Los toros dan y quitan

ANTONIO MONTES VICO (1833 - 1907)

ANTONIO MONTES VICO

Foto cortesía del Site Taurino de Dale Pierce Who´s Who

Matador de toros nacido  en Sevilla el 20 de diciembre de 1876 en la calle Pureza del barrio de Triana. Una temprana sordera y una taciturna personalidad, lo hicieron refugiarse en la ocupación de sacristán del templo de Santa Ana en el barrio de su nacimiento.  Recibe su alternativa el 2 de abril de 1899 en Sevilla de manos de Antonio Fuentes, atestiguando “Bombita” con toros de la dehesa de Otaolaurruchi, marcando un interesante caso para la historia taurina de esos días, pues pasó por el escalafón de la novillería sin ser banderillero anteriormente. Pronto va a llamar la atención su manera de hacer el toreo, quizás no considerado artístico para aquellas fechas, pero demostrativo de un gran valor, pues paraba a los toros y los hacía volver para intentar ligar las suertes en un mismo terreno, considerado por muchos el precursor del toreo bellmontino, que llegaría para afincarse en todos los cosos del mundo.

Cogido al entrar a matar en la Plaza de Toros México de la entonces Calzada de La Piedad que acabó por ser de Ramón López,  por el toro,  cárdeno oscuro,  "Matajacas", segundo de la tarde,  de la ganadería de Tepeyahualco, el 13 de enero de 1907.  Toreaba esa aciaga tarde con Antonio Fuentes y Ricardo Torres (Bombita). Falleció cuatro días después (al amanecer del día 17 de enero de 1907) en el Hotel Edison de esa capital mejicana,  a causa de infección por cornada punzo contundente en el glúteo izquierdo, interesando todos los planos musculares, penetrando en la cavidad ciática y causándole grande hemorragia al interesar un vaso venoso; cuando se le realizó la autopsia de rigor se encontró que la cornada tenía una extensión de 40 centímetros y que llegaba internamente hasta el hipocondrio derecho. Una herida mortal por necesidad.


Cortesía de
http://torerosespanoles.blogspot.mx/search/label/Antonio%20Montes

Su cadáver fue depositado en el Panteón Español en espera de su traslado a Sevilla, y tras varios días de espera, por caída "accidental" de los blandones encendidos del catafalco en el que lo tenían, sin darse cuenta nadie, se incendió el ataúd y el propio cadáver, al cual se le apreciaba después, ennegrecido del rostro y de las manos, con arriscamiento del cuero cabelludo y las cuencas de los ojos vacías. Posterior a la tragedia continuaron las desgracias, pues sucedió que al estar embarcando su ataúd en el barco que lo llevaría a Sevilla, se rompieron de improviso los cables que sujetaban al nuevo ataúd cayendo al agua, de donde fue rescatado. Finalmente descansa en paz en el cementerio de San Fernando en Sevilla donde se puede apreciar su tumba. El ilustre cronista Juan José de Bonifaz, refiere que en razón de haberse carbonizado el cuerpo del torero, en el incendio declarado en el depósito, solo fueron sepultadas sus cenizas en el cementerio sevillano, contrastando lo anterior con el resto de las crónicas mejicanas, quienes detallan que solo se quemó en parte, y que se le embarcó hacia España de cuerpo completo en un ataúd.


Cortesía de don José Antonio Román Romero

Refiere el erudito Juan José de Bonifaz Ybarra que << el sevillano Antonio Montes Vico, al más que un tratadista taurino considera el precursor del toreo belmontino que poco después acabaría imponiéndose en todas partes, marcha a México para intervenir en la temporada invernal de 1906-1907. Le agrada retornar a tierras aztecas, donde sus partidarios forman legión. En el Distrito Federal hace el paseíllo el 13 de enero de 1907 junto a Antonio Fuentes y Ricardo Torres (Bombita) para despachar ganado de la divisa de Tepeyahualco. El segundo de la tarde, el cárdeno oscuro “Matajaca”, le cornea, al entrar a matar, en la región glutea izquierda y a consecuencia de tal herida muere el siguiente 17 de enero de 1907en el Hotel Edison de la capital mexicana. Su cadáver fue depositado en el Panteón Español, en espera de su traslado a Sevilla, resultando carbonizado en un incendio declarado en el depósito, por lo que fueron sus cenizas las que recibirían sepultura en el sevillano cementerio de San Fernando. "

