Los toros dan y quitan

LAS VISIONES DE TOROS MUERTOS EN TIMICUY, YUCATÁN, MÉXICO

LAS VISIONES  DE TOROS MUERTOS EN TIMICUY, YUCATÁN, MÉXICO

Solo para efectos ilustrativos
Retablo de San Gaspar en la Iglesia de Timicuy

Cuentan los niños de Timucuy (comunidad y cabecera del municipio del mismo nombre, cercana al sur de la blanca Mérida, en el estado de Yucatán, México), con desenfado de doctos, y con su alegre risa que irrumpe el grave silencio del poblado, divirtiendo a los turistas con recorridos ilustrados con añosos mitos, a cambio de ganarse unos cuantos pesos, que cuando hay corridas de toros, por las noches, y ya cuando todos duermen, se pueden ver los fantasmas de los toros muertos deambulando por el redondel. Estas visiones no son privativas de Timicuy, ni de toros negros, ni de lidiadores fallecidos en las arenas o sepultos en éstas como Campo Santo, sino mero designio del Altísimo, que por razones ignotas para nosotros, permite al azar a algunos espíritus, el manifestarse de tal o cual forma, o estado material, o inmaterial, y en tal o cual sitio, y en tal o cual tiempo y circunstancia, de manera tan imprevista como inusual.

Sobre la fundación de la población de Timucuy (Lugar de la tórtola), se desconocen los datos exactos, aunque se sabe de su existencia desde antes de la conquista española. En la época prehispánica formó parte del cacicazgo de Chakán, y durante la Colonia bajo el régimen de encomienda, estuvo a cargo de Pedro Álvarez en 1549, de Gaspar Juárez de Ávila en 1565, y de Gertrudis Marín en 1724. Del 10 al 15 de abril se realiza verbena popular con vaquerías y bailes.

También relatan, estos nativos de Timucuy, que en el patio de la Iglesia del pueblo, se aparece un Padre sin cabeza, distinto es del que se aparece en la catedral de León, en Nicaragua y que fue decapitado el 6 de febrero de 1550 por defender a los indígenas hermanos de aquellas centroamericanas latitudes; lo mismo que refieren intrigados, que en un pozo clausurado de Timucuy se asoma a veces la Virgen María o indistintamente alguno de los Santos Reyes. Luego citan las apariciones del “Huaycochino” (Cochino embrujado), de “La Llorona”, y de otras entidades espectrales que emergen de los remolinos de las Aguadas (en el subsuelo se forman depósitos comúnmente conocidos como cenotes. En algunos casos los techos de estos cenotes se desploman y forman las Aguadas). Otros niños, cuentan con recelo (porque no es asunto del que pueda uno hablar sin consecuencia), de la temida aparición del Diablo, cuando se da muerte a un gato que no te haya causado mal (no porque hay malignos, que ex profeso cometen este abominable crimen para convocar a los Demonios), no por ser los gatos criaturas siniestras, pues son animales de Dios, como todos; sino por ser éstos felinos, por arcano fundamento, predilectos del Bajísimo (como se cita que lo son también, las víboras, murciélagos, cuervos, arañas, toros negros, y machos cabríos) y aún sin desearlo, cuando se les masacra sin haber razón, es proclive el instante de su muerte, para que se apersonen distintos Demonios a esta gente sin entrañas, y sin que estos lo sepan, llenarles de mal fario, o comprar sus almas a cambio de cumplir sus deseos, para ensanchar con sus almas negras, sus ejércitos del mal en esta tierra, y después de fallecidos, crecer sus huestes en sus principados del infierno, donde por obra de Dios, purgarán por sus pecados en interminables guerras de poder de estos Diablos y Diablas, y donde se sufre la muerte una y otra vez, en resurrecciones sucesivas en otros planos dimensionales de existencia en el averno, dependiendo de los pecados que hubieren cometido en esta vida, y puesto que en reinos en guerra se cometen más muertes y delitos para lograr sobrevivir de las contiendas, se acumulan más y más pecados en cada plano y subsecuente restauración, de manera que se convierte su vida eterna en expiación interminable y caótica. Será por ello, que en la historia de la tauromaquia, leemos con asombro y por desconocimiento, en las biografías de varios matadores, gitanos y no gitanos, que en viéndoles a los ojos con insistencia un toro negro, han desistido de darle muerte, sin importar consecuencia, que bronca, multa o desprestigio por la espantada, es cosa de risa comparado con la muerte, o el contraer el morbo del mal fario para siempre.
Fuente:
http://www.sipse.com/pdfs/17062009278047aa096.pdf