Los toros dan y quitan

LORENZO PIZI (XXXX - 1816)

LORENZO PIZI

"El Padre Negrón" haciendo el quite para que levantasen del albero al moribundo Pizi
Cortesía de don José Antonio Román Romero

Lorenzo Pizi, torero de raza negra, de los que han existido por lo menos cuatro excelentes representantes en la historia del toreo peruano, fue uno de los primeros valores del toreo de ese país. Murió en el año 1817 durante una corrida en homenaje al Virrey Pezuela.
Fuente:
Gaceta Taurina, noviembre de 1998, Salvador García Bolio, Año III, Número 28
http://www.bibliotoro.com/gacetas/Gac_3-28.pdf

Un mayor detalle de la tragedia ocurrida al torero Lorenzo Pizi, la encontramos en la biografía de "El Padre Negrón" que nos relata don José Antonio Román Romero, en su Blog taurino en la Red: "De Hombres, Toros y Caballos" donde apunta:

En el Archivo municipal de Estepa (Sevilla) existe, por lo menos hace más de cien años, un interesante trabajo titulado "Tradiciones peruanas" (escritas por D. Ricardo Palma en la época de la colonia española y que se caracterizó por la sátira del escritor), en el que relata la vida pintoresca de Fray Pablo Negrón, conocido por el sobrenombre de "El Fraile Toreador".

--Don Isidro Gómez Quintana, versado publicista taurino, recogió en el propio Estepa datos referentes a este famoso clérigo, y de ellos sacó en consecuencia que Fray Pablo Negrón era hijo de Estepa y que sus antecesores eran italianos que se naturalizaron en España en la época de lo Reconquista. Era, pues, andaluz el Padre Negrón, que, ingresado en la Orden de la Merced y nada partidario de la vida conventual, residió, en calidad de capellán del feudo en alguna hacienda de las proximidades de Lima. Fray Pablo tuvo una pasión que fue su tormento y el motivo de las represiones y castigos de sus superiores. Tenía locura por los toros, cuyas condiciones conocía a la perfección, y gustaba de practicar el toreo en cuantas ocasiones se le presentaban. En los primeros dieciséis años del siglo 19 no se dio corrida en Lima ni lugares de su alrededor en cuya organización no interviniera el Padre Negrón. Los lidiadores del país tenían fe ciega en la maestría del mercedario y buscaban sus lecciones y consejos. El famoso capeador Casimiro Cajapaico, ensalzado como tal por el marqués de Valle-Umbroso solía decir: "Si no fuera quien soy, quisiera ser el Padre Negrón..." Vamos a relatar sucintamente un capítulo de las fiestas acaecidas en Lima en agosto de 1816, en el cual el Padre Negrón realizó la más ruidosa y divulgada de sus hazañas. Fueron estas fiestas pasa celebrar la llegada del nuevo virrey del Perú, don Joaquín de la Peñuela, marqués de Vilumá.

En el programa había tres corridas de toros qua tendrían lugar en la Plaza Mayor, en la que, según costumbre, seguían celebrándose las funciones taurinas en honor del rey o de su representante. En el circo de Acho se celebraban las restantes. El día de la función, la Plaza estaba magnífica, rebosante de espectadores. Casimiro Cajapaico y Juanito Breña lo torearon colosalmente a caballo. El público, complacido y entusiasmado, arrojó culos (almohadillas) y dinero. Torearon los “chulos” y, el Ayuntamiento mandó tocar a banderillas, operación que realizó pronto y bien el diestro Cantoral. Tocaron a matar, y Lorenzo Pizi (también nombrado Pissi o Pizzi), armado de estoque y muleta, se fue bajo la galería que ocupaba, con su sequito, el Virrey, al que, por las buenas, espetó el siguiente brindis: "Por Vuecencia, su ascendencia, descendencia y toda la noble concurrencia". Nos habíamos olvidado decir que Lorenzo Pizi vestía terno morado y plata.

