LUIS MIGUEL SANZ BAIBA "EL ESPARTERITO " (1926 - 1948)
Luis Miguel Sanz Baiba, matador de novillo muy modesto, nacido en Meco (Madrid) el 8 de mayo de 1926, falleció en 1948, cuando contaba 22 años de edad. El 15 de septiembre de1948 actuaba como director de lidia en un festejo celebrado en la Plaza de Toros de Cariñena (Zaragoza), y una de las reses, de la vacada de Aranz de Robles, veja y gorda, le cogió al intentar buscar refugio en un burladero, infringiéndole tan tremenda cornada en el pecho que le ocasión la muerte de forma instantánea. Fue de joven "botones" en un café de Zaragoza; capital en cuya Plaza de Toros se vistió de luces el 4 de julio de 1943 en un festejo de noveles, anunciándose con el apodo de “El Esparterito”. Años más tarde llegó a torear en la Plaza de Toros de Madrid en una novillada nocturna durante el verano, pasando inadvertido. Se le tenía por aragonés, zaragozano, porque en esta ciudad vivía desde su niñez. Casi un niño, con la simpatía de los humildes nobles y sencillos, y la popularidad lograda por sus cargos de botones en algunos cafés importantes de Madrid, era realmente un muchacho muy simpático, muy correcto en su trato con las personas de las distintas clases sociales que constituyen la afición, de ahí que su trágica muerte fuese sentidísima. Y su entierro, en Zaragoza, una auténtica y multitudinaria manifestación de duelo. Vistió el traje de luces, apenas cumplidos los diecisiete años de edad, el 4 de julio de 1943, en la misma Plaza de Toros de Zaragoza, en función de noveles, en la que ocho aspirantes a espadas estoquearon otras tantas vacas. A Luis Miguel Sanz le anunciaron con el apodo de “El Exquisito”, que desgraciadamente no volvió a utilizar. Porque llegó el día 15 de septiembre de 1948 en que los organizadores de una capea pueblerina, se aprovecharon de su creciente entusiasmo e ilusiones, y le nombraron director de lidia – tapadera de las en cierto modo aborrecibles capeas-, en un festejo en el que no se correrían precisamente vacas emboladas ni becerretes inofensivos: por el improvisado ruedo correteaba a sus anchas un toro viejo, que había madrigado o padreado en una ganadería, y Luis Miguel Sanz, al intervenir una vez con el capote, quiso refugiarse en un burladero, pero al estar totalmente ocupado, no pudo entrar en él, y el morlaco le infringió un cornalón en el pecho a consecuencia del cual llegó sin vida a la enfermería. De tipo fino, menudito, tenía ideas para hacer el toreo alegre y pinturero, lo que le permitió que durante la temporada de 1945, toreara bastantes novilladas: una de ellas en una nocturna en Madrid, el 30 de junio de 1945, con parte tauro-musical y parte seria, a cargo ésta de Luis Miguel y Antonio Bamala. No obstante la casi nula importancia del festejo, la Prensa diaria, más que la profesional, se ocupó de la novillada y de la buena impresión causada por los juveniles espadas. (Fuente: Crónica del historiador Juan José Zaldívar Ortega).
Por su parte el erudito Juan José de Bonifaz Ybarra refiere en su libro “Víctimas de la Fiesta”, que << actuando como director de lidia en una capea celebrada el 15 de septiembre de 1948 en Cariñena (Zaragoza), el joven diestro madrileño, de Meco, Luis Miguel Sanz Baiba habría de encontrar el término de su existencia. Fue corneado en el pecho por un viejo torazo de la ganadería de José María Arauz de Robles, con tan certero tino que el fallecimiento se produjo prácticamente en el acto. "
El 1 de julio de 2013, recibí una amable carta del historiógrafo taurino Rafael Gómez Lozano (Dientefino) donde me allega de la revista "La Fiesta", no. 189, del 13 de octubre de 1948 una foto de esta valerosa víctima de la fiesta, con una nota de pie, donde consigna que: En Cariñena, pueblo de Aragón, falleció el 15 de septiembre de 1948, a consecuencia de una terrible cornada en el pecho, el modesto matador de novillos Luis Miguel Sanz, que llevó el apodo de "El Exquisito". La tragedia ocurrió al tratar de meterse en un burladero repleto de curiosos siendo alcanzado y corneado por una res vieja y con muchos pitones del ganadero Arauz de Robles. Dos días después el infeliz torerillo recibió cristiana sepultura en Zaragoza. Luis Miguel Sanz había nacido en Meco, Madrid, el trece de mayo de 1928. ¡Descanse en paz esta nueva víctima de los ruedos.
El 20 de mayo de 2020 recibí un correo electrónico de D. Javier Veras, donde me dice:
Estimado señor.
