JOAO ALVES BRANCO NUNCIO (1901 - 1976)
Joao Alves Branco Nuncio, insigne rejoneador portugués nació el 15 de febrero de 1901 en la Villa de Alcacer do Sal, perteneciendo a una familia de gran tradición taurina, por lo que a muy tierna edad comienza a interesarse por el mundo de los caballos, demostrando poseer excepcionales aptitudes para la equitación. Tan temprana es su vocación que, según cuentan, con sólo 9 años rejoneaba becerras en el campo.
Su carrera profesional se inició a los 14 años de edad, llevando a cabo sus primeras actuaciones en público en San Juan de Évora durante la temporada de 1915.
Después de varias temporadas de rodaje, llega la alternativa en Lisboa, en el coso de Campo Pequeño, la tarde del 27 de mayo de 1923, de manos de Antonio Luis Lopes, con quien el público le hizo mantener importante rivalidad a partir de entonces. El motivo de este enfrentamiento no era otro que la disparidad de estilos: mientras Lopes era el representante del clasicismo puro y académico, Branco Nuncio destacaba por su rejoneo alegre y rico en adornos, estilo peculiar que le hace mantenerse en la primera línea del rejoneo en su país natal. Tras la alternativa, aún tardó 4 años en presentarse en España, hecho que tuvo lugar en Badajoz en el año 1927, logrando gran cartel después en plazas tan importantes como las de Madrid o Sevilla.
Una de sus peculiares suertes era la de intentar matar al toro con el estoque desde el caballo, suerte prácticamente en desuso desde épocas remotas y que muy pocos han practicado después por la gran dificultad que entraña. Toreo un total de 901 corridas, 879 en Portugal y 22 en España.
A los 75 años Branco Nuncio, en enero de 1976 se encontraba montando a caballo en la Quinta Da Broa propiedad de su amigo d. Manuel Veiga, lugar donde preparaba su regreso forzado a los ruedos por problemas económico derivados de la expropiación gubernamental de sus propiedades en 1974, y le era preciso trabajar para mantenerse, cuando en el picadero de la Casa Veiga, en lomos de un caballo y con espuelas puestas le sobrevino un infarto y le alcanzó la muerte. De Nuncio dijo el imperecedero matador Juan Belmonte al verlo torear en Sevilla la tarde del 10 de octubre de 1926: “Nunca supuse que fuera posible torear así; he visto muchas corridas a la portuguesa, asistí en España al trabajo de buenos rejoneadores portugueses, más, como Joao Nuncio no hay nadie, enorme, divino” tal y tanto cautivó su arte al inconmensurable “Pasmo de Triana”, lo que ratifica entre figuras su gran calidad.
Don Alvaro Domécq y Díez le dedicó este epitafio: "A ti, Juan Branco Nuncio, mi compañero, mi amigo, mi admirado jinete, a tí, rejoneador sin par que supiste ser jinete y torero a un tiempo y que no necesitaste leer más libro que el que llevabas dentro, a ti, el recuerdo de tu arte indiscutible."