JOSÉ MATA GARCÍA " PEPE MATA " (1940 - 1971)
Nació en Las Tricias (Las Palmas) en 1940. Toma la alternativa en 1965. El 25 de julio de 1971 toreando en compañía de Francisco Ceballos y de Antonio Millán Díaz “Carnicerito de Úbeda” en la Plaza de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), al entrar a matar al toro "Cascabel" de la dehesa de Luis Frías Piqueras, que abrió plaza, le infligió una seria cornada en el muslo derecho, ocasionándole rotura de los vasos femorales, donde la escasa atención recibida, como no fuera el hacerle un improvisado torniquete colocado sobre su taleguilla en salmón y oro, y el largo peregrinaje desde el momento de la cogida hasta su arribo al Sanatorio de Toreros de Madrid, marcaron el derrotero de su anticipado fallecimiento en las primeras horas de la noche del 27 de julio de 1971. Toda esta concatenación de acontecimientos desfavorables, empieza desde su misma inserción en la corrida, ya que en un principio no estaba contratado para actuar en el festejo, y que se dio en forma reparada al caerse del cartel Juan Asenjo, “Calero”, fortaleciéndose la sentencia y bruna casualidad, que firmar suplencia y mal fario, sean casi una especie de fatalidad asegurada. (Fuente: Crónica de d. Juan José Zaldívar Ortega, de su obra “Víctimas del Toreo”.)
Don Juan José de Bonifaz Ybarra, el erudito taurino, relata así su trágica jornada al decir que << Contaba con grandes simpatías el canario José Mata García en los distintos medios en que desarrolló sus actividades en la Villa y Corte. En el taurino fue en Madrid donde alcanzó sus mejores éxitos. No estaba contratado para inaugurar el 25 de julio de 1971 la plaza de toros de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), pero al caerse del cartel Juan Asenjo (Calero) ocupa su puesto. Lo completan Francisco Ceballos y Antonio Millán (Carnicerito de Úbeda), con quienes habría de alternar en la lidia de ganado de Luis Frías Piqueras. Al entrar a matar a la res que abrió plaza, de nombre “Cascabel”, resultó herido en el muslo derecho, con rotura de los vasos femorales. El largo peregrinaje desde el momento de la cogida hasta la llegada del herido al madrileño Sanatorio de Toreros, con un torniquete colocado sobre su taleguilla salmón y oro, fue amplia y desfavorablemente comentada por doquier. La tardía intervención quirúrgica no pudo evitar el fallecimiento del diestro, ocurrido a primeras horas de la noche del posterior día 27 de julio de 1971. "
Refieren en la página web “Historia del Torero”, que fue un << Torero canario nacido en Garafia, villa de la isla de la Palma, el 23 de julio de 1938; se presentó en Madrid como novillero el 5 de agosto de 1962, para matar con Facultades y Sandoval reses de Rodríguez de Arce, y sin que nada justificara su ascenso tomó la alternativa en Benidorm (Alicante), el 8 de agosto de 1965. Se la dio el Cordobés con toros de Pío Tabernero y actuando Manuel Herrero de segundo matador. Y el 12 de octubre del mismo año se la confirmó en Madrid Andrés Vázquez, en presencia de Trujillo, con toros de Moreno Yagüe. El 25 de julio de 1971, día de la inauguración de la plaza de toros de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), al entrar a matar al primer toro de su lote, de nombre Cascabel, número 128, negro bragado, del ganado de don Luís Frías Piqueras, fue gravemente herido en el muslo derecho, falleciendo al siguiente día 27 en el Sanatorio de Toreros, en Madrid, a donde llegó después de aplicársele un torniquete en la enfermería de la plaza y de recurrir a un Sanatorio de Valdepeñas. Actuaron con él en aquella tarde Francisco Ceballos y Antonio Millán (Carnicerito de Úbeda), Había intervenido como matador de toros en su vida, en doce corridas en Madrid, nueve en Francia y tres en Canarias. Al cumplirse el primer aniversario de su muerte, se descubrió el busto de Pepe Mata, como cariñosamente le llamaban, en Villanueva de los Infantes. "
Foto que ilustra al diestro José Mata García en su lecho de muerte
Videoteca:
http://www.rtvc.es/noticias/jos%C3%A9-mata-el-torero-canario-84169.aspx
UN TORERO EJEMPLAR
