LOS MUERTOS EN LAS FIESTAS DE TOROS EN COLOMBIA A FINALES DEL SIGLO XVI
El docto historiador Pablo Rodríguez Jiménez, profesor de historia de la Universidad Nacional de Colombia, cita en su ensayo: "La Fiesta de Toros en Colombia entre los siglos XVI - XIX", que Juan Rodríguez Freyle refiere que en 1590, para celebrar la llegada del nuevo Presidente de la Real Audiencia de Santafe de Bogotá, Antonio González, hubo comedias, toros y pandorgas.
Las fiestas normalmente se iniciaban con un desfile a caballo de las autoridades locales, que recorrían los barrios leyendo los bandos e invitando a las festividades. Este recorrido iba acompañado de músicos y polvoreros. Había también mojigangas, comparsas y disfraces. Las jornadas de toros duraban según resultaran bravíos y furiosos los animales. Cada día podían correrse entre cuatro y seis toros. Tal parece que las cornadas y muerte de los temerarios no empañaban la alegría del certamen. Simplemente se sacaban los heridos y maltrechos, y las faenas continuaban.
Es evidente que las fiestas de toros calaron hondo en todos los sectores de la sociedad neogranadina. Los indígenas, especialmente, tomaron una notable afición por los toros, llegando a desarrollar formas muy especiales de lidia. El cronista Fernández de Oviedo señala que llegaron a ser famosos para torear los indios Coyaima, los Natagaima y los Ataco. Los negros, de quienes se ha dicho que carecían de espíritu para la fiesta brava, hicieron memoria en Santafé de Bogotá, Cali, Medellín y Cartagena. Los religiosos neogranadinos jamás estuvieron ausentes de esta festividad y ocupaban palco preferencial. En Pamplona, por ejemplo, las monjas del convento carmelita, que quedaba a un costado de la plaza principal, llegaron a ser sancionadas por el griterío que formaban asomadas en las ventanas los días de toros.
Al finalizar el siglo XVI, las autoridades eclesiásticas de Santafé de Bogotá se vieron precisadas a prohibir las corridas de toros, cumpliendo la orden de Pío V, emanada en Roma. Pero, como ocurrió con muchas medidas reales o papales, ésta se cumplió muy parcialmente, y eso en la capital. Un siglo después, el presidente de la audiencia, don Diego de Córdoba, logró restablecerlas con la condición de que "con ningún pretexto ni causa, llegada la noche desde las Ave Marías, no salgan ni corran a caballo, ni saquen toro dentro del lugar ni sus arrabales hasta la hora común del alba, como ni tampoco al tiempo que se celebran los oficios divinos; pena al transgresor de perder el caballo y silla y dos meses de cárcel".
Fuente:
http://www.taurologia.com/imagenes%5Cfotosdeldia%5C1672_ensayo__la_fiesta_de_toros_en_colombia.pdf