Después de brindar, se fue por el toro, al que comenzó a citar desde mal terreno. De que lo vio de esta guisa, Fray Pablo, que presenciaba la corrida desde uno de los andamios del portal de Botoneros, se puso a gritarle: --¡Quítate de ahí! ¡Acuérdate de la lección y no vayas a dejarme feo! No tuvo tiempo el diestro de atender el apremiante consejo del Padre Negrón. El toro, que, como ya hemos dicho, era de muchos pies, se le vino encima, como una tromba, antes de que pudiera cambiarse de sitio Pizi dio un pase embarullado y no tuvo tiempo de reponerse. "Relámpago", haciendo honor a su mote, se revolvió rápidamente, y cogió al diestro de manera emocionante. Un grito de espanto resonó en la Plaza, y entre el griterío descolló la voz de Fray Pablo, que decía: Zapatetas ¿No te lo dije, negro bruto? ¿No te lo dije? Y al decir esto se terció el hábito y saltó desde el andamio a la arena para El toril y se instaló en la esquina de judíos para hacer el quite a Pizi, que, moribundo, estaba tendido en el suelo. El toro abandonó su presa segura, reclamado por el quite del mercedario, que le aguardaba con su propia capa blanca del hábito. Fray Pablo hizo varias suertes a la criolla, a la navarra y a la verónica, dando tiempo a que los chulos retirasen de la plaza al desventurado Lorenzo. “No hay que decir que el público tributó al Padre mercedario una gran ovación". El primer espada, Esteban Corujo, no tuvo ánimos para estoquear a "Relámpago", y, previa orden de la autoridad, tuvieron que intervenir los desjarretadores y el puntillero. Fray Pablo fue llevado preso al convento de la Merced.

El comendador Fray Mariano Durán, rodeado de todos los Padres graves de la sala capitular, dedicó severa admonición al Padre Negrón y le aplicó el condigno castigo. Además, se le declaró suspenso de Misa y demás funciones sacerdotales y se le prohibió salir del convento sin licencia de su prelado. La vida de encierro le sentó mal a Fray Pablo, hasta el punto de llegar a enfermar. El médico de la Comunidad recomendó que el enfermo fuera enviado al campo, donde seguramente se repondría. El Padre Superior le envió a la Magdalena, pueblecito situado o tres millas de Lima, recomendándole que no cayera en la tentación de torear. Pero Fray Pablo comenzó a recobrar la salud, y pronto inició sus visitas a las haciendas del valle, principalmente a Orbea y Matalechuzas, donde había ganado bravo. Pecó de nuevo, toreó hasta que un berrendo de mal genio lo inutilizó para el ejercicio de su incontenible afición. El tal berrendo le dio tan tremendo golpe contra una tapia, que le dejó desconcertado un brazo. Ya no pudo torear en adelante Fray Pablo Negrón; pero le quedó la sabiduría y el buen consejo en tauromaquia, y en consecuencia, mientras él vivió, no hubo en Lima ni en sus alrededores cuestión peliaguda, en materia taurina, que no pasara en última instancia al consejo y decisión del llamado, y no sin respeto, "El Fraile Toreador".
Fuente:
http://gestauro.blogspot.mx/2014/09/el-padre-negron.html

El 5 y 6 de septiembre de 2014, recibí sendas cartas del historiador D. José Antonio Román Romero, donde me siembra desconcierto en la primera de ellas, al comentarme que "quizá Pizi no falleció en el trance de esta corrida, sino que sobrevivió, quedando imposibilitado para la lidia"; para luego agregar en abono a la razón de su duda:

-Ahondando más al respecto de Pizi, de él dice José Sánchez Neira, escritor y periodista taurino en su obra "Gran Diccionario Taurómaco" de 1896: "Pizi, Lorenzo. —Matador de toros peruano. Dice el ilustrado escritor D. Ricardo Palma, que era un negro retinto, enjuto, de largas zancas y medianamente diestro en el oficio de torear. En la corrida que en Lima se dio en Agosto de 1816, en honor del Virrey D. Joaquín de la Pezuela, le cogió un toro llamado "Relámpago", de la hacienda de Bates, y le inutilizó para la lidia."-

