ALGUNOS MONTADORES TICOS FALLECIDOS
De acuerdo con Jorge González Cañero, la monta de toros en Costa Rica recibió una fuerte influencia de los trabajadores de Chontales, Nicaragua, que fueron traídos al país durante la colonia. "Por esas épocas no había corrales, ni barreras para reunir al ganado. Los jinetes corrían en un círculo alrededor del hato y así los mantenían juntos. Si un toro se desprendía, quien lo lazaba tenía derecho a montarlo y, si no lo botaba, recibiría al animal como regalo", cuenta González. Esa práctica generó competencia entre los peones de cada finca, para demostrar quién era capaz de permanecer en el lomo de un toro bravo. La fama de los animales era conocida en otras haciendas e hizo surgir la rivalidad entre sus peones. "Los peones decidieron medir sus fuerzas en un campo neutral y fue cuando se trasladaron a los pueblos y surgieron las primeras barreras, hechas con vara de montaña", añade Cañero; sin embrago en los redondeles también ocurren tragedias y, por desgracia o descuido, muchos montadores costarricenses no han sobrevivido para contar sus hazañas. Según un estudio de Cañero, desde 1989 (hasta 2004 fecha en que se publicó esta entrevista) solo han muerto 4 personas en campeonatos oficiales de monta de toros, empero, hay que sumar a la lista a decenas de hombres que, en los últimos lustros, fallecieron en diversos redondeles del país, entre otros a LUIS PONCE PONCE, MIGUEL FLORES, LUIS ÁNGEL MUÑOZ, MANUEL AZOFEIFA, WÁLTER ANGULO (incluido por separado en esta cronología), JOSÉ VALVERDE GARRO Y SANTOS CASANOVA, son solo algunos de quienes dejaron su vida en la arena. "Una mala jugada del toro en la manga, una descoordinación al momento de abrir la puerta, una mala caída, un golpe contra la barrera, una patada, una cornada o un cabezazo del toro pueden ocasionar heridas mortales", explica Luis Albenda Alvarado, montador y ex director del grupo de monta “Los Liberianos”. Aunque una fatalidad puede ocurrir en cualquier momento, la prevención de accidentes ha aumentado con los años. Desde 1989, el decreto ejecutivo 19.183-G-S estableció un reglamento de actividades taurinas que todas las comisiones de fiestas deben acatar, letra por letra. Allí se fijan las normativas para la monta de toros, desde la medida de las espuelas hasta el pago de una póliza que cubra las lesiones sufridas por los montadores. Además, el reglamento faculta a las autoridades policiales para que prohíban el ingreso y la monta de menores de edad o adultos perturbados por el consumo de alcohol o drogas. Sin embargo, amén de reglas y decretos, cada montador será responsable de su destino. Cuando pida "puerta" y pegue la espuela, tendrá ocho segundos para jugarse la vida. Superado ese lapso, sigue la gloria de saberse héroe de una cultura que se niega a morir.
Fuente: Randall Corella V. / Un mundo tras la espuela/ Diario La Nación de Costa Rica
http://wvw.nacion.com/dominical/2004/enero/04/dominical0.html