LA MUERTE DEL CONDE GONZALO DE BENAVENTE XXXX – XXXX
Se dice y cuenta que una señora condesa de Benavente (no hay que olvidar que ésta es conocida como "Ciudad de los Condes Duques), viuda ella, que tenía un hijo único, noble, joven, apuesto y virtuoso, al que quería intensamente, lo perdió en circunstancias muy dramáticas y a consecuencia de las cornadas recibidas por un toro bravo de la dehesa que poseía en las cercanías de la villa el Marqués de los Pinares. La historia, o leyenda, dice que el joven conde, de sólo 19 años de edad, era un excelente garrochista (arte y habilidad que, en aquellos tiempos, era practicada solamente por los nobles), un maestro consumado lanceando toro a caballo. A los plebeyos o servidores sólo se les permitía emplear el capote para colocar el toro en suerte o intervenir en caso de peligro del caballista o de su montura. Una mañana, de un día cualquiera, después de oír misa en la capilla del Castillo de Benavente, el joven Gonzalo, que así se llamaba al condecito, solicitó permiso de su señora madre para asistir y participar en la lidia de toros que, en honor a un alto personaje de la corte de Castilla, tendría lugar en la dehesa del Pinar, a corta distancia de la villa. Al joven Gonzalo le tocaba lancear y dar muerte a dos de los toros de la corrida. Con maestría y gallardía lanceó y mató a su primer enemigo, ganándose los aplausos y tiernas miradas de las doncellas mientras los caballeros envidiaban su maestría y buena monta. Cuando le tocó el turno de lancear su último toro, un ejemplar de bella estampa, lago y bonito, pero que resultó huidizo, cobardón y de malas intenciones, a pesar de que el condecito lo citó una y otra vez, lanza en ristra y haciendo encabritar a su precioso caballo y escarbando en la arena mansurronamente… Era costumbre, en aquella época, si los toros no embestían, que no fuesen matados en el improvisado rudo, por lo que el caballero don Gonzalo, después de su machacona porfía para hacer embestir al cornúpeta, volvió la grupa de su montura para alejarse. Y, en ese precioso y peligrosos instante, el cobarde toro arremetió con furia contra el caballo, clavando una y otra vez, con saña, sus cuernos en la panza del equino hasta dar con él en tierra. Todo ocurrió con la rapidez del rayo; el jinete logró zafarse de los estribos e intentó granar los burladeros, pero la sanguinaria fiera, cebada por la sangre, arremetió violentamente contra el indefenso conde, produciéndole mortales cornadas, sin dar tiempo a que las coloradas capas manejadas por diestros peones pudieran hacer el debido y salvador quite. Todo fue inútil; el inusitado condecito yacía roto y desangrado sobre la arena del ruedo… Los peones, asustados y apenados ante la tragedia, abrieron la cancela y el toro, berrendo y traicionero, huyó hasta el tamaral de le dehesa del Pinar. La señora condesa pálida, sin proferir ningún grito ni derramar una lágrima, pero lacerada por el dolor y la angustia por la pérdida de su único y querido hijo, ordenó que, después del entierro se reuniesen en la plaza del castillo todos los caballeros y servidores de su feudo para, desde allí, trasladarse a la dehesa del marqués del Pinar y apresar al toro causante de la muerte de su hijo. Le amarraron por los cuernos con una larga y pesada maroma y, como castigo, le hicieron recorrer las calles de la villa, apuntillándole y desangrándole cuando el agotamiento y cansancio dio en tierra con el animal. Después, como un rito, los jóvenes empaparon sus alpargatas en la roja sangre vertida por el toro… Más tarde, la señora condesa "decretó" que todos los años en las vísperas del Corpus, se corriese por las calles y plazas de la villa benaventana un "toro enmaromado", dándole muerte como castigo a perpetuidad de aquel otro que mató a su único y queridísimo hijo. Se cuenta que, seguidamente, la condesa se retiró a un convento, donde murió en loor de santidad. Así me lo contaron, más o menos, y así lo digo, paisanos. Así lo leí, más o menos, y así os lo relato, amigos ¿Leyenda? ¿Realidad? ¿Rito? ¿Historia? Nadie lo sabe de cierto porque nadie dejó constancia a través de la escritura, de los hechos acaecidos en tan lejana época y que dieron lugar al castigo y muerte del primer toro enmaromado. Lo que no cabe duda es que los hechos pudieron ocurrir así o de forma parecida. ¿Qué esta "herencia" que nos legaron nuestros antepasados de aquellos tiempos de condados y ducados, de servidores y esclavos, -que por suerte ya son historia-, tiene connotaciones de barbarie o incultura? Allá cada cual con su manera de pensar y obrar libremente. Se sacrifica, sin saña ni alevosía, simplemente un animal criado para tal fin. Solamente eso. Para el pueblo benaventano, el "toro enmaromado", su fiesta, su tradición, tiene muchas y variadas bonitas y atractivas. ¿Qué encierra peligro y puede albergar luto? ¡Claro! Pero a nadie se le obliga a "correr o ver el toro" en la tarde de la víspera del Corpus…Benavente es un pueblo más, a la española, ubicado sobre esta piel de toro que forma y conforma el mapa ibérico. Nada más y nada menos que eso amigos.
Fuente:
Crónica de Agustín Vázquez "Cubichi"
Publicado en Nueva España (El Correo de Zamora), el miércoles 17 de Junio de 1981
http://www.toroenmaromado.com/historia/historia/lahistoria_leyenda.htm