En esta suerte de desconcierto que se engendra al leer historias anubladas, le contesto a don José, que mejor "Ahí dejaremos su muerte por cogida entre la bruma", a lo que don José me replica: -Sí, porque para liarlo más lea esto-:

Del libro “La Fiesta Española en el Perú” cuyo autor fue el Duque de Veragua en 1892 en las páginas 92-93 se lee textualmente:

“…El Reglamento de esta gran plaza de toros (se refiere a la de Acho), que corre inserto al principio de este folleto, ha sido modificado en dos de sus articulos como puede verse a continuación:

ARTICULO 10.-Con motivo de la notoria escasez de capeadores de a caballo, se ha permitido que solo dos de éstos ejecuten esa suerte nacional en cada corrida, con obligación de capear, alternativamente, todos los toros, y de tener dos caballos de reserva, para el caso en que fueren heridos los que cabalgaren. Por el mismo motivo, ha dispuesto la Inspección del ramo, que se permita tomar parte en las corridas a todo aficionado al capeo de a caballo, siempre que garantice su competencia alguno de los toreros conocidos por el público.

ARTICULO 11—A solicitud del empresario del "Circo de Acho," se ha acordado por la autoridad municipal, que solo se encierren ocho toros, de los que se lidiaran seis en cada corrida; a condición de que no se aumenten los precios de entrarlas y localidades ya establecidos. En caso contrario, deberán encerrarse diez toros y lidiarse ocho.

Las corridas de toros con que en la época del coloniaje se celebraban las fiestas reales, tenían lugar no en el Acho, sino en la Plaza de Armas o Principal, en donde se levantaba un tabladillo cubierto de asientos delante de los portales y Catedral; y se arreglaba convenientemente la parte alta que existía sobre las tiendas que hace pocos años se demolieron, conocidas por La Ribera, a fin de que de allí presenciaran la corrida todas las Corporaciones ; ocupando el Virrey el primer palco de la izquierda. La cuadrilla se presentaba por la esquina de la pescadería (hoy Intendencia) y los toros salían por la de judíos. En el centro de la plaza no había otro obstáculo para la lidia, que la gran pila que hasta la fecha vemos en el mismo lugar, sin más diferencia que en vez de las cadenas que entonces la circundaban se le ha colocado el jardín y verja que tiene actualmente. En dicha pila, seca como estaba, se acomodaban muchísimas personas del pagano (o bajo pueblo) para gozar del espectáculo. A mitad de corrida arrojaban de los palcos de Palacio gran cantidad de dulces, los que eran recogidos por el pagano, muchas veces estando el toro en la plaza. En una de estas corridas fue cogido por el vientre el matador peruano "Pissí"; falleciendo poco después. Las corridas ordinarias, antes de la construcción de Acho, se efectuaban en la Plaza de Otero, ocupada hoy por la Empresa del F. C. Urbano. Finalizamos haciendo votos por que la Plaza de Acho tan simpática y querida por todos los peruanos, se conserve, se reedifique si fuere necesario algún día; pero que no desaparezca jamás!”

Diera la impresión con todas estas versiones, como que Lorenzo Pizi, no falleció de inmediato en el trance de la cogida, sino que de ella resultó imposibilitado para seguir lidiando, y luego vino falleciendo a resultas de complicaciones derivadas de éstas heridas.

Citan en el libro "América Taurina" de Leopoldo Vázquez (editado en 1898 en Madrid).- PISSI (Lorenzo), espada peruano que trabajaba en e1 primer tercio del corriente siglo. En unas corridas de fiestas reales efectuadas en la época citada sufrió una grave cogida de resultas de la que falleció al poco tiempo. Contribuyó mucho á extender la afición en aquel territorio.
Fuente:
http://bibliotecadigital.jcyl.es/bdtau/i18n/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=10078549