Los toros dan y quitan

PABLO PÉREZ GÓMEZ (1892 - 1957)

PABLO PÉREZ GÓMEZ

De la hemeroteca de D. Rafael Gómez Lozano
"El Ruedo" Número 694 /p>

Empleado de la plaza monumental de Las Ventas, de Madrid, muere el 6 de octubre de 1957, al ser corneado por un toro de la divisa de Flores Albarrán. (Fuente: Crónica de don Juan José de Bonifaz Ybarra, de su obra “Victimas de la Fiesta”, Capítulo 7, Página 198).

En la hermosa como interesante página taurina en la Internet,  “El Rincón de Ordóñez” (http://elrincondeordonez.blogspot.com),  informa que el 6 de octubre de 1957, el tercer toro de Flores Albarrán hirió al carpintero de la plaza, Pablo Pérez  Gómez, que moriría en la enfermería de la plaza.

El 26 de agosto de 2014 recibí una amable carta del esforzado historiador taurino mexicano, D. Rafael Gómez Lozano, quien mantiene en la Red el Blog enciclopédico "Toreros Mexicanos", donde me allega la digitalización del Semanario Gráfico de los Toros "El Ruedo", número 694, del 10 de octubre de 1957, y donde en una editorial titulada "La trágica muerte de Pablo Pérez Gómez" refieren: Nota tristemente trágica de la corrida fue la muerte impensada del empleado Pablo Pérez Gómez, espantosamente corneado por el toro "Cedacero", lidiado en tercer lugar. El toro tomó unos lances del espada de turno Fermín Murillo, y algo hubo en su pelea que hizo que uno de los carameleros que andaba por el callejón al lado del recibidor Pablo Pérez le advirtiese: —Ten cuidado, que el toro va a saltar. Casi simultáneamente, "Cedacero" salía suelto de los vuelos del capote de Murillo, se acercaba a tablas entre el 6 y el 7 y saltaba al callejón, mientras el infortunado empleado hacía un primer movimiento para entrar en uno de los burladeros interiores destinados a la fuerza pública. Pero como el movimiento de cuantos estaban alrededor fue el mismo, le fue imposible entrar. Rectificó su primer movimiento para saltar del callejón a la plaza, y al cruzar la breve anchura del callejón es cuando el toro le dio alcance. La cogida fue breve, pero a los que la presenciaron de cerca les pareció interminable. Enganchado a placer por el toro, fue campaneado horriblemente sobre el testuz dos o tres veces; el cuerpo del infortunado se veía ascender una y otra vez por encima de las tablas, sin que nunca terminase la presa mortal; al mismo tiempo el toro le corneaba en el suelo y le golpeaba brutalmente contra las tablas. Fueron unos horribles instantes. Todo cuanto se hizo por llamar la atención de "Cedacero" y separarlo de su víctima fue inútil. Otros auxiliares de plaza, el servidor de banderillas y el peón Isidro Ballesteros intentaron todo lo que en aquellos momentos angustiosos se les pudo ocurrir, pero sin resultado. Cuando "Cedacero" salió de nuevo al redondel, Pablo Pérez, horriblemente destrozado, estaba prácticamente muerto. —Ha sido la cogida más dramática que he visto en mi vida —nos relata un viejo aficionado— desde la muerte de Manolo Granero. Es extraño que el toro, que estaba en el principio de su lidia, aún sin picar y huido del capote hiciese una y otra vez por el bulto, cuando lógicamente debía seguir corriendo. Los que intentaron hacer el quite, en el azoramiento del dramático momento, echaban los capotes encima del toro, es decir, encima del infortunado portero, y así el toro se cebó más con él; tal vez si lo hubiesen llamado desde más lejos, por la parte del tendido 7, hubiese seguido su carrera y hubiese dejado antes y con posibilidad de salvación a su víctima... Pero todo esto son reflexiones hechas después, cuando, el trágico Destino se ha cumplido y la mente reposada puede hacer estudió sobre lo pasado. En el momento tan inesperado, los resortes mentales están agarrotados por