Al respecto de lo anterior, esta confirmado que se envió a España su cadáver achicharrado  y no en cenizas, según se desprende del informe sobre su muerte publicado en  Gaceta Taurina de Salvador García Bolio/ Enero de 1997/ Número 6 (http://.bibliotoro.com/gacetas/Gac_2-06.pdf)


http://laaldeadetauro.blogspot.com/2010/01/antonio-montes-103-anos-de-su-muerte_13.html

Sobre la muerte de Antonio Montes cuenta don José Antonio Román Romero en su Blog en Internet "De Hombres Toros y Caballos", que mala sombra tuvo en México el cartel formado por Antonio Fuentes, Antonio Montes y Ricardo Torres. El 14 de Enero de 1906, los anuncios que llenaban las calles, leídos con inmensa satisfacción por millares de aficionados, rezaban que Fuentes, Montes y Bombita, juntos por vez primera, torearían en la plaza mejicana, causando ese cartel entusiasmo tan vivo, que el circo resultó pequeño para contener tanta gente. Y aquella tarde un toro de Piedras Negras cogió a Bombita al intentar cambiarle de rodillas y le lastimó gravemente. Un año después, día por día, el 13 de Enero de 1907, los mismos prestigiosos nombres figuraban por segunda vez en el cartel. Los partidarios del toreo clásico, serio, elegante, maravilloso, tenían singular adalid en Fuentes; los que gustaban del arrojo sin límites, los que gustaban de emociones tremendas, veían en Montes la encarnación más acabada de la temeridad, y, finalmente, aquellos que gozaban con los jugueteos, con los primores y galas del toreo alegre, encontraban en Bombita a la personificación de su ideal. Y allá se fue a la plaza la gente entusiasmada y llenó los palcos, tendidos y barreras, y alborotó con su algazara y animó la fiesta con su alegría.


Cortesía de don José Antonio Román Romero

La bravura y nobleza del primer toro de la tarde, del marqués del Saltillo, proporcionó a Fuentes lucido triunfo, que le premió el concurso con palmas y vítores. Y Montes, con el natural afán de emular las excelencias del toreo de Fuentes, en cuanto vio salir de los chiqueros al segundo toro, de Tepeyahualco, acudió a él, haciendo gala de esos arrestos suyos que arrebataban al público. Tan en corto y tan ceñidos fueron los lances con que le burló, que el toro se le metió debajo, le empitonó y le arrojó al suelo, sin más desavío ,que la taleguilla destrozada, que reparó el mismo Montes atándose en ella un pañuelo. Los aplausos le enardecían, y con valentía que rayaba en locura, se metió a los quites, alardeando., muy justamente de inacabable temeridad. Y después, en el trasteo de muleta, cada pase arrancaba un grito de entusiasmo y de susto. En el instante de cuadrar, y cuando se disponía el matador a arrancarse sobre el toro, Fuentes le gritó: "aligera". Fuentes notó que el de Tepeyahualco estiraba el cuello, que humillaba, defendiéndose; por lo tanto, había que entrar a matar de cerca y con todos los pies. De ahí su aviso, o no oyó Montes la advertencia o no hizo caso de ella, confiado en su valor. Entró despacio, muy por derecho, con imponente valentía y admirable vergüenza. El toro, que vio adelantar lentamente la figura del matador, no hizo más que alargar la gaita, y cuando Montes le hundía en lo alto del morrillo el acero, le cogió, le levantó en vilo y le enganchó nueva-mente, volteándole y metiéndole toda el asta por la nalga izquierda. La estocada era de muerte. Allí mismo quedó el toro sin vida, en tanto que el desdichado lidiador era conducido a la enfermería. Era la herida tremenda, herida de caballo. Tanta sangre brotó de ella, que el calzón blanco de uno de los monos que le levantó de aquella arena, quedó tinto en rojo, el mozo volvió al ruedo con aquella inmensa mancha sangrienta, y el público, horrorizado, le obligó a gritos a retirarse. Fuentes apoyó la frente sobre la barrera y lloró, a la vez que Ricardo Torres, pálido y con la tremenda impresión retratada en el semblante se quedó un buen rato inmóvil. Y al fin, dominándose uno y otro, y bajo la impresión de dolor y de conmiseración hacia el pobre compañero, a quien curaban en tanto.


Foto del cadáver de Antonio Montes
Cortesía de D. José Antonio Román Romero