En Internet estaba buscando una referencia al torero Luis Miguel Sanz y ha aparecido su página donde aparece una breve biografía. He encontrado entre los papeles de mi abuela un recorte de prensa de los días en que murió el torero, con un poema dedicado a Luis Miguel Sanz, escrito por Rafael Duyos, dedicado a sus amigos del "Club Pepe Luis Vázquez" de Zaragoza, ciudad donde yo resido en España. Es un romance escrito en Zaragoza dado a conocer en el Centro Mercantil.
Un saludo.
Romance de Luis Miguel Sanz (Original de Rafael Duyos)
Buscabas un burladero
y estaba de par en par
por ti, la muerte, en acecho,
como una novia encelada,
segura de casamiento…
El toro ya iba a tu alcance
¡y tú, Luis Miguel, corriendo…!
Buscabas una rendija,
como si fueras de viento,
para entrar en el recinto
donde no llegan los cuernos,
donde solo los mugidos
…del vendaval tienen eco.
Buscabas, niño, un capote,
quizás una voz, un quiebro,
algo que parase al toro
o le torciera el sendero…
Buscabas -¡tú, tan valiente!-,
en el "pies, para que os quiero",
esas alas que Mercurio
puso en los tobillos griegos…
Buscabas… para poder
volver a la arena luego,
la burla que por ser burla,
se llama así: burladero.
Y encontraste una barrera
de hombres apretados, quietos,
cerrándote, sin querer,
la escapada del momento,
como si fueran de piedra…
Para ti, de piedra fueron.
¡Un segundo más y estabas
a salvo! Un segundo… ¡y dentro!
Pero Dios, que te quería,
dispuso…¡un segundo menos!
…y con tus botas camperas
y tu gorra de pilluelo,
y tu faja verde-mar
y tus chorreras al pecho
y tus manos de novicio
y tu voz de niño bueno,
le echaste, Luis Miguel Sanz,
tus gritos al toro viejo.
-¡Toro, toro, no me sigas,
que torear es un juego
y tu sales con más años
que yo de esperarte llevo,
y eso es jugar con ventaja,
toraco...¿me estás oyendo?
¡Toro, toro, no me sigas,
Que te estoy hablando en serio…!
Pero el toro no te oía…
La furia le puso ciego…
Y tú, Luis, eras tan solo,
delante de él, un pretexto,
un relámpago, una sombra,
algo en que clavar los cuernos…
La plaza, no era de toros.
Era…una plaza de pueblo.
Lejos, los trajes de luces:
Las plazas de verdad, lejos;
y los palcos con abono
y los tendidos y el ruedo
con su círculo de sangre
cerrando el aro perfecto.
Lejana la alternativa
y si eso era mucho, al menos,
el llegar a ser un día
príncipe de novilleros…
Un minuto antes, cerrando
los ojos, soñabas eso…
La plaza de Cariñena
pudo ser Madrid o Méjico…
Pero la plaza tan solo
era una plaza…de pueblo,
con su barrera de carros
las callejas obstruyendo,
con sus mantones de China
en el balcón del Concejo,
con sus chicas casaderas
que aún no tienen novio en serio
y sus mozos con la alegre
pujanza del fruto nuevo
con las guitarras de jota
para el nocturno rondeo.
Plaza aromada de establos
y bodegas de lo añejo,
donde el antiguo Aragón
rumia un cantar de viñedos…
Plaza de ruedas de carros,
Con mercachifles y arrieros
Para que a zarpazos, Goya,
Le diese vida en un lienzo…
La plaza de Cariñena
-sol, como candente hierro-,
embriagando con el vino
de su fama, al pueblo entero,
fue toda, Luis, para ti,
un manojo de deseos…
Porque ti eras "director
de lidia"…Eras el "maestro".
En toda la plaza, tú,
sobre todos: ¡el torero!
Presagio de negra nube
rubricaba el firmamento…
Con su modorra caliente
y su terrible silencio,
aragonesa, la tarde,
por la sierra iba cayendo…
En el reloj de la torre,
Las seis y cuarto se oyeron.
En el reloj de tu vida
-sin gloria aún- se paró el tiempo.
-¿¡Toro, mira, espera, toro…!
Tiraste el capote al suelo…
-¡Toro, toro, no me sigas…!
Y dijo el toro: -¡Eso quiero!
Y el toro ya iba a tu alcance
¡y tú, Luisillo, corriendo!
Buscabas, majo, otras manos,
quizás otra voz, un quiebro,
un no sé qué, una rendija
por donde escaparte al vuelo…
o los brazos de tu madre
-ya en un imposible esfuerzo-
como si fueses un niño
de pronto un niño pequeño…
por la plaza un burladero,
y en la niebla de las prisas
-¡corre!- encontraste sin verlo,
¡abierto de par en par,
el portón de los cielos…!