la sorpresa y las reacciones son primariamente instintivas. Pablo Pérez fue materialmente destrozado por "Cedacero". Cuando f u é llevado al quirófano de la Plaza y los doctores soltaron el pantalón, el paquete intestinal fue proyectado fuera de la cavidad abdominal. Las heridas fueron mortales, y por más que los médicos lucharon largamente con la muerte, ésta se produjo fatalmente. De la tremenda importancia de las heridas recibidas por el infeliz funcionario da cuenta exacta el parte facultativo: El empleado de servicio en el callejón Pablo Pérez Gómez ha sido asistido de varias heridas. Una, en la cara anterior, tercio superior del muslo izquierdo. Otra, que abarca desde la espina iliaca anterosuperior izquierda a la región inguinocrural derecha, con destrozos extensos y salida en masa del paquete intestinal, con roturas múltiples del intestino delgado y desinserción mesentérica, que ha hecho precisa la resección intestinal. Otra, en la cara posteroexterna, del muslo izquierdo, de 30 centímetros, con grandes destrozos en la región antes citada. Otra, en la región perineal, que diseca el recto. Contusión nasal con fractura de los huesos propios de la nariz. Contusiones y erosiones múltiples. Shok y, hemorragia interna, que precisó la aplicación de 2,700 centímetros cúbicos de sangre. Se le administraron los Santos Sacramentos. Pronóstico gravísimo. La hora en que "Cedacero" saltó la barrera fue la de las seis y veinte de la tarde. A las nueve y veinte de la noche, Pablo Pérez Gómez había dejado de existir. La impensada víctima de la corrida del domingo llevaba como empleado en la Plaza de toros treinta y nueve años. El contaba en la actualidad la edad de sesenta y cinco, y sus familiares inmediatos son su esposa y una hija casada que, avisadas del accidente, se personaron en la enfermería, donde tuvo lugar una penosa y emocionante escena. La fatalidad estuvo presente en toda la tragedia. Pablo Pérez había regresado en la noche del sábado anterior con la emoción y la fatiga consiguiente a la asistencia en Cuenca al entierro de su sobrino Eusebio Resino Pérez, oficial de la Guardia Civil muerto en la catástrofe del autobús que cayó con sus ocupantes al río Júcar. Su intención primera fue la de no asistir a la corrida, y hasta expresó su intención de no acudir al habitual trabajo; a la hora de los toros, sin embargo, cambió de opinión, y una vez terminado su trabajo en las puertas, pasó a presenciar la corrida desde el callejón, donde le había dado cita -invisible- la muerte. El capellán de la Plaza le administró los últimos sacramentos, y en la enfermería de la Plaza acompañaron hasta el último momento a la viuda e hija de la víctima los señores Stuyck, Jardón y Melero, de la Empresa de las Ventas. EÍ Juzgado de guardia, número 22, se personó en la enfermería y dispuso el traslado de los restos mortales de Pablo Pérez al Depósito Anatómico, donde el pasado lunes se le practico la autopsia. El martes, a las cinco y cuarto de tarde, se verificó el entierro del finado con representación de la Empresa y de los compañeros que con él trabajaban en la Plaza y en el Tribunal Supremo, de donde era portero de la Abogacía del Estado correspondiente a la Dirección de lo Contencioso; la asistencia de público condolido por la desgracia fue muy numerosa. Descanse en paz el infortunado Pablo Pérez Gómez, por cuya alma solicitamos una oración de nuestros lectores, al tiempo que expresamos a sus familiares -especialmente a su esposa e hija- el testimonió de nuestra profunda y sincera condolencia.


Al entierro de la victima acudieron los matadores que tomaron parte en la corrida del domingo.
En la foto de Torracilla aparecen Marcos de Celis, Fermín Murillo y Juanito Bienvenida