Los toros dan y quitan

PEDRO PÁRRAGA HERNÁNDEZ (1818 - 1859)

PEDRO PÁRRAGA HERNÁNDEZ

Imagen y pintura propiedad de la Real Maestranza de Caballería de Ronda

Banderillero y matador de toros que nació en Madrid el 5 de noviembre de 1818, siendo su primera corrida el día 26 de diciembre de 1845. Fue arrollado por un toro  el 12 de octubre de 1859,  y falleció el día 15 del mismo mes.

Pedro Parraga comienza su carrera como banderillero en las cuadrillas de Manuel Lucas Blanco, Juan León, Roque Miranda y “El Morenillo”. Es esta última la que lo alienta a convertirse en matador. Se alterna en Madrid por primera vez como matador de toros, sin "la transferencia de trastos" (es decir, no había otra alternativa de ceremonia) el 28 de diciembre 1845, en compañía de “Noteveas” y “El Salamanquino”, frente a toros de las ganaderías de Pedro Nautet y Martínez Enrile.


El 12 de octubre 1859 en Toro, provincia de Zamora, alternando con Juan Rodríguez "Cadenas", y  haciendo un quite a un peón en peligro, fue literalmente arrollado por un astado  de la ganadería de Zalduendo. Él no sufre ninguna herida en sentido estricto, pero si un grave magullamiento general,  al que no le da la importancia debida. Después de dos días de atenciones en el hospital, decidió, en contra de la opinión de los médicos, unirse a sus compañeros para regresar en galera a Madrid, donde probablemente,  a consecuencia del traqueteo del viaje y de algún exceso alimenticio,  le sobreviene un paro cardiaco,  a las siete de la tarde del día 15 de octubre de 1859 en el camino de regreso a Madrid.

"Juzgándole desapasionadamente –escribió de él Sánchez de Neira en su diccionario-, como venimos haciéndolo con todos, no adquirió por su saber ni por su valor grandes laureles. Procuraba cumplir bien y hacía esfuerzos para ello; pero ni de banderillero se le vieron cosas de primer orden, ni de espada pasó de regular. En lo que más se le distinguió fue en correr los toros por derecho siempre, buena costumbre que se va perdiendo, y en los pases de muleta, que, especialmente los primeros que daba a cada toro, eran limpios y de buena escuela. Como todos los toreros, tuvo su época, si bien como hemos indicado, no ocupó nunca un primer puesto, y eso que en muchas Plazas de Toros de capitales de provincia era querido y apreciado. Su trato afable, jovial y rumboso contribuía a ello no poco, tanto como la buena dirección de las plazas, cuando la tenía a su cargo."

El maestro, don Juan José de Bonifaz Ybarra,  refiere de este personaje de la Fiesta, que << en la corrida celebrada en Toro (Zamora) el 12 de octubre de 1859, un astado de la ganadería de Zalduendo cogió a Pedro Párraga Hernández, sin que le produjera lesión externa alguna. Ingresado en el hospital, allí se observaron diversas mallugaduras a las que el espada no concedió mayor importancia, por lo que, imprudentemente, emprendió con sus compañeros el regreso en galera a Madrid. El traqueteo del incómodo viaje, unido a algún exceso alimenticio, provocó su muerte, ocurrida el inmediato día 15 antes de su llegada a la villa que le vio nacer. "

Cita don Luis Garrido, entre otras interesantes cosas, en una brillante editorial de su autoría titulada: "Portogüelo, el nombre de una tragedia", que en la tarde del trágico suceso se medían dos espadas que, si bien no gozaban del relumbrón de las grandes figuras de la época, sí que tenían buena prensa en plazas menores. Pedro Párraga Hernández y Juan Rodríguez «Cadenas» mantenían un duelo sobre el albero toresano en el que los protagonistas eran seis animales de la ganadería de Zalduendo. En aquel momento, el histórico hierro criaba a sus reses en la localidad navarra de Carrasposo, muy lejos de Cáceres, que es donde se encuentran en la actualidad. De estos toros se decía que eran animales «de pura casta». Saturnino Napal Lecumberri, en su libro «Navarra tierra de toros. Casta navarra», afirma lo siguiente. «Los toros eran chicos por su tamaño y grandes por su bravura, con un temperamento nervioso en extremo capaz de hacer andar de cabeza a toda la torería; que saltaban limpiamente la barrera, no huyendo, sino persiguiendo a la gente», dicta el autor. Poco se sabe de las características de Portogüelo. Sería, si atendemos a las descripciones generalizadas sobre los Zalduendos de mediados del siglo XIX, un ejemplar entre castaño y colorado, con ojos de perdiz, cuernos cortos, blancos, veletos y algo alirados. En la lidia, indican otras fuentes, solían presentar desigualdades, aunque por línea general eran toros bravos, nobles y ligeros.
Fuente:
http://www.laopiniondezamora.es/toro/2013/06/30/portoguelo-nombre-tragedia/689375.html