Juan Corona
el de la vara de otate
aunque la fiera lo mate
deja sin moña al picar
Ya no pasa por la Aduana
porque allí está la pelona…
En gloria esté y descanse
la pata de Juan Corona."
Los versos aluden a la "pata" del picador Corona, que había quedado cojo a consecuencia de una cornada. PUYAZOS. ......
A efecto de conseguir más información sobre los personajes involucrados en la editorial de "Puyazos" titulada "Hombres y Cosas del Pasado" publicado en la revista "Toros y Deportes" N° 206 del 6 de octubre de 1925, molesté el 28 de marzo de 2017 a José Francisco Coello Ugalde, Maestro en Historia, con las siguientes preguntas:
a) Cual era el nombre de pila de un cronista mexicano de antaño que se apodaba "Puyazos"
b) Preguntarle si no tiene información de un añoso picador de nombre Antonio Hernández que militaba en las filas del matador Ángel Adame (discípulo de don Bernardo Gaviño) y que falleció a resulta de una cornada en Tulancingo, percance del que no se sabe a ciencia cierta cuándo ocurrió.
Le pego la siguiente información que me proporcionó nuestro común amigo e historiador don Rafael Gómez Lozano, con la idea de perfeccionarla, ya que no tenemos los años de nacimiento y muerte tanto del matador Ángel Adame como de su picador y victima de la Fiesta Antonio Hernández.
Al día siguiente el Maestro Coello Ugalde me responde amablemente lo siguiente:
Estas son mis conclusiones a su amable petición:
Sobre el periodista que utilizaba el seudónimo de "Puyazos" me permito informarle que se trata de Ramón P. Plascencia, quien colaboró entre otras publicaciones para: "El Universal Taurino", "Toros y Deportes", así como en "Gaoneras".
Respecto a Ángel Adame. Revisando archivos que he ido reuniendo, apenas lo ubiqué en una relación que da cuenta de todos los participantes (a pie y a caballo, nacionales y extranjeros) en la temporada 1887 celebrada en la ciudad de México. Así, en dicha nómina aparecen tanto Ángel como Jesús Adame, aquel identificado como banderillero. Este, como torero. Sobre el picador Antonio Hernández no tengo absolutamente nada y aunque estos personajes solían ser los más afectados por la forma en que se practicaba la suerte de varas, los hubo también que fueron muy hábiles, realizando la suerte de conformidad a las reglas establecidas. En este caso, y debido a su solicitud, puse en acción una búsqueda exhaustiva, misma que se fue al banco de datos de información digital, pero también a impresos, imágenes y otros con objeto de su localización. Lo que sí puedo decirle es que a lo largo de más de 30 años he reunido una rica colección de referencias, fichas que pueden ir de lo básico a trabajos de investigación, sin más.... Pero como puede apreciar en esta ocasión, sin resultado. Sobre lo dicho por Adame en la entrevista, deja ver que habiendo ganado algún dinero, este lo invirtió en la construcción de la única plaza hasta ahora conocida en los rumbos del barrio de Jamaica, que precisamente fue conocida como "Bernardo Gaviño", e inaugurada el 15 de mayo de 1887. Sin embargo, y por datos recogidos en El Nacional, D.F., del 24 de mayo de 1887, p. 3 se amplía la información al respecto de tal acontecimiento:
Coleadero.-Hace pocos días concurrimos al que tuvo lugar en un sitio a propósito, inmediato a la plaza de toros conocida con el nombre "Bernardo Gaviño", por el rumbo de la Viga. Varios jóvenes de buenas familias colearon y manganearon con toda perfección. Montaban hermosos y magníficos caballos, y, ciertamente, quedamos complacidos de su destreza y habilidad. Tuvimos ocasión de visitar la plaza recientemente construida, y en donde se nos dijo, que una cuadrilla de niños lidian becerros de la ganadería de Atenco. Verdaderamente hay furor por esta clase de diversiones, las cuales, aunque del agrado de la generalidad de nuestro pueblo, no dejan de ser peligrosas y bárbaras. De igual forma el Nacional, D.F., del 21 de mayo de 1887, p. 3 apuntaba lo siguiente: El cáncer cunde.-Para ayer tarde estaba anunciado el estreno de la nueva plaza de toros en Jamaica, por el rumbo de la Viga. Iban a lidiarse cuatro toretes de Atenco, siendo dos de ellos a muerte y los otros dos de indulto. Lo notable de esta corrida es que el mayor de los lidiadores no tiene doce años de edad y los hay hasta de ocho años. El constructor y director de esta plaza es un Sr. [¿Juan?] Corona, que ha fundado por aquel rumbo escuelas, en que lo mismo se enseña a conjugar un verbo que a poner un par de banderillas al quiebro. Es la Politécnica al estilo del país. Los chicos que allí se educan, lo mismo servirán para un barrido que para un fregado.
