Los toros dan y quitan

RAFAEL CALDERÓN DE LA BARCA (XXXX - 1893)

RAFAEL CALDERÓN DE LA BARCA

Pedro Nolasco Acosta, Refugio Sánchez, Lengua de bola, Rafael Corona y Rafael Calderón de la Barca.
Cortesía del Maestro en historia José Francisco Coello Ugalde
https://ahtm.wordpress.com/2019/04/30/cuatro-tarjetas-de-visita-y-cuatro-toreros-del-xix-mexicano/

Historias: Cuatro toreros del XIX mexicano ....Nolasco, Sánchez, Corona y Calderón de la Barca...

Pedro Nolasco Acosta, "Capitán de gladiadores", creó en los rumbos de San Luis Potosí un auténtico coto de poder, mismo que se extendió entre los años de 1870 y 1903. El "Güerito" Acosta como familiar y cariñosamente fue conocido, se presenta ante nosotros con el sello de figura egregia que, por encima de muchos otros adefesios se dignaban y atrevían torear con aquellas figuras que, a los ojos del siglo XXI son antiestéticas, pero que en su momento deben haber sido aceptadas como parte de una tauromaquia mexicana relajada y distante de la española, más avanzada eso sí, pero también teniendo entre sus filas a figuras con este decorado. Sin embargo, Nolasco Acosta guardó con mejores resultados las apariencias, dado que como se ve, asumió su jerarquía con el orgullo de figura, no importando que fuese provinciana y que siempre se quedase provinciana, como delicioso verso de López Velarde o Manuel José Othón. Pedro Nolasco viste un traje al que solo le faltaba sonar, pues con todas esas campanillas que parece llevar, a modo de morillas, en tintileo semejante a un carrillón, era de esperarse en el romántico continente del torero decimonónico hecho y forjado en el espectáculo de tamañas banderillas, como el par que aparece a sus pies, simulando fuentes de frutas. Su capa, a lo Robin Hood, la enorme faja y el corbatín "a lo poeta", rematan un rostro adusto, con esa montera irregular, conjunto perfecto que se preparó para lograr esta imperecedera tarjeta de visita que hoy rememora una figura emblemática, que traspasó todavía con su bigote abundante el siglo XX para despedirse en su natal San Luis Potosí, allá por 1903.

Refugio Sánchez Bajo el curioso sobrenombre de "Lengua de bola", Refugio Sánchez es uno más de los responsables en dar fuerza y vigor al toreo encabezado por Ponciano Díaz, y cuya figura, junto a Lino Zamora, se convirtieron en modelos a seguir, sobre todo cuando debe entenderse su aparición en la escena. Y los tres, así como otro gran conjunto de actores lo hicieron portando varonil bigote.  Pero esto no era todo. Se trataba de ejercer la tauromaquia al estilo mexicano, aunque para ello tuviera que hacerse enfrentando la enorme influencia que los diestros hispanos, patilludos para mejor información estaban causando desde su llegada masiva a nuestro país, esto a partir de 1884. Y ese radio se extendió creándose conversos de la tauromaquia. Uno de ellos fue Refugio Sánchez. Y aquí vemos a ese diestro oriundo de Querétaro, sitio en el que marcó su feudo, en la primera apariencia ante sus entusiastas seguidores: vistiendo el traje de luces al estilo español, como lo mandaban los cánones y la moda de la época. En su rostro hay un poco de incomodidad y no tanto por las hechuras del vestido, que le sienta muy bien, por cierto. Esa mirada y sus facciones parecen reflejar su reciente abandono por lo mexicano (cuando su nacionalidad era lo único que podía defender dignamente), para aliarse a la reconquista vestida de luces, emprendiendo así un camino que muy pronto los llevaría por senderos apropiados, por lo que el toreo a pie, a la usanza española en versión moderna ganaría adeptos nacionales. "Lengua de bola" no sólo se hizo este retrato de cuerpo entero. También hay una pintura anónima la cual se remonta a la última década del siglo XIX. Allí aparece él junto a los de su cuadrilla, presumiblemente la denominada "Ponciano Díaz", también enriquecida con Gerardo Santa Cruz Polanco y otros desconocidos. Todos aparecen en un espléndido retrato donde el color se intensifica aún a pesar de los más de 100 años de haberse pintado y donde esa cuadrilla puede salirse del óleo para entrar en acción en cuanta plaza se presentara.

Rafael Corona Capote de paseo, te convertiste en el mejor parapeto de un Rafael Corona ya maduro, cuarentón según el estado de cosas que apreciamos en esta curiosa imagen. Sí, los toreros de aquel entonces, sobre todo para el último tercio del siglo XIX, eran longevos (allí está Bernardo Gaviño con sus 73 años) que por eso se podían eternizar en la profesión taurina. Por otro lado, su actitud como toreros aborígenes y cuyo contacto con la tauromaquia española fue para conocerla, asimilarla o ser consumidos por un desbordamiento sin precedentes de esa misma manifestación, debe haber puesto a Rafael Corona en situación nada cómoda.

