Los toros dan y quitan

JUAN ANTONIO GÓMEZ CALVO (1913 - 1953)

JUAN ANTONIO GÓMEZ CALVO

"El Ruedo" - Semanario gráfico de los toros, Número 485, del 8 de octubre de 1953
Cortesía del historiador D. Rafael Gómez Lozano
http://torerosmexicanos.blogspot.mx/

Banderillero del que sólo contamos con la referencia de su trágica muerte acaecida en la Plaza de Toro de Logroño, en la que un toro de don Arturo Sánchez de Cobaleda le infringió una  mortal cornada en el vientre la tarde del 21 de septiembre de 1953, cuando alternaba con José Ordóñez y contaba 40 años de edad. (Fuente: Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega, de su obra “Víctimas del Toreo”).

Para mayor abundamiento sobre el personaje de la Fiesta, don Juan José de Bonifaz Ybarra, en su obra “Víctimas de la Fiesta”, refiere en adición que, " había figurado en cuadrillas tan importantes como la de Francisco Martín Caro (Curro Caro) , Julio Aparicio y Antonio Ordóñez el madrileño Juan Antonio Gómez Calvo, cuando al hacerlo en la de José Ordóñez, el 21 de septiembre de 1953, en el coso de Logroño, es corneado gravemente en el vientre por un astado de la vacada de Arturo Sánchez y Sánchez. Tras una transfusión de sangre se le conduce al Sanatorio de Toreros, en Madrid, donde fallecería el siguiente 4 de octubre de 1953. "

El 4 de septiembre de 2014 recibí una amable carta del historiógrafo taurino Rafael Gómez Lozano, quien mantiene en la Red el Blog taurino "Toreros Mexicanos", donde me allega la digitalización de la revista "El Ruedo" - Semanario gráfico de los toros, Número 485, del 8 de octubre de 1953, donde refiere D. Francisco Narbona que: La capilla del Sanatorio de Toreros se ha convertido en un jardín. Coronas de flores, con lazos negros y sentidas dedicatorias, rodean el féretro donde yace sin vida el infortunado Juan Antonio Gómez. Un sacerdote está rezando cuando e1 periodista se asoma. Parientes y amigos del banderillero muerto hacen su guardia postrera. Apenas suena el leve rumor de la oración, dicha sin voz, del llanto contenido a duras penas...; Al fin, alguien avisa: "Ya es la hora." Sobre el cadáver de Juan Antonio caen las últimas flores. El féretro queda cerrado y, a hombros de varios amigos, sale por la galería hacia el jardín que preside la estatua de Ricardo Torres, "Bombita. Una multitud silenciosa aguarda fuera. . Poco después la comitiva se pone en marcha hacia el cementerio de la Almudena, donde el pobre Juan Antonio va a recibir cristiana sepultura. Entre la muchedumbre van muchos toreros y aficionados. Los "Cagancho", Julio Aparicio, César Girón, "Jumillano", Jaime Malaver, Pepe Dominguín, Dámaso Gómez, Paquito Muñoz, Manolo Cano, Antonio y Curro Caro..., y Manolo Morán, Fernando Gago, Pardal, Escanciano, Juan de Lucas, el crítico de Radio Nacional Antonio García Ramos, Capdevila, " Tilu". Las coronas casi o cultan el coche en que van. Las hay del Sindicato Nacional del Espectáculo, de la Asociación y del Montepío, de los hermanos Ordóñez (íntimos del torero muerto, pero ausentes hoy, por tener que torear en Colmenar), de César Girón, de Gago y de Pardal, de Curro Caro... En la presidencia del duelo van, con los hermanos del finado, Vicente Pastor y el jefe nacional del Sindicato del Espectáculo. La multitud camina por la calle Bocángel, hacia Alcalá. Antes de llegar a la populosa vía se organiza el desfile de cuantos han acudido al entierro ante la familia doliente. Después, el coche funerario, seguido de numerosos vehículos, emprende el camino del cementerio. Queda a la izquierda el redondel de las Ventas, hoy en silencio, sin bulla; con unos carteles medio arrancados....

Al margen de la Fiesta de toros, donde -su pundonor y habilidad se imponían, Juan Antonio Gómez Calvo era un muchacho excelente. De familia acomodada -tienen un comercio en la calle de Torrijos-, comenzó estudios que no terminó. Pudo más su afición. Pero nunca tuvo ambiciones excesivas. No quiso ser matador. Se conformó con el oficio de banderillero. En sus principios fue con Julio Aparicio. Después estuvo con Antonio Ordóñez. Esta temporada, al abandonar Checa la cuadrilla de Pepe Ordóñez, oc upó su puesto. Pero, al margen del riesgo de los toros, Juan Antonio era un muchacho refinado, amable, con extraordinaria afición al dibujo. ("Tilu" me dice, cuando vamos camino del cementerio, que conserva algunos dibujos de Juan Antonio. "Un día -cuenta "Tilu"- me dijo en broma que era capaz de hacerlo mejor que yo,... Y, en efecto, trazó unos diseños con motivos taurinos muy acertados.") Tenía Juan Antonio treinta y nueve años. Y era ésta la primera vez que sufría una cogida de importancia. En tantos años de profesión los toros le habían respetado.

