CARLOS RELVAS (XXXX - 1894)
El 25 de septiembre de 2014, recibí una amable carta de D. Rafael Gómez Lozano, el historiador taurino que mantiene en la Red el Blog "Toreros Mexicanos", donde me adjunta un añoso recorte digitalizado de prensa de D. Antonio Martín Maqueda, donde anota: Carlos Relvas "El más famoso caballero portugués": La mayoría de los que ha ejecutado en Portugal proezas con caballos de doma especial, como son los destinados al rejoneo en las plazas de toros, eran lo que aquí se llaman "amadores". Estos es, trabajaban exponiendo la vida del caballo y la suya propia, por el placer de ejecutar el toreo, sin esperar remuneración alguna. El mayor número de ejecutantes de tan peligroso y romántico ejercicio se dio en la época de CARLOS AUGUSTO MASCAENHAS RELVAS DE CAMPOS.
Verdadero "gentleman" este "Carlos Relvas, manejaba el florete y la espada como un maestro de armas. Con las de tiro tampoco desmerecía; era en la caza una de las mejores escopetas de su tiempo. De su bien apuntado objetivo salieron para exposiciones nacionales y extranjeras muchas fotografías que le valieron en España, Italia y Alemania premios y menciones honoríficas. Cultivó la música y la pintura, y llevado de su gran afición al caballo, se presentó y logró destacarse en los hipódromos con sus bien domados y sabiamente conducidos equinos.
Nacido en la hermosa tierra Ribatejana, llamada con razón la Andalucía portuguesa, no es de extrañar en Carlos Relvas aquel ferviente culto, sobre todas sus otras aficiones, a los dos más hermosos animales del Universo: el toro y el caballo. Dicen los cronistas de Carlos Relvas, que reunía unas bellísimas cualidades morales y de carácter, cultivando a los que le trataban, y hasta los que solo conversaban con él, por su delicadeza y sensibilidad extrema, sin que esto quiera decir que en las ocasiones propicias no fuera voluntarioso y temerario "como los caballeros de la Edad Media". Cuéntase varias anécdotas suyas y de su caballo "Pérola", o "Perla". Un día fue a visitar a un amigo enfermo, y como no encontraba sitio donde amarrarlo, optó por dejarlo suelto. Lo acarició y lo puso junto a la pared, y sin más preocupaciones entró a ver al amigo doliente. Como tardara, la gente que pasaba por la calle se paraba para ver el hermoso ejemplar, al mismo tiempo que se extrañaban que estuviera abandonado. Al acercársele cualquier persona, relinchaba, haciendo salir a su dueño a la ventana. Carlos Relvas hablábale y el caballo seguía en su sitio, y quien intentaban acercársele, al ver que tenía dueño, seguía su camino.
Una de tantas veces que principescamente recibía a sus amistades en su palacio de Colegá, ofreció a los invitados, como también era costumbre en él, una corrida de toros (ya que los bailes de salón dejábanse para la noche), en la que el toreaba un par de reses y fueron otras banderilleadas también por los mejores banderilleros portugueses de aquel entonces: Roberto da Fonseca, Vicente Roberto, José Peixinho..., más un toro que un matador español que fue mandado venir para darle muerte a estoque. La corrida resultó buena y sin incidente de especial mención. Pero dos días después Carlos Relvas se vio envuelto en un proceso por infringir las leyes del reino y las de... la Sociedad Protectora de Animales. Por este proceso que se cernía sobre su cabeza le declaró guerra a muerte a la candidatura de Castelo Melhor y trabajó con denuedo por la victoria del candidato contrario, Mariano de Carvalho. Con tanto interés trabajó y puso su capital e influencia, que pagó a la Compañía de Ferrocarriles la dislocación de una máquina que fue desde Entrocamento a Abrantes para buscar a un "votante". Llegó el día de las elecciones, y, contra lo que todo el mundo esperaba, salió triunfante carvalho. El célebre proceso por la muerte de un toro nunca fue discutido ni juzgado.
La última corrida que toreó Carlos Reivas fue el 24 de septiembre de 1893, en la plaza de Campo Pequeño, de Lisboa, organizada por la Comisión de Prensa en beneficio de las víctimas del ciclón que asoló las islas Azores. Falleció el 23 de enero de 1894 (algunos autores dicen que el 22 del mismo mes y año), en su palacio de Colegá, víctima de las heridas que recibió al ser cogido contra la pared por un carro de bueyes, suponiéndose que la gravedad provino de la diabetes que hacía mucho tiempo sufría. (A.M.M.)