Su círculo de influencia fue el estado de Michoacán, pero así, tan inofensivo que se ve, no debe haber sido pieza de cacería importante para Ponciano Díaz que también pasó por ahí, como lo hicieron de igual forma otros coletudos hispanos. Rafael, ante esos dos frentes estaba condenado a desaparecer, al menos que se aliara con unos o con otros. Diminuto, hasta tímido –no vaya a ser que levantar un poco más la mano derecha de al traste con alguna mala costura de la casaquilla–, no se arrime con ese cuerpecillo frágil a retar desde la forzada pose. Nada más dejen que se halle en el ruedo, y entonces sí: ¡A ver si son capaces de poderle como puede Rafael a los toros! No vaya a ser que los fanfarrones y timoratos vayamos a ser otros. Por eso, entre dientes, parece decirnos Rafael Corona: no soy ninguna pieza de cacería para Ponciano... Rafael Corona diestro moreliano que estableció y consolidó allí mismo su prestigio. 20 años fue matador, otros cinco los dedicó como banderillero en cuadrillas como las de Jesús Villegas "El Catrín" o de Lino Zamora. Al llegar José Machío –español de origen– en 1885, su fin quedó marcado definitivamente.


Rafael Calderón de la Barca
Cortesía de Don Rafael Gómez Lozano
Blog Toreros Mexicanos

Rafael Calderón de la Barca El altivo personaje de la imagen, lleva un apellido emblemático: Calderón de la Barca, ni más ni menos. Sin embargo, no se llama Pedro, sino Rafael quien por algún tiempo abrazó la profesión de torero en su calidad de mero aficionado. La pluma inspirada de aquel autor teatral del siglo de oro de las letras españolas, se la hemos pedido prestada unos momentos para describir, lo mejor que se pueda, esa apostura un tanto fingida, un tanto envalentonada que asumió el diestro leonés, cuyos datos sobre su trayectoria profesional se pierde en la noche de los tiempos. Lo único que sabemos de él a ciencia cierta es que formó parte no sólo de la cuadrilla de Ponciano Díaz, sino de aquella falange de toreros que, al interior del país monopolizaron la fiesta de toros, siendo su asentamiento el bajío, y en lo particular León, Guanajuato. Feudos como el suyo fueron derribados en diversas circunstancias. Entre otras, por las siguientes razones:

a) Por la aplicación de un efecto de conquista impuesto por Ponciano Díaz, quien al estar convertido en ídolo popular, no perdió de vista ampliar su radio de influencia, por lo que decide emprender con éxito esa empresa.

b) Por una asimilación de conveniencia por parte de estos toreros provincianos que, al darse cuenta de la fuerza poncianista, no tuvieron más remedio que aliarse para realizar una actividad paralela, aunque sin garantías de éxitos acumulados como los que sumaba Ponciano, salvo la cuadrilla que, encabezada por Gerardo Santa Cruz Polanco y que adoptó el nombre del popular diestro, pero no en muestra de tributo o agradecimiento. No. Lo hizo por la sencilla razón de reclamarle a su antiguo jefe y luego principal enemigo, que sus acciones no estaban siendo congruentes con los tiempos que corrían.

c) El último caso es que, a corto plazo, desaparecieron muchos toreros y sus cuadrillas que surgieron en esos rumbos provincianos que, además sufrieron dicha situación con un valor de nuevo peso: la reconquista vestida de luces, es decir, cuando salta a la palestra aquel grupo de toreros españoles que, desde 1884 se plantaron para constituir un pie de guerra contundente.

Pero, ¿cómo nos explicamos esa reconquista vestida de luces?

La reconquista vestida de luces, debe quedar entendida como ese factor que significó reconquistar en lo espiritual al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera –chauvinista si se quiere–, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidades– aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España. 
Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente con Bernardo Gaviño. 
Y no sólo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados entre los últimos quince años del siglo XIX –tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz–, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento del primer y gran torero no solo mexicano, también universal que se llamó Rodolfo Gaona. Así que, con Rafael Calderón de la Barca, si no logramos dar un perfil de su personalidad, sí al menos del medio en que se desarrolló en los últimos años del siglo XIX, pues murió en Orizaba, víctima de una cornada, allá por enero de 1893.

Pedro Calderón de la Barca, comenzó como banderillero en una cuadrilla juvenil, en León, Guanajuato hacia el año de 1887.

Fuente:
Maestro José Francisco Coello Ugalde
https://www.altoromexico.com/index.php?acc=noticiad&id=34439
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Fuentes de consulta: LA FIESTA No. 52, del 19 de septiembre de 1945, y Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, No. 1439, 19 de diciembre de 1937.
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Otros escritos del autor, pueden encontrarse en: https://ahtm.wordpress.com/.