También, sobre Juan Corona, le comparto los siguientes apuntes:
1853: Juan Corona.
Luis Ruiz Quiroz, en su imprescindible obra: EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS, refiere, en la pág. 91 el siguiente dato:
29 de marzo. 1858.-El picador Juan Corona sufre grave cornada en la ingle por un toro de Queréndaro.
Pues bien, intentando buscar todos cuantos datos permitieran corroborar tal efeméride, me encuentro con unos apuntes manuscritos del Dr. Carlos Cuesta Baquero, de los que traigo hasta aquí lo que sigue:
Después trabajó (Juan) Corona desde 1850 a 1853 en la plaza de San Pablo, estrenada por segunda vez y de allí, la cuadrilla de Bernardo (Gaviño) pasó a trabajar a la plaza de Bucareli (la del Paseo Nuevo. N. del A.), en la que la tarde del 23 de mayo de 1853, sufrió Corona una terrible cogida, por un toro de Queréndaro, cuya asta entró al joven picador por la pierna derecha y atravesando el asta y saliendo la punta de la llave por el hígado. (sic). Como consecuencia de tan espantosa herida, Corona, duró enfermo casi un año, siendo durante este tiempo asistido con esmero por el Dr. Mallet. Repuesto Corona un tanto y habiendo gastado durante su enfermedad casi todos sus ahorros, tuvo necesidad de trabajar, logrando reunir una suma que, aunque insignificante, fue bastante para que Corona pudiera establecer una zapatería y comprar algunas vacas. Corona abandonó por completo el toreo y trabajando sin descanso y después de grandes privaciones con el honrado fruto de sus bastantes desvelos, compró la casa que hoy habita en Jamaica y donde tanto los viajeros notables, como la mayor parte de los mexicanos, hemos podido admirar un curioso museo al que tiene acceso el que lo solicite.
Hasta aquí las notas de Roque Solares Tacubac. Por lo tanto, el dato de Ruiz Quiroz no se corresponde con las apreciaciones de Cuesta Baquero, de ahí que sea importante, e imprescindible también el ajuste de aquellos datos que el pasado nos sigue aportando para seguirlo develando en el presente. Termino, por ahora, incluyendo los versos que, en 1851 se le dedicaron a este peculiar personaje, mismo que se convirtió en su momento, en auténtica leyenda viviente.
El valiente Juan Corona
el de la vara de otate,
aunque la fiera lo mate
ha de picarlo sin mona.
De San Pablo en este día
la plaza se encuentra en ascuas,
porque se acercan las Pascuas
y el pueblo goce a porfía.
La Chole, por vida mía
no esquiva pisar la arena
de sangre toruna llena;
pues por complacer a todos,
ha de jugar de mil modos
con esas fieras, sin pena.
Porque su fama lo abona[1]
en el suelo mexicano,
dó se muestra muy ufano
de triunfar siempre de veras.
Y dominar a las fieras
con su brazo soberano.
Ha de haber monte Parnaso,
de muchas cosas provisto,
las que jamás habrás visto
aunque las tienes de paso.
Cien pantalones de raso
y otras muchas zarandajas,
entre cortantes navajas,
ha de tener en su mano,
para que saque ventajas.
El que busque distracción,
en San Pablo la hallará,
y no se arrepentirá
de ocurrir a esta función.
Allí no habrá tumultón
ni desorden, ni mal rato
el público hallará grato
cuanto en su obsequio ofrecemos,
pues todo precaveremos
porque haya gusto y no flato.
No es busca de novedades
corras pueblo a otras regiones,
porque las más ocasiones
encontrarás bojedades.
(. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .)
Qué diversión más barata
puede buscar un galán,
para que con poco afán
quiera obsequiar a su chata.
La paga no es patarata,
esta vez se ha disminuido,
porque la empresa ha querido
dar muestras de su adhesión,
probando así a la sazón
que os vive reconocido.
Así que, ateniéndonos al principio de la precisión, hay que darle certeza y credibilidad al dato aportado por el Dr. Carlos Cuesta Baquero, sirviendo esto, además, para una posible enmienda en las siempre perfectibles efemérides que, como ha sido posible apreciar, siempre tienden a un mejor reacomodo y adecuación.
Sin otro particular, lamento mucho tan pobres resultados.
Aprovecho para enviarle un cordial saludo.
José Francisco Coello Ugalde
Maestro en Historia
[1] La de Juan Corona.