Los toros dan y quitan

ROSENDO ÁLVAREZ (1933 - 1955)

ROSENDO ÁLVAREZ

Solo para efectos ilustrativos
Cortesía del Sitio Web: El Mirador Calkiniense
http://miradorcalkiniense.wordpress.com/2008/05/28/el-torero-vampiro/
De don Víctor Manuel Arteaga

Matador de novillos, nacido en el Departamento o barrio Mixcoac (Estado de México) en 1933. Sus actuaciones fueron siempre en plazas modestas. En una de ellas, la de Temax, sufrió una gravísima cornada, en mayo de 1955, que le ocasionó la muerte a las pocas horas, cuando contaba 22 años de edad. Curiosamente, este diestro no aparece en la relación de don Ángel Villatoro, del libro “Antología Taurina Mexicana”. (Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega)

Por su parte el célebre historiador d. Juan José Bonifaz refiere de este lidiador que << nacido en el barrio de Mixcoac, de la capital mexicana, no alcanzó el espada Rosendo Álvarez, en los veintidós años que vivió, otros logros que intervenir en festejos pueblerinos. En el que tuvo lugar en los comienzos de mayo de 1955 en la localidad azteca de Temak, en el estado de Campeche, fue tan terriblemente corneado que su muerte no tardó en producirse. "

Intentando abundar sobre el infortunado lidiador Rosendo Álvarez, me he topado con un documento en la red de d. Andrés Jesús Gonzáles Kantun, del libro: “Un viaje folclórico por el solar nativo”, que precisa que el lugar exacto de su muerte no es Temak sino Tepakán  y detalla el misterioso acontecer de su tragedia y que a continuación resumo:  Rosendo Álvarez fue cogido en una tarde de mayo de 1954 por el segundo de la suelta, un astado, de nombre “Tinieblas”, de la vacada de León Montero, del poblado de Bécal. El toro pasó limpiamente debajo del capote,  había sido capeado con espléndidas chicuelinas y verónicas. Llovieron aplausos. Rosendo agradeció el gesto, y solicitó el cambio de tercio, y el juez se lo concedió. El matador había mostrado arte y temple, ahora sólo faltaba redondear su faena. Rosendo inclina un segundo la cabeza para acomodar la espada que sostiene la muleta. Ese instante fue suficiente para que el “Negro” en forma relampagueante aprovechara el descuido y encajerado embistiera al diestro, sin darle tiempo de nada. Fue empitonado con una penetración de carne silenciosa, sorda, y levantado en vilo para ser zarandeado, como si fuera un muñeco de trapo, para quedar ensartado grotescamente en una de las gigantescas cornamentas. El público guardó un silencio sepulcral; mientras la cuadrilla de toreros, olvidándose por un instante del temor que los había embargado desde un principio, reaccionó y se lanzaron en defensa del compañero herido.

─ ¡Jei, toro!, ¡jei toro!, ¡Jei toro! ─ le gritaban despavoridos para que éste bajara la cabeza y pudiera desatorarse Rosendo. Pero el “Tinieblas” se paseaba o trotaba en el círculo interno del ruedo muy ufano, luciendo en su cornadura a su primera y última víctima. Quienes fueron testigos de esta escena nunca lo podrán olvidar, era en verdad un espectáculo espeluznante. Finalmente, la fiera aceptó el acoso y bajó la testa, desatorándose el cuerpo de Rosendo,  que cayó pesadamente en el suelo. A toda prisa entraron los vaqueros y lo lazaron llevándolo  a los chiqueros. En el piso desangraba el héroe; tendido cuán largo era, débil, moribundo, pero con los suficientes arrestos, todavía, para levantar un brazo y saludar a ese público desconsiderado, o quizá para despedirse por última vez. Con urgencia fue levantado y llevado al Centro de Salud de Calkiní;  no faltó un buen samaritano que proporcionara esa ayuda, fue “Monino” Fuentes,  quien se ofreció a trasladar al torero caído, pero fue en vano, pues atravesando las vías del tren falleció Rosendo, en brazos de otro amigo, el “Chino Interián”.

