Los toros dan y quitan

LA MUERTE DEL SABANERO RAMÓN LUNA EN COSTA RICA

LA MUERTE DEL SABANERO RAMÓN LUNA EN COSTA RICA

Solo para efectos ilustrativos
Finca ganadera en el cantón Liberia, provincia de Guanacaste, en Costa Rica
Cortesía de:
http://liberiahillscostarica.com/

La leyenda del fantasma de la sabana, en la hermana República de Costa Rica, enraizada en la región de Liberia, provincia de Guanacaste, habla de un sabanero llamado Ramón Luna, que murió intentando lazar un enorme toro cimarrón llamado «El Escorpión», el cual le embistió, matándolo. Desde entonces, el fantasma de Ramón Luna - conocido como el fantasma de la sabana - se aparece como una sombra en las haciendas, espantando a los toros. Habría de validarse la existencia de este sabanero y la causa de su muerte.

Algunos historiadores piensan que esta leyenda de Ramón Luna tiene relación, o pudiera ser una variante de la leyenda del “Diablo Chingo”, también llamado “Chingo Negro” que según el investigador y escritor nicoyano Carlos Arauz, apareció en la época de la colonia española en Guanacaste, tiempo después que llegaron los primeros hatos de ganado bovino en el año de 1560, traídos por Juan de Cavallón y Arboleda, primer conquistador de Costa Rica. Las primeras haciendas en Guanacaste aparecieron en la colonia entre 1600 y 1770, por lo que se estima que en este periodo fue cuando aparecieron las tradiciones del Diablo Chingo, producto de la imaginería de los sabaneros - especie de vaqueros de la pampa guanacasteca - y otras gentes que vivían en los pueblos, que de hecho formaban parte en muchos casos de las mismas haciendas ganaderas.

El Diablo Chingo, también llamado Chingo Negro, es un personaje de una leyenda folclórica de Costa Rica, autóctona de la provincia de Guanacaste. Se trata de un gran toro negro de rabo «chingo», es decir, sin rabo o muy corto, con fieros ojos inyectados de sangre que brillaban como brasas, y con una gran cornamenta «paileta», que en los llanos asustaba por las noches escondiéndose en las burras del monte. Muchas veces se aparecía en los pueblos y corneaba mortalmente a los que se topaba en la calle a altas horas de la noche. Nunca se le podía lazar ni mucho menos montarlo.

La leyenda más conocida de este fantasma es la del mandador y el Chingo Negro. Basada en esta leyenda, existe en Costa Rica una danza folclórica típica conocida como «la Danza del Diablo Chingo». La leyenda del mandador y el Chingo Negro narra que este fantasma se aparecía en una de las haciendas más antiguas de Guanacaste, espantando al ganado. Un Viernes Santo, muy de mañana, el mandador de campo de la hacienda, un hombre déspota y sin escrúpulos religiosos, forzó a los sabaneros a recoger el ganado, irrespetando la festividad. Los hombres, muy religiosos, al principio se resistieron, todavía más por la leyenda que narraba la aparición de un toro fantasmal que se creía era el mismo Diablo en persona, pero aun así tuvieron que obedecer la orden. Casi al final de la tarde, cuando todo el ganado estaba recogido, apareció en una loma un inmenso toro negro, chingo, de ojos rojos como brasas, que rascaba el terreno en señal de desafío. Los sabaneros se asustaron, pero el mandador les ordenó lazar a la bestia e incorporarla al hato. No hubo, sin embargo, forma de cercarlo ni lazarlo, lo que hizo montar en cólera al mandador, que profiriendo insultos contra sus hombres, se lanzó a por el toro, jurando que o se moría o pasaba todo el resto de la vida persiguiendo al Chingo Negro, pero lo que era él, nunca volvería si no alcanzaba al animal. De esta forma, el mandador lanzó su caballo y a su perro pastor en pos del toro, que inmediatamente echó a correr por la sabana. El resto de los sabaneros volvió a la hacienda. En vano esperaron toda la noche el regreso del mandador, que nunca volvió. Cuentan desde entonces en la pampa guanacasteca, que al ser las tres de la tarde de cada Viernes Santo, pueden verse pasar por la llanura dos sombras una en pos de otra, y escucharse a lo lejos el grito de un sabanero que corre ganado, el ladrido de un perro y el mugido de un toro. La leyenda dice que es el alma del mandador de la hacienda que cumple el castigo divino, persiguiendo eternamente al Diablo Chingo sin poder alcanzarlo jamás.

Otra variante de la leyenda del Diablo Chingo corresponde a la del Viejo del Monte, el fantasma de un sabanero a caballo, de aspecto fiero y pelo enmarañado, que espanta al ganado en los potreros. Igual que en la primera versión (la del fantasma de la sabana), el fantasma corresponde únicamente al sabanero, no al toro. Esta versión es más propia del cantón de Bagaces.

En la provincia de Puntarenas, sobre todo en la región de Chomes, fronteriza con Guanacaste, el Diablo Chingo no es un toro, sino un gran venado astado que extravía a los cazadores en los bosques. En el Valle Central, la leyenda de la Jú del León habla acerca de un pájaro diabólico que pierde a los hombres en la montaña y los conduce para ser devorados por el puma.

Fuente de la crónica:
http://es.wikipedia.org/wiki/Diablo_Chingo