El 26 de mayo de 2019 recibí del historiador Rafael Gómez Lozano una editorial que sobre este personaje publicó la revista La Lidia, No 31, del 25 de junio de 1943 de D. Roque Solares Tacubac, Mis recuerdos Tauromacos: Casi simultáneamente con los Niños Toreros arribó a la metrópoli otra cuadrilla titulada de Jóvenes Leoneses Toreros. Ese grupo ha de ser considerado predecesor legítimos de las cuadrillas que años después organizaron en León el banderillero español Antonio Antúnes, alias "Tobalo" y el también banderillero hispano Saturnino Frutos "Ojitos". En la Plaza "El Paseo" torearon una novillada -no becerrada- en la tarde del 31 de mayo. El conjunto de la cuadrilla fracasó. Solamente fue aplaudido el espada Rafael Calderón de la Barca. El torerito era de buena presencia, valiente y nada torpe. Igualmente que "El Gallito", ofrecía madera de buen lidiador, era embrión de torero que podía desarrollarse y llegar a lozanía. Así lo comprendió el espada aborigen Ponciano Díaz y le tomó a su cargo, haciéndolo entrar a su cuadrilla en calidad de banderillero. Por ser valiente el mozalbete, no se arredró ante los toros corpulentos que lidiaba la cuadrilla de Ponciano, en la plaza de "Bucareli". Prestamente, Calderón de la Barca se habituó a los torazos. Estaba en algunas corridas como banderillero el excelente Manuel Mejías "Bienvenida" -abuelo por línea paterna de los contemporáneos espadas españoles de apellido Mejías y de apodo "Bienvenida", Pepe y Antonio-, quien cuidaba paternalmente al neófito. Igualmente hacía el veterano Carlos López, alias "El Manchado", banderillero mexicano. Con estos dos mentores y a la vez guardianes, Calderón de la Barca no tuvo percances, fue desarrollándose artísticamente y también en lo corporal con el transcurso de los meses, llegando a estar garrido, ágil y pleno de facultades. Se formó un peculiar modo de banderillear, que era un hibridismo entre las suertes de cuartear y la de a topa carnero, una manera muy emotiva por ser muy riesgosa. Motivaba que los espectadores se levantaran del asiento y se pusieran en pie, temerosos que Calderón de la Barca fuese cogido y tuviera grave cornada. Después surgía la ovación, premiando la destreza del banderillero. Iniciaba la suerte de igual manera que la de cuartear, pero "consentía" al toro caminando pausadamente -andándole y dejándose ver-. De esa manera, forzaba al burel a que hiciera fuerte acometida. Cuando el toro arrancaba, Calderón se detenía, se paraba en la trayectoria de su marcha. Impávido aguantaba, haciendo únicamente hacia atrás una de las piernas -casi siempre la derecha-. De esa manera, ponía el cuerpo en escorzo -algo perfilado-, no completamente. Esa postura era la que esquivaba el hachazo y por consiguiente, el percance, muy grave. UN MOMENTO DE INDECISION, UNA TORPEZA EN LOS MOVIMIENTOS Y EL AUDAZ REHILETERO HUBIERA ESTADO PERDIDO. Su modo de banderillear era intuitivo, muy semejante al que había tenido en España aquel famoso rehiletero nombrado Ángel López, de apodo “REGATERO” (de quien en diminutivo heredó el apodo Victoriano Recatero -no Regatero-"Regaterín"). Era asombroso el peculiar modo de banderillear que tenía Calderón de la Barca. Por esa singularidad promovió las discusiones entre los críticos de entonces (algunos, mejores que los actuales; permítaseme la inmodestia para elogiar a los entonces mis coetáneos y amigos). Tuvieron polémica el docto de pseudónimo "Joseíto" (don José María Quijano, potosino, estudiante de Medicina), y don Antonio Calvo -también no ignaro en asuntos de técnica tauromáquica-, escritor por agrado, pues era capitalista, propietario de fincas urbanas. Después de varios artículos -enteramente corteses- llegaron en convenir en que Rafael Calderón de la Barca banderilleaba "aguantando", o sea en lance semejante a la suerte de estoquear que han denominado así. Yo no me adhiero ni rechazó la designación hecha por mis amigos. Años después, hubo un banderillero -también leonés-, que fue copia de Rafael Calderón de la Barca en lo relativo al modo de banderillear. Ese rehiletero, que estuvo en la cuadrilla de Rodolfo Gaona, fue Pascual Ferro. Creyendo en el espiritismo y por ende en la reencarnación de las almas, probablemente en Pascual Ferro reencarnó el buen banderillero Rafael Calderón de la Barca. Así como Gaona estimó a su conterráneo Ferro, Ponciano Díaz tuvo predilección por Calderón de la Barca. Cuando regresó de España el espada aborigen, Rafael fue llamado a la ciudad de La Habana para que estuviera en la corrida que en esa población, toreó el diestro mexicano. Calderón de la Barca no hizo desairado contraste al lado de Saturnino Frutos "Ojitos", y éste conversaba asombrado del modo de banderillear que tenía el joven leonés. Cuando Ponciano se cortó la coleta, Calderón de la Barca se retiró a su ciudad natal. Entiendo -no estoy seguro-, que años después falleció allí.

Más información sobre este virtuoso personaje de la fiesta:
https://torerosmexicanos.blogspot.com/2019/05/rafael-calderon-de-la-barca.html