La cogida que ocasionó la muerte de Juan Antonio tuvo por escenario la Plaza de Logroño. Fue el 21 de septiembre. Ese día toreaba el desgraciado subalterno a las órdenes de Pepe Ordóñez, benjamín de la dinastía creada por "E1Niño de la Palma". El cartel lo formaban, además del aludido diestro "Chicuelo II" y Antonio León. Los novillos pertenecían a la ganadería salmantina de don Arturo Sánchez y Sánchez, de Pedrecillo de los Aires. Esta ganadería, en la que se mezclan sangre de las vacadas de Trespalacios, de Cunha, de Mihura, de Infante da Cámara..., fue adquirida por D. Mati as Sánchez Cobaleda, que a su vez la cedió a su hijo al morir. El desgraciado percance ocurrió durante la lidia del segundo novillo .Juan Antonio Gómez resultó cogido al banderillear. Aunque el accidente fue muy aparatoso, nadie creyó, al ver que el diestro ganaba la enfermería por su pie, que la herida fuera de tanta gravedad. Sin embargo, dos semanas después moría en e1 Sanatorio de Toreros a consecuencia de la cornada. El parte facultativo dado en la enfermería de la Plaza Logroñesa acusó ya la extrema gravedad del herido. Juan Antonio tenía una herida penetrante en la región lumbar izquierda, con dos trayectorias, una ascendente, hacia la fosa renal, que interesaba masas musculares y aponeuróticas, y otra hacia atrás y adentro, que afectaba planos musculares aponeuróticos, con fractura conminuta del hueso Ilíaco y adherencias de grasa retroperitoneal. En la misma enfermería, y posteriormente en la clínica de "Santa Cruz, de Logroño, le fueron practicadas dos intervenciones quirúrgicas y una transfusión de sangre, y como se viera que el herido, experimentaba cierta mejoría, se dispuso su traslado al Sanatorio de Toreros, de Madrid. El sábado 26 ingresó Juan Antonio en dicha clínica, quedando al cuidado del doctor don Enrique Castillo, segundo médico de la enfermería de la Plaza madrileña, el cual apenas se hizo cargo del herido se vio precisado a practicar con toda urgencia una nueva transfusión de sangre. Durante los días que siguieron, tanto el doctor Giménez Guinea como el doctor Castillo lucharo n denodadamente, con todos los recursos de la ciencia, para salvar la vida del infortunado banderillero. Pero las complicaciones surgían a cada momento y el estado de Juan Antonio se fue agravando por horas. Cada vez más postrado, dándose perfectamente cuenta del triste final que le aguardaba, solicitó Los Santos Sacramentos, que le fueron administrados el miércoles día 30. Pareció entonces más tranquilo y hasta experimentó una ligera mejoría, que hizo concebir a los médicos, cierta esperanza. Sin embargo, un inesperado colapso periférico cortó, al mediodía del domingo, la vida del banderillero.

La suerte de cada uno es cosa que viene de allá arriba. . . Pepe Iglesias, torero un día, banderillero hoy, fue testigo de la mortal cogida de Juan Antonio. Él es quien me cuenta interesantes pormenores de la misma. Y resume así: La suerte de cada uno es cosa que viene de allá arriba.... El pobre Juan Antonio jamás pensó que fuera éste su final. Confiaba en su buen oficio. Más de una vez me dijo: "Los toros no cogen más que a los torpes...," — ¿C ó m o fue el percance? — Fue al banderillear al segundo novillo de la tarde. El bicho era bueno, pero después de picado cambió. Se puso mal. Adelantó por el lado izquierdo. Juan Antonio fue a colocar un par en la misma raya del picador. Quiso pasar en falso, y apuradamente colocó una banderilla. Fue entonces cuando el bicho le prendió. Se vio claro que el cuerno se hundía a la altura del riñón izquierdo. Después el bicho se ensañó con él. Yo creo que la herida grave se la produjo en aquel contundente derrote primero. Juan Antonio, cuando le hicieron el quite, se levantó y, sujetándose el brazo, con frecuencia sufría la luxación del hombro derecho, pasó, ayudado por "Remache", a la enfermería. Nadie podía pensar que iba herido de muerte. Cuando al finalizar la lidia, del cuarto toro fui a verle con "Chicuelo II", le estaban operando. Me extrañó que los médicos anduvieran explorándole, bisturí en mano, el vientre; pero, por lo visto, la herida era tan profunda que hacía necesaria tal intervención, — ¿No le vio más? —Sí. Cuando terminó la corrida me fui a la clínica de Santa Cruz, donde había sido hospitalizado el pobre. Hasta las once de la noche no volvió en sí. Yo estaba a su lado cuando, pasado el efecto de la anestesia, pronunció las primeras palabras. Se le notaba decaidísimo como si temiera el trágico desenlace de quince días después. Al día siguiente, a las seis de la mañana, antes de abandonar Logroño, acudí nuevo a la clínica para interesarme por él. Ya no le vería más.


"El Ruedo" - Semanario gráfico de los toros, Número 485, del 8 de octubre de 1953
Cortesía del historiador D. Rafael Gómez Lozano
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