Editorial del Matador de toros, pintor, fotógrafo y escritor Robert Ryan) Publicada en la revista 6TOROS6, en julio de 2001 Era un torero de una calidad que se intuía, un torero valiente, hecho de valores más sinceros, más enteros, que el meramente físico. Un torero cuyos golpes de corazón correspondían al íntimo latido del arte. Era un torero hecho de una soledad diferente, a cuya fantasía el toro llegó a través del mar que le embestía a oleadas, hiriéndole con la distancia que le separaba del continente de la tauromaquia, al cual llegó, un español cabal, cuyo lugar de destierro sería el mundo que bordea al toro, dentro del cual él no tenía pueblo ni región, sino el secreto del terreno propio que el torero ha de compartir con la bravura. Fue un torero que sacó fuerza de la lejanía en que nació, que hizo virtud del aislamiento que le acercaba al toro, de manera tan real que a lo que era sueño, ilusión, en él se vio convertido en torería. En esa serenidad de espíritu que delante del toro da valor al momento. En la vida torera de José Mata estaba la plaza de toros de Madrid: un ruedo ancho y profundo, una superficie de arena, fina como la playa canaria que le había enseñado a pisar con firmeza, dejando huella. En la memoria de la plaza de Madrid está la huella de José Mata. Y el eco de …¡Torero! ¡Torero! ¡Torero! … cantado a coro por aquella temida andanada del ocho que sacaba del burladero al espada canario, embelleciendo su última primavera con el sentido homenaje del Monumental puesto en pie. En los últimos diez meses de su vida, a partir de la tarde del 20 de septiembre de 1970, José Mata toreó seis corridas de toros en Madrid, en una de ellas actuando como único espada. Seis tardes adversas, extrañas, que debieron ser de derrota, salvadas por un aire torero invencible. Salvadas por una cualidad indefinible que hacía fértil la entrega: un corazón que traspasaba los límites del toro, poniéndose más allá, donde a la faena la salvaba tan sólo la clase del hombre capaz de pisar el terreno íntimo, en el cual se le arrancaba al mortal enemigo pases tan limpios como lágrimas. Pases forjados del llanto interior de un torero que había sufrido la ausencia del toro. En Madrid, en aquellas corridas, el toro era siempre enemigo, cuán lejos del ideal que existía dentro del torero canario, cuyo sentimiento requería el acompañamiento de una bravura real, tan auténtica, tan completa, como la suya. "Por las circunstancias, por los toros que me ha tocado lidiar, se me ha colocado el sello de valiente, anteponiéndolo al de artista. Y yo digo que no, que ante todo soy un torero que siente el arte."Cortesía de don Robert Ryan
En julio de 1971, José Mata necesitaba un toro cuya embestida correspondiera a la nobleza de su muleta. Y el toro esperado le salió. No en Madrid, sino en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, el día 25.Un toro llamado Cascabel, de Luis Frías Piqueras, a cuya embestida el torero se pudo abandonar, revelándose. No es que fuera un gran toro Cascabel, por más que llegó a parecerlo en los últimos compases de una gran faena. Una faena que no tuvo eco ni recompensa más allá de las orejas y el rabo llevados a la enfermería. Porque el trasteo fue de los que consagran a un torero. Y la tragedia taurina de José Mata la fatalidad de encontrar el toro de su vida en una tarde lejana. No fue su suerte que le saliera su toro siete días antes, en su última tarde madrileña. Aquel día Cascabel habría dado vida a José Mata, enviándole al Sanatorio de Toreros entre un dolor salvado por gloria. Para que allí sanara de su triunfo definitivo. Más, aquel toro le tocó en su día. Una fecha no inscrita en el calendario del espada, hacia la cual viajó por el azar de una sustitución a última hora. Cuando la ambulancia llegó a Madrid habían pasado horas desde la cornada. Y la cumbre de José Mata se había escapado junto con su sangre por el camino. Contaba ya ni la estocada a Cascabel. Tan sólo lo que se temía por su consecuencia. Y aquella pérdida secundaria importaba. Porque el derrame se llevó lo mejor de un historial, la dimensión real del torero canario. Las horas de José Mata en el Sanatorio de Toreros compusieron una muerte vivida por España entera, con una intensidad que ahora parecería irreal. Era como si se había olvidado ver morir a un torero. Un torero cuyo corazón no quiso parar, volviendo a latir para que hablara el hombre con la lucidez del resucitado. Enseñado a morir, que fue su última lección de torero ejemplar. Las mismas cualidades personales evidentes en su toreo hicieron que José Mata fuera un hombre profundamente querido, profundamente amado, profundamente llorado. Aún, donde niega cerrarse la herida de Cascabel. Porque la vida no se rehace, como aconsejó él al abandonarla. Pasa simplemente. A otros tiempos que llevan dentro el pasado. José Mata murió en el Sanatorio de Toreros el martes 27 de julio de 1971, a dos días y dos horas de haber estoqueado a Cascabel.
Cortesía de don Robert Ryan