Así las cosas, ya no hubo necesidad de llevar al torero al Centro de Salud y lo trasladaron al Palacio Municipal, y en uno de sus galerones, que servía de aula de la primera secundaria, fue colocado sobre una banca de varillas de madera. Ahí permaneció esa noche, sin más compañía que la de los infalibles curiosos, y de los borrachines de velorios. De los familiares del difunto no se sabía nada, porque la comunicación en esa época era deficiente.  Pasó cierto tiempo cuando les llegó la información de la tragedia. Durante la noche, Rosendo se desangró gota a gota, hasta formar en el piso un escalofriante charco de sangre. Algunos testigos cuentan que se escuchó a media noche el chillido del Chi´ha´huat (insecto anunciador de acontecimientos funestos) en todo el pueblo, presagiando toda clase de eventualidades funestas a raíz de ese deceso, y así sucedió. A Rosendo lo inhumaron en el Campo Santo de Calkiní y fue acompañado en su última morada, sin más cortejo que sus amigos toreros y ciertos borrachines que lo encontraron en el trayecto. Una vez transcurridos los tres años reglamentarios para la exhumación de un cadáver se presentaron, al fin, los padres de Rosendo para reclamar sus restos y llevárselos a la ciudad de México, de donde era originario.  Los atendió don “Chel” Canul, el sepulturero. El enterrador destapó la bóveda y jaló el ataúd, no con cierta facilidad, hasta depositarlo en el piso de concreto. Con una brocha le quitó todo el polvo y telarañas. Empezó a desclavarlo. La familia observaba con solemnidad el momento que tanto esperaban para volver a ver lo que restaba de su  hijo. De aquel vástago que nunca logró su sueño más deseado: torear en la monumental “Plaza México”. Por fin, se había arrancado el último clavo de la tapa del féretro. Había llegado el momento tan esperado por los padres del muchacho. Solamente había que levantar la cubierta y listo. Pero don “Chel”, un sádico consumado, sin decir nada, desapareció para zamparse un trago de ron. El padre del muchacho, con los nervios crispados, no esperó más y, tomando el sacaclavos, levantó la tapa de la caja mortuoria. ¡Dios Santo! Esto fue lo que la familia vio. Un rostro conservado y fresco, pelo y barba crecidos, uñas puntiagudas, un rostro dibujando una sonrisa, y una boca entreabierta que mostraba unos brillantes y afilados colmillos, que a contraluz semejaban los de un vampiro. Era un cuadro espeluznante, aterrador. No esperaron más, se olvidaron que eran padres de aquel infortunado hijo y sin decir adiós, desaparecieron para siempre, olvidándose de aquel ser querido que quiso convertirse en torero de cartel, pero lo único que obtuvo fue la muerte, y en un lugar lejano al suyo. Mala suerte, Rosendo Álvarez. El terror cundió en el pueblo y lugares circunvecinos y fue tanto el miedo que causó, que durante mucho tiempo no se hablaba de otra cosa que no fuera del torero vampiro. No se veía a persona alguna deambular a altas horas de la noche por el temor de encontrarse con el vampiro humano y ser presa de él. La verdad es que nunca supe de alguna persona que fuera víctima del quiróptero cuadrumano, pero algunos tipos cuentan que sí las hubo y fueron desangradas horriblemente quedando como el papel. Amigo lector, todo relato misterioso debiera tener una explicación lógica, sin embargo, el pueblo prefiere seguir conservando el encanto de lo inexplicable como parte de su idiosincrasia para vivir gozándolo y recreándolo. Son más afectos a lo misterioso que a las historias reales sin ninguna clase de fantasía. Es por eso, que debemos dejarlos seguir viviendo en su mundo de ilusiones fantasmagóricas proporcionándoles más y más relatos enigmáticos, pero de la región nuestra para reforzar nuestro patrimonio cultural.

Contraviniendo las anteriores fuentes, en cuanto a la fecha de su fallecimiento, el afamado historiógrafo taurino, don Luis Ruiz Quiroz, refiere en sus leídas efemérides taurinas que publica en la página en la Internet Campo Bravo-México de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, que: El 22 de abril de 1955, el novillero Rosendo Álvarez muere en Temak, Campeche, víctima de una cornada. Por lo que hay que seguir estudiando la fecha exacta de su fallecimiento.

Posteriormente el viernes 9 de noviembre de 2012, recibí una amable carta de mi colega y amigo, don Pedro Julio Jiménez Villaseñor, donde me allega una editorial publicada el 5 de noviembre del presente, por SIPSE.COM de la pluma de Julio Amer, donde refiere que: Ya ha transcurrido más de medio siglo de este suceso y aún los viejos calkinenses tiemblan de miedo cuando recuerdan la tenebrosa leyenda del "Torero Vampiro", una trágica historia llena de misterio y terror que ya es parte del folclore de este municipio campechano que colinda con Yucatán.

El lunes pasado publicamos este tétrico episodio en el que narramos que en 1955 un torero oriundo de la Ciudad de México de nombre Rosendo Álvarez, de 22 años de edad, había fallecido tras ser embestido por un burel en la fiesta tradicional de la comisaría calkinense de Tepakán y que tres años después, al ser abierta su tumba en Calkiní, donde fue sepultado, el cuerpo del malogrado matador aún se encontraba incorrupto (en buen estado de conservación) y, por si fuera poco, el cadáver mostraba una siniestra sonrisa, unos filosos e impresionantes colmillos, largas garras y tenía el cabello y barba crecidos, además de que su chaquetilla de torero estaba extendida hacia arriba, simulando unas diabólicas alas.Tras el macabro hallazgo, la gente del pueblo, temerosa por el suceso, empezó a comentar que Rosendo Álvarez se había convertido en un vampiro, en un "muerto viviente" que salía por las noches y atacaba a los noctámbulos.

El equipo de investigación de MILENIO NOVEDADES, con el afán de desentrañar este misterioso suceso del que ya han transcurrido 57 años y sigue causando pavor en los lugareños, sobre todo en gente de la tercera edad, se dirigió al lugar de los hechos para desempolvar la añeja leyenda y autenticar la historia. Así, el pasado viernes 2 de noviembre, día de los "Fieles Difuntos", nos dirigimos a Calkiní para entrevistar a viejos testigos de ese incidente y comenzamos visitando el Palacio Municipal, una bella construcción con amplia escalinata, donde cuenta la historia fue llevado el cuerpo del torero y colocado en una de las sillas de varillas de madera mientras se decidía cuándo darle sepultura, y ahí entrevistamos a un custodio que no quiso identificarse, pero que nos narró brevemente que sí sabía de ese incidente "por oídas", ya que él es de Bécal (poblado cercano a Calkiní), pero que si deseábamos saber más sobre este suceso, habláramos con el enterrador "don Mas", Marcelino Chi.

El sepulturero
Con esa referencia y preguntando aquí y allá, dimos con "don Mas", quien junto con su esposa doña María Lucía Ac, nos narró que, efectivamente él, junto con el entonces encargado del panteón, Candelario "El Chel" Canul (fallecido hace unos 20 años), sacaron los restos de Rosendo Álvarez, pero afirma que era solamente una osamenta, no como cuenta la leyenda de que el cuerpo estaba incorrupto. Para corroborar la historia pedimos a "don Mas" que nos llevara al cementerio de Calkiní, un camposanto muy limpio, sin hierba, y que por ser día de Fieles Difuntos se hallaba bastante concurrido. Don Marcelino nos enseñó la tumba donde el supuesto vampiro fue sepultado en 1955 (el cronista calkinense Andrés Jesús González Kantún dice en su reseña que fue un año antes), pero nos indicó que ahora ese lote pertenece a una familia. Como se indica en la narración, los restos de Rosendo Álvarez fueron exhumados tres años después, en 1958, pero como los parientes del malogrado espada no se llevaron los huesos, éstos fueron depositados en la fosa común, sitio que también nos señaló el ahora retirado sepulturero que trabajó en el cementerio calkinense durante 45 años. Sin embargo, "don Mas" nos recomendó que si queríamos saber más de esta historia, fuéramos a la comisaría de Tepakán, donde fue la corrida en la que perdió la vida trágicamente el matador capitalino.

Nos enfilamos a Tepakán, que está a unos 5 kilómetros de Calkiní, y ahí entrevistamos a un veterano poblador, don Alfonso Ciab Chi, ex pintor de 73 años, quien nos aseguró que fue testigo del trágico hecho, cuando a Rosendo Álvarez lo corneó el toro, pero señaló que desconocía la historia de que el torero se había convertido en vampiro.

Luego hablamos con Ermilo Moisés Ceh Canul, de 37 años, conocido como "Charlie", quien es taxista foráneo y nos aseguró que sus abuelos le contaron la historia del "chupasangre" calkinense, y dijo que, efectivamente, esa leyenda les ponía "los pelos de punta" cuando se las narraban siendo pequeños él y sus hermanitos.

Después nos entrevistamos con Briceida Cuevas Cob, escritora de poesía y ensayo, que incluso ha recibido algunos premios en la Ciudad de México, en Valencia, España y en París, Francia. Doña Briceida nos dijo que esta historia del vampiro es sólo parte del folclore de Calkiní, pero que ella ni la afirma ni la desmiente. Lo que sí nos aseguró, al igual que los otros pobladores, es que Rosendo Álvarez llegó a Tepakán muy engreído y se expresó del lugar con palabras despectivas, al llamar al poblado como un "rancho polvoriento y pobre", que no era de su categoría, ya que él había actuado en plazas importantes del país y que de saber cómo era el sitio no habría aceptado el contrato.

Mala vibra

Añadió que Rosendo no fue con los demás toreros, Juan Villanueva y "El Ratón", que actuarían ese día, a rezar a la iglesia de San Bartolo, donde se venera la imagen de la Virgen del Pilar, como se acostumbra antes de saltar al ruedo. El foráneo, desde que llegó a la población, destilaba "mala vibra".

Doña Briceida cree que si el cuerpo de Rosendo se encontraba en buen estado de conservación pudo deberse a que algunos toreros, para darse valor, se dopan antes de actuar, y que una de esas drogas pudo provocar efectos en su anatomía y hacer que no se descompusiera después de muerto. También dijo que probablemente lo embalsamaron en Calkiní en espera de que los parientes del malogrado torero arribaran de la capital del país (lo que no ocurrió), por lo que eso pudo momificar el cadáver, y finalmente, que debido al profuso sangrado que sufrió el matador, quizá el cuerpo se "secó" y eso evitó que se corrompiera.

Pero donde sí nos confirmaron la historia del vampiro fue en la casa de don Primitivo Chi Couoh, ex vaquero de 78 años, quien desde su hamaca, donde está postrado por enfermedad, nos contó la tragedia que ocurrió exactamente el viernes 23 de abril (no en mayo) de 1955, a las 5:30 de la tarde. Ese día, nos dijo, él fue el encargado de soltar al toro, que no era negro, sino canelo, de cornamenta muy abierta, de unos 480 kilos, procedente del rancho "Dolores" que está en Bécal y que desde que el animal pisó la arena mostró su agresividad. Fue el segundo de la tarde y mientras se escuchaba la música de la charanga del "Chamaco" Alvarado, Rosendo saltó al coso dispuesto a enfrentar al amenazante toro.

Levantado en vilo

Fue así que después de unos cuantos capotazos, la bestia levantó en vilo al temerario torero, lo zamarreó varias veces y luego lo revolcó en la tierra.

El pobre Rosendo, con las vísceras al aire, sólo pudo levantar la mano, como diciendo adiós, pues ya estaba a punto de expirar. Desesperados, los vaqueros trataron de amarrar al toro para poder sacar al moribundo torero, pero la bestia opuso resistencia, tan es así que don Primitivo, luego de lazarlo casi fue arrastrado por el cornúpeta.

Cuando pudieron sacar de la arena a Rosendo ya había muerto y su cuerpo, como señalamos antes, fue trasladado al Palacio Municipal de Calkiní, donde estuvo tres días en espera de recibir sepultura. Al no llegar ningún pariente a reclamar los despojos de Álvarez, se le inhumó en el cementerio de la población y ahí permaneció tres años, hasta que llegaron sus familiares que reclamaron el cuerpo, pero se dice -comentó don Primitivo- que al abrir la tumba el cadáver estaba bien conservado y fue por eso que empezó a circular la leyenda del vampiro.

El mismo don Primitivo nos indicó que la familia Cahún poseía unas viejas fotografías de aquel incidente, donde aparecían el toro, el torero ya muerto e incluso donde lo estuvieron velando antes de enterrarlo.

Testimonio gráfico perdido

Tras despedirnos de don Primitivo, nos encaminamos a la casa de doña María Silvia Cahum Cob, viuda del finado Aurelio Cahum, quien era el propietario de esas imágenes, las cuales tenía encuadradas y colgadas en un cuarto de su casa y que constantemente la gente del pueblo lo visitaba para verlas, pues el episodio fue un hecho que marcó por muchos años a Calkiní y en particular a la comisaría de Tepakán. Por desgracia, esas fotos ya no existen. Se fueron enmoheciendo y las nueras de doña María Silvia sacaron los cuadros al patio, donde terminaron de destruirse. Un testimonio gráfico que lamentablemente se perdió para siempre. La anciana de 76 años nos narró que esa tarde ella asistió a la trágica corrida. Tenía entonces 18 años y se impresionó muchísimo con ese incidente, el cual, asegura, aún lo tiene muy grabado en la memoria. Indicó que ocurrió durante la Feria de la Virgen del Pilar, patrona del pueblo, y que, como ya nos habían platicado otros viejos tepakenses, Rosendo llegó muy arrogante al poblado, se expresó despectivamente del lugar y se negó a rezar antes de actuar esa tarde. "Dios lo castigó por ateo", dijo doña María Silvia mientras se persignaba. "Por eso cuando destaparon su tumba lo encontraron convertido en vampiro o brujo. Tenía el pelo crecido y los colmillos largos. Todos lo que lo vieron estaban temblado de miedo".

Tras escuchar todas estas historias y testimonios de gente que fue presenció esta antigua tragedia, sólo nos queda como conclusión que la leyenda del "Vampiro torero" ya forma parte del